La muy oportuna iniciativa del Ayuntamiento de Barcelona de ofertar un servicio público para atender empastes, extracciones y limpieza dental, destinado preferentemente a aquellos ciudadanos que no pueden pagar los precios de mercado, es una excelente ocasión para poner encima de la mesa un asunto poco aireado de nuestra cobertura sanitaria.
Un asunto que nos permite ver a qué conduce la no existencia de cobertura por la Seguridad Social de una necesidad básica sanitaria, y su correlativa atención pura y dura por empresas privadas. Analizaremos para ello brevemente qué efectos está teniendo esta disyuntiva en los niveles de salud bucodental de la población según su nivel socioeconómico. Comprobaremos si la desigualdad de niveles de ingresos implica un desigual acceso a los tratamientos dentales.
La mayoría de los tratamientos disponibles para una óptima conservación bucodental no están disponibles por parte de nuestro Sistema Nacional de Salud (de acceso universal y financiado por impuestos), una situación que algunos quisieran convertir en norma para otros tratamientos. Que el paciente pague todo o parte del tratamiento de su bolsillo y que, como contrapartida, pague menos impuestos. Es lo que los neoliberales venden a quien se lo quiera comprar. Veremos en lo que sigue que para buena parte de la población con menores recursos tal cosa supone un grave deterioro de sus condiciones sanitarias.
Los datos que utilizaremos para ello proceden de la Encuesta Nacional de Salud en España para 2017, elaborada por nuestro Ministerio de Sanidad. Dicha encuesta detalla su información para seis grupos o clases sociales. Para simplificar recogemos la información relevante por un lado para un grupo superior o clase alta formado por directores, gerentes y ejecutivos de empresas (I y II en sus tablas de datos) y, por otro lado, para un grupo inferior o clase baja formado por trabajadores no cualificados o semicualificados (V y VI en dichas tablas). Un desigual nivel social que en España está viendo cómo se amplifica de forma galopante en lo relativo al nivel de ingresos de unos y otros.
Presentaré la situación para cada una de dichas clases (alta o baja) de determinados atributos de la salud bucodental (sin cobertura pública) en relación a la situación para algún otro aspecto sí cubierto por nuestro Sistema Nacional de Salud.
En un primer gráfico observamos como un riesgo cubierto por la sanidad pública (la vacunación antigripal) se concreta en un porcentaje de población muy semejante beneficiado en la clase alta (16,4%) y en la baja (18,4%). Sin embargo, comprobamos que el atributo bucodental de si el encuestado conserva todos sus dientes recoge un rotundo nivel superior en la clase alta (el 34,2% de la población los conserva) que en la clase baja (23,7%): muy igualado el aspecto cubierto públicamente y muy desigual el que se resuelve por el mercado y los precios.
El segundo ejemplo significativo de salud bucodental se refiere al porcentaje de población que tiene piezas dentales empastadas según la clase social. De nuevo observamos que el porcentaje es muy superior en las clases altas (74,6%) que en las bajas (61,5%). Una asimetría que de nuevo contrasta con el muy semejante acceso a una prestación sí cubierta por la sanidad pública: realizar analíticas, pues en los dos casos, sea clase alta o baja, estamos alrededor del 64%. Y desde luego tal cosa nada tiene que ver con que la presencia de caries sea menor en la clase baja: porque la encuesta nos informa de que sucede justo lo contrario (14% en la clase alta y 28% en la clase baja).
El tercer ejemplo tiene que ver con el mayor o menor uso de un servicio sanitario concreto. Por un lado, la visita al dentista que debe pagar de su bolsillo y por otro el uso de las urgencias hospitalarias cubiertas por la sanidad pública. Más de lo mismo. Mientras en el primer caso la asimetría es muy acusada (un casi 50% de la población de clase baja hace más de un año que no va al dentista, mientras que en la clase alta es un 32,5%) en la utilización de las urgencias el uso está muy equilibrado en ambas clases (28,8% y 32,9%).
La encuesta del Ministerio de Sanidad ofrece otro resultado inequívoco para explicar las más frecuentes visitas al dentista en una y otra clase (y por tanto el mayor porcentaje de empastes o de conservar todos los dientes): que mientras solo para el 5% de los miembros de la clase alta el dentista es inaccesible por motivos económicos, para el caso de la clase baja el porcentaje asciende al 20%. Cuatro veces más.
En resumen: la no cobertura pública explica en buena medida que para la clase baja sus atributos de calidad bucodental sean peores que para la clase alta. Y que, por tanto, su inclusión en algún tipo de oferta pública (universal con cargo a impuestos o, al menos, a precios inferiores a los de mercado como se quiere hacer en Barcelona) mejore la equidad de tal aspecto sanitario entre las clases sociales españolas.
Algo que se comprueba que ya sucede en otros atributos básicos de asistencia pública sanitaria que recogemos, ya de forma resumida, en el siguiente recuadro:
Pues ya sea en lo relativo a la frecuencia de visitas a especialistas, en el número de ingresos hospitalarios o en la realización de sofisticadas pruebas diagnósticas su uso y acceso es hoy muy semejante en los dos extremos sociales considerados. Un acceso igualitario que sería impensable si hubiese que abonar parte o todo el coste del servicio como ahora sucede con la salud bucodental.
Es por eso que la salud bucodental debe incorporarse progresivamente al sistema público, si se comparten y apoyan los logros de equidad social que ya hemos conseguido en otros valiosos aspectos sanitarios. Solo así se podrán compensar las desigualdades en el acceso y uso de estos servicios derivadas de los niveles desiguales de ingresos de las distintas clases sociales, desigualdades de acceso a servicios que el mercado y los precios traducen en una muy real pobreza dental en España.
Todo ello sin obviar que una adecuada educación alimentaria (en lo relativo a la seguridad, sanidad, morbilidades o calidad ambiental) sería hoy por hoy mucho más prioritario: que ocupase horarios de máxima audiencia en nuestros canales de televisión pública, mientras que los muy competitivos master chefs ayudan poco en este sentido. Pongamos por caso en todo lo relativo a bebidas y alimentos azucarados o a consumo de dulces, frente a frutas frescas o verduras. ___________Albino Prada es Doctor en Economía y miembro de ECOBAS y ATTAC
La muy oportuna iniciativa del Ayuntamiento de Barcelona de ofertar un servicio público para atender empastes, extracciones y limpieza dental, destinado preferentemente a aquellos ciudadanos que no pueden pagar los precios de mercado, es una excelente ocasión para poner encima de la mesa un asunto poco aireado de nuestra cobertura sanitaria.