PLAZA PÚBLICA

Crisis y representación en el conflicto del transporte

Gaspar Llamazares

Asistimos en los últimos días a un paro de una parte del sector transporte en España que tiene su origen en la crítica situación creada por el fuerte rebote de los precios a raíz de la recuperación económica al final de la pandemia, a la que se han sumado otras reivindicaciones históricas más concretas, todo ello junto al cuestionamiento de la representación en el Comité Nacional del Transporte por Carretera (CNTC), al que se califica por parte del sector minoritario de los transportistas como una representación parcial al servicio exclusivo de los propietarios de las grandes flotas de camiones.

Todo ello explica que dicha movilización se produzca precisamente cuando las medidas acordadas con la representación del sector en el CNTC, donde se plasma la representación plural de las tres de las organizaciones de los transportistas además del Gobierno, acababan de ser aprobadas por unanimidad en el Congreso de los Diputados. Un acuerdo que es el fruto de la negociación que ha tenido lugar a raíz de la amenaza de paro patronal en el periodo navideño que finalmente fue desconvocado.

Sin embargo, a diferencia de aquel, el paro actual tiene su origen no solo en el incremento, está vez desbocado, de los precios del carburante relacionado con la invasión de Ucrania y las sanciones a Rusia en particular en el terreno energético, y por sus graves consecuencias para una parte de los transportistas condenados a trabajar prácticamente a pérdidas, sino sobre todo por el rechazo a la interlocución y a los acuerdos alcanzados con el Gobierno por parte de la actual representación mayoritaria.

Estamos pues ante un problema de sostenibilidad como también ante un problema de representatividad social, del mismo origen que el que hace una década afecta a la representación política. Relacionados ambos con la individualización y el fraccionamiento de la sociedad de consumo digital, y como consecuencia de la representatividad y la confianza en sus organizaciones tradicionales, sean éstas sociales, sindicales o políticas y también de los cauces institucionales

En el caso del transporte, tiene además su explicación en la confluencia en el sector, junto a los tradicionales grandes propietarios y asalariados, de una pléyade de microempresas, de autónomos y de falsos autónomos, nacidos de las deslocalizaciones y las reconversiones empresariales, que hacen más complejas e incluso contradictorias las reivindicaciones y que por tanto están en la base de la aparición de nuevos representantes y dificultan aún más los posibles acuerdos.

En concreto, las reivindicaciones de la plataforma tienen que ver con la rentabilidad de los contratos, el límite a las subcontrataciones, la limitación del tiempo de carga y descarga, la limitación del cabotaje o la vigilancia de las áreas de descanso de los conductores.

En este sentido, no es de extrañar ni la resistencia del Gobierno a alterar la representación recientemente elegida en el Comité Nacional, ni la negativa de la plataforma minoritaria a aceptar como propios los acuerdos con el sector mayoritario sin su presencia, como tampoco la incertidumbre, el malestar y la ambigüedad de los actuales representantes ante una nueva competencia que pone en solfa su representatividad y sus acuerdos, y que lo hace desde fuera con instrumentos como las redes sociales del mundo digital. Como tampoco es algo raro que la opinión pública confunda la representación de los asalariados del transporte y sus sindicatos que tienen intereses contradictorios con los propietarios de las grandes empresas, y las diferencias en la representación y las reivindicaciones de unos y otros con respecto a las de los pequeños empresarios y los autónomos, y de estos últimos con los falsos autónomos.

Es ahí donde se encuentra el problema endiablado del paro actual del sector del transporte, que no es una crisis sino una cadena de crisis y que no es un sector sino un conjunto de sectores, en definitiva su complejidad. Y que el problema no está en la ideología, más o menos a la derecha de sus miembros, ni tampoco en la siempre posible manipulación política de sus demandas por parte de la derecha o en particular de la ultraderecha antisistema. El Gobierno se equivocará si se mantiene en una lectura meramente política del conflicto.

En el trasfondo del conflicto se encuentra también la insostenibilidad de nuestro actual modelo de transporte de mercancías, casi en exclusiva por carretera, con la consiguiente dependencia de los combustibles fósiles

Porque en el trasfondo del conflicto se encuentra también la insostenibilidad de nuestro actual modelo de transporte de mercancías, casi en exclusiva por carretera, con la consiguiente dependencia de los combustibles fósiles, cuando un mínimo criterio de sostenibilidad ambiental obliga a su reorientación hacia la intermodalidad, en particular con el ferrocarril. Como a corto plazo tampoco es viable la fiscalidad de los carburantes para garantizar la competitividad del sector, cuando ésta se encuentra ya en la banda baja de los países de la Unión Europea. Por eso, la política fiscal para el futuro que propone el libro blanco recientemente publicado apunta en sentido contrario.

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