La España de la campaña electoral ha chocado con la España de las urnas; la primera no ha estado a la altura de la segunda.
En la primera han abundado la ausencia de proyectos claros y de compromisos para acometerlos; el recurso a las deformaciones y mentiras; la gesticulación agresiva, encubridora de la vaciedad política.
En la segunda han hecho acto de presencia las mayorías que permanecieron mudas en la campaña. Ha hablado la sociedad, la población, la gente.
Las urnas han derrotado a la campaña. Han permitido que emergiera la España real: una sociedad que se ha transformado en las últimas décadas, en la que cobran peso los mejores valores, como la solidaridad; unas mayorías sociales que no se dejan dominar por el griterío reaccionario que querría devolvernos al pasado.
Los resultados han bajado a la tierra a Vox, que soñaba con una irrupción mucho más brillante. Y han herido, poco menos que de muerte, al PP de Casado, que pretendía ganar imitando a Vox. Los genios del PP conocen mal a la sociedad; incluso a la derecha social.
La derecha entra en una fase en la que va a ser inevitable un nuevo reparto de cartas, con un Ciudadanos ferozmente competitivo, dispuesto a luchar con uñas y dientes para hacerse con la hegemonía.
Es ampliamente mayoritario el respaldo a los partidos contrarios a la derecha y al centralismo reactivado en los últimos años.
El PSOE de Pedro Sánchez, con su victoria, está en condiciones de frenar las maniobras de los barones partidarios de un entendimiento con Ciudadanos, cosa que, por otro lado, no interesa en absoluto a este último.
Podemos ha experimentado un importante retroceso, que puede suscitar una reflexión al respecto, pero conserva una posición determinante en el Congreso.
En Cataluña ha triunfado Esquerra Republicana, esto es, el sector del independentismo que ha venido pronunciándose en contra del unilateralismo de Carles Puigdemont. Asimismo, el buen resultado del PSC denota que es muy amplio el sector no independentista de la sociedad catalana que desea una buena convivencia.
Están reunidas las condiciones para un nuevo Gobierno representativo de lo más valioso de las mayorías sociales; unas mayorías que, como nos recordaba el último barómetro del CIS, no caben en la derecha y, menos aún, en la extrema derecha.
Las sociedades cambian. La española, en toda su diversidad, está en uno de los mejores momentos de su historia. No sé si lo mejor de ella en lo tocante al mundo de los valores será duradero. Pero hoy atraviesa por un buen momento sobre el que puede y debe apoyarse una buena política.
Esta es la cuestión. Actualmente, la sociedad es mejor que la política.
Ahora se trata de ver si hay política para esta sociedad. Una política inclusiva, solidaria, igualitaria, dialogante, audaz para contrarrestar las presiones de los poderes económicos y financieros españoles e internacionales, con una voz propia en Europa.
¿Acertará el mundo político oficial a descifrar los mensajes que ha enviado la sociedad el día 28?
¿Conseguirá entender a la España real?
¿Logrará ser digno de ella?
La España de la campaña electoral ha chocado con la España de las urnas; la primera no ha estado a la altura de la segunda.