En los últimos años es difícil escuchar un boletín de noticias en la radio o en la televisión sin que se mencione un caso de violación de una mujer. El rechazo que producen ha quedado patente en los debates que la sociedad española ha tenido recientemente, y en las múltiples ocasiones en que se ha manifestado en contra de la violación de las mujeres. La violación es, desgraciadamente, muy frecuente: en los EEUU el 18% de las mujeres así lo manifiestan. En la macroencuesta de violencia contra la mujer realizada por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) en 2015, de un total de 10.171 mujeres de 16 o más años y residentes en España, el 8% manifestó haber sufrido violencia sexual a lo largo de su vida con alguna de sus parejas. Fuera del ámbito de sus parejas, el 1% de las mujeres había sido violada.
Desde hace tiempo se sabe que una agresión sexual puede dar lugar a que la víctima se sienta estigmatizada, se aisle, padezca algún tipo de alteración emocional y se embarque en comportamientos de riesgo para su salud. Pero, ¿cuáles son las consecuencias que a largo plazo puede padecer una mujer cuya primera relación sexual fue forzada, sin su consentimiento? Esto es importante, por cuanto la Organización Mundial de la Salud reconoce que la iniciación coital forzada es un tipo específico de violencia sexual. El porcentaje de mujeres que fueron violadas en su primera relación sexual con penetración varía desde el 1% en Irlanda al 30─38% en adolescentes de entre 12 y 19 años de países de África subsahariana. No se dispone de datos sobre el porcentaje de mujeres residentes en nuestro país que fueron violadas en su primera relación sexual completa.
Para saber los posibles trastornos en la salud a consecuencia de una violación, hay que conocer el estado de salud de las mujeres que manifiesten que sufrieron tal agresión sexual. Pero esto no es suficiente, pues esas mujeres habrán tenido multitud de acontecimientos que podrán haber afectado su estado de salud posterior. El abordaje científico posible más adecuado será comparar el estado de salud de mujeres que fueron violadas en su primera relación coital, con las que la tuvieron de forma consentida. Así se podrá inferir que las diferencias que se encuentren, de haberlas, están asociadas a la violación. A nadie se le escapa que este tipo de estudio es de muy difícil realización, pues no sólo se requiere un alto número de mujeres que confiesen haber sido violadas en su primera relación sexual completa, sino que por sus características sociodemográficas deben ser representativas de todas las mujeres de un país. Recientemente, sin embargo, se ha publicado un estudio de estas características.
Laura Hawks y colaboradores han publicado en la revista médica JAMA Internal Medicine el estudio más completo realizado con este planteamiento. Participaron 13.310 mujeres americanas de entre 18 y 44 años de edad que habían tenido relaciones sexuales con penetración vaginal. La encuesta fue realizada por una institución gubernamental de los EEUU, y se realizó de forma presencial ─aunque para las preguntas sobre la violación se usó un sistema computarizado de autoencuesta─.
El porcentaje de mujeres violadas en su primera relación coital vaginal fue del 6,5%, es decir, una de cada 16 mujeres. El primer coito aconteció casi dos años antes cuando fue forzado (edad media de 15,6 años) que cuando fue voluntario (17,4 años); el violador era 11 años mayor (27 años) que la víctima, mientras que el compañero sexual consentido era mucho más joven (21 años). En el momento de la violación, el 84% de las mujeres refirieron haber sufrido algún tipo de coerción física o verbal. En alrededor de uno de cada cuatro casos la mujer fue drogada o experimentó daño o amenaza física. Un 16% refirió que su pareja la amenazó con cortar su relación si no tenía esa primera relación sexual completa.
Un mayor porcentaje de mujeres violadas en su iniciación sexual coital se quedaron embarazadas de forma no deseada, abortaron y no usaron medidas de control de natalidad; también, a lo largo de su vida, un mayor número usó drogas ilegales y sufrió trastornos ginecológicos como la endometriosis e inflamación del aparato reproductor ─generalmente ocasionado por enfermedades de transmisión sexual─. Además, estas mujeres padecieron más problemas con la ovulación y la menstruación. Está claro que el estado de salud ginecológica de estas mujeres quedó claramente dañado. Pero es que casi el 9% confesaron tener dificultades para realizar tareas fuera de casa debido a problemas físicos o mentales, frente al 3% de las mujeres que tuvieron una primera relación coital consentida. Todo esto se traduce en que un menor porcentaje de mujeres violadas refirió tener una salud excelente o buena. Este estudio mostró algo más, mucho más. Muchos lectores podrán pensar que todas estas consecuencias en la salud de las mujeres se deben a que fueron violadas en repetidas ocasiones. Sin embargo, estos científicos al comparar el estado de salud de las mujeres que solo fueron violadas una vez (la primera) con las que nunca lo fueron, también observaron las consecuencias negativas en su salud a largo plazo ya comentadas.
Esta investigación demuestra que las mujeres que fueron violadas presentan, al cabo de los años, unas tasas elevadas de problemas reproductivos, ginecológicos, y de salud general. Sin embargo, el diseño de este estudio no permite relacionar la causa estudiada ─violación en la primera relación sexual completa─, con el efecto observado ─las alteraciones en la salud de las mujeres violadas─.
Sería deseable que se realizase una encuesta representativa de las mujeres residentes en España, que nos permitiera conocer las consecuencias que la violación tiene en su salud al cabo de los años. Mientras tanto, el estudio americano que se ha mencionado nos permite saber que la violación de una mujer ─en muchas ocasiones adolescente y altamente vulnerable─, puede estar asociada a secuelas graves en su salud física y mental a largo plazo, incluso si solo fue violada la primera vez que tuvo una relación sexual vaginal.
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Rafael Dal-Ré, es doctor en medicina y cirugía.
En los últimos años es difícil escuchar un boletín de noticias en la radio o en la televisión sin que se mencione un caso de violación de una mujer. El rechazo que producen ha quedado patente en los debates que la sociedad española ha tenido recientemente, y en las múltiples ocasiones en que se ha manifestado en contra de la violación de las mujeres. La violación es, desgraciadamente, muy frecuente: en los EEUU el 18% de las mujeres así lo manifiestan. En la macroencuesta de violencia contra la mujer realizada por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) en 2015, de un total de 10.171 mujeres de 16 o más años y residentes en España, el 8% manifestó haber sufrido violencia sexual a lo largo de su vida con alguna de sus parejas. Fuera del ámbito de sus parejas, el 1% de las mujeres había sido violada.