Con el máximo respeto que puedo profesar y con la humildad de quien se reconoce menos puesto en Antropología, me dirijo al catedrático Isidoro Moreno respondiendo a su artículo A propósito del caso Errejón.
Este artículo plantea una cuestión interesante, como explicarse que un político de izquierda que predica el feminismo tenga unos comportamientos privados antifeministas (en mi blog Criticonomía pueden ver mi planteamiento). Mi desacuerdo con el artículo es la vinculación que establece Isidoro Moreno, IM en adelante, con la presencia del marxismo clásico en la izquierda, que sirve a IM para descargar su crítica con este marxismo. En particular, le reprocha considerar a las diferencias y desigualdades de clase, frente a otras diferencias como las de sexo o raza, como elemento vertebrador de las sociedades actuales, factor determinante de sus cambios y de la evolución de las sociedades.
Cuando IM niega que la historia de la humanidad sea la historia de la lucha de clases, me pregunto si le parece más cierto que la historia de la humanidad sea la historia de la lucha de sexos, o de la lucha de razas, o de la lucha de cualquier otro aspecto de las personas. Claro que siempre se puede decir que la historia de la humanidad es la historia de la lucha de todos los elementos identitarios que hacen a las personas y, por ese camino, terminemos en la tautología.
Sí me parece sugerente aprovechar la intervención de IM para plantearnos por qué el marxismo otorga un lugar central a las clases sociales, frente a otros aspectos como el sexo, la raza, la altura, el peso, la lengua, etc. de las personas, para explicar el movimiento de las sociedades a lo largo del tiempo, o sea la historia de las sociedades.
El marxismo “clásico” tiene un planteamiento que aborda el conjunto de la sociedad, incluidas las desigualdades de sexo, raza y todas las que conocieran Marx y Engels, solo que las vinculan de diversas maneras a las desigualdades de clase
Antes que nada y para despejar dudas, el marxismo “clásico”, entendiendo por tal la obra de Karl Marx y Frederic Engels, tiene un planteamiento que aborda el conjunto de la sociedad, incluidas las desigualdades de sexo, raza y todas las que conocieran estos autores, solo que las vinculan de diversas maneras a las desigualdades de clase.
Dentro de la variedad de formas sociales presentes en una sociedad, el marxismo clásico destaca el papel de las clases sociales. Por supuesto, cuando existen. En las sociedades sin clases, léase en las comunidades primitivas, si no hay clases es claro que el marxismo “clásico” –mal que les pese a sus críticos– no explica dichas formaciones sociales, sus relaciones internas y su evolución por la lucha de clases.
Una última observación respecto de la crítica de Moreno al marxismo clásico antes de exponer lo que éste dice. El que las diferencias de sexos existan antes que las diferencias de clase social, como afirma IM y no se lo discutimos, no es argumento para afirmar que son más explicativas de la dinámica de las sociedades actuales (capitalistas). Pero, es más, en mi opinión y sin ser un experto en el conocimiento de las sociedades, el que las diferencias de sexos existan desde el origen de la humanidad no quita para que éstas adquieran contenidos diversos, y con ello tengan más o menos relevancia, según el modo de producción en el que se inserten. No creo que haga falta explicar esto, pero bástenos un ejemplo que lo ilustra: la subordinación de la mujer al hombre no es igual, ni tiene la misma función, en una sociedad esclavista que en una sociedad capitalista
Pero, yendo a lo que considero importante, qué dice el marxismo clásico al respecto de las sociedades y su movimiento.
En mi opinión está expresado en el prólogo a la Contribución de la Crítica de la Economía Política. A veces por archinombrado no reparamos en él, pero recomiendo la lectura de estas cuatro páginas a cualquier persona que quiera acercarse sin prejuicios a lo que dice el marxismo “clásico”. La síntesis, aunque Marx se detiene, es: “No es la conciencia de los hombres lo que determina su ser, sino, por el contrario, es su existencia social lo que determina su conciencia.”
Es la existencia social, particularmente el modo de producción de la vida material (fuerzas productivas del trabajo y relaciones de producción), lo que determina el proceso social, político e intelectual de la vida en general, dirá Marx.
Y qué tienen que ver las clases sociales y su lucha con todo lo anterior. Nuestro autor insiste en este prólogo: las formas jurídicas y políticas no se pueden comprender por sí mismas ni como expresiones del desarrollo general del espíritu humano; hay que buscar su explicación en las condiciones materiales de vida, o lo que Hégel denomina la sociedad civil. Marx profundiza: hemos de ver la anatomía de la sociedad civil, que descansa en la economía política. Esta ciencia plantea cómo se produce la riqueza y quién y por qué se la apropia. Esto es, el reparto del producto social entre las clases sociales, cuando existen. Y si nos retrotrajésemos a las sociedades sin clases descubriríamos la presencia del trabajo social como factor determinante. Pues las clases sociales no son más que la posición que tienen los individuos ante este trabajo social, su ejecución y el reparto de sus resultados. Aquí aprovecho para sugerir la lectura de un opúsculo de Engels, El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre.
Lamentablemente, mal que les pese, las personas que desprecian el marxismo por reduccionista, determinista, axiomático, etc., los investigadores y el propio razonamiento de la cuestión no conceden tanta importancia a otro tipo de diferencias, sean éstas anatómicas, cognitivas, sexuales, raciales o de cualquiera otra índole, que hay miles. A las cuales no quito importancia, pero están subordinadas a las que se plantean en el ámbito del trabajo social y, por extensión, a las clases sociales, cuando están presentes dichas clases, obviamente.
Es más, opino que es tarea del marxismo, y de cualquiera que pretenda explicarse la realidad social, el investigar todas las formas sociales presentes; pero también opino que el carácter marxista de tal investigación es vincularlas a la relación social general de las sociedades modernas, el capital.
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Pedro Andrés González Ruiz es licenciado en Ciencias Económicas por la Universidad de Sevilla.
Con el máximo respeto que puedo profesar y con la humildad de quien se reconoce menos puesto en Antropología, me dirijo al catedrático Isidoro Moreno respondiendo a su artículo A propósito del caso Errejón.