Trump ha ganado por goleada las elecciones a la Presidencia de los Estados Unidos de América, con el lema Make America Great Again (Maga). A partir de ahora veremos análisis que intentan explicar la contundencia de esta victoria sobre la base de razones estrictamente coyunturales: la inflación, la escasa popularidad de la Presidencia de Biden, el hecho de que Kamala Harris entrara en la carrera electoral tarde, de que sea mujer, su origen étnico, etc. No creo, sin embargo, que la victoria de Trump tenga nada de coyuntural. Al revés, tenemos que acudir a explicaciones más amplias, de tipo estructural, para entender qué es lo que está pasando. Y no solamente en Estados Unidos; también en el resto del mundo, Europa incluida. En efecto, de acuerdo con la V-Dem (uno de los índices sobre el estado de la democracia más importantes del mundo), en 2003 un 50% del mundo vivía en regímenes democráticos. En la actualidad (los datos son de 2023) solamente un 29% de la población vive en democracia. El resto, lo hace en regímenes autocráticos. La democracia está en retroceso en todo el mundo.
Las explicaciones tradicionales sobre la emergencia y los buenos resultados que está obteniendo el populismo en el mundo (Maga lo es de manera exponencial) han roto completamente sus costuras. Dichas explicaciones eran una mezcla de variables socio-económicas y movimientos migratorios. Serían las clases más amenazadas por la situación económica y por el impacto de la inmigración las que estarían votando a las opciones populistas. Sin embargo, sabemos que el voto a Trump y a Maga es bastante transversal: une a clases sociales altas, medias y bajas, y a blancos, hispanos y afro-americanos. ¿Cómo es posible esta convergencia?
Es posible esta convergencia si contextualizamos por un momento lo que está pasando en el mundo. Para empezar, estamos observando desde hace ya un tiempo síntomas claros de agotamiento del sistema económico. El capitalismo funcionó aproximadamente desde el fin de la segunda guerra mundial hasta aproximadamente la caída del muro de Berlín. Pero a partir de los años 90 entró en crisis, lo que significa una cosa muy concreta: ya no fue capaz de atender a sus promesas de progreso. La promesa fundamental del sistema capitalista se resumía en un lema: mis hijos van a vivir mejor de lo que yo lo he hecho. Esto ya no es así, muy posiblemente nuestros hijos vayan a vivir mucho peor de lo que nosotros hemos vivido. Esto explica lemas como el Make America Great Again. Es interesante observar cómo la mayor parte de la gente se centra en las tres primeras palabras y se olvida de la expresión que es en realidad la clave en esta frase: again. Es decir, lo que Trump promete es que, de nuevo, nuestros hijos van a volver a vivir mejor que nosotros. Esto es altamente improbable, claro, pero da igual: el mensaje conecta con el miedo de mucha gente a que ello no vuelva a ser así nunca jamás en la vida.
Miedo e incertidumbre que se aceleran ante transformaciones como el cambio climático o la irrupción de la Inteligencia Artificial en nuestras vidas. El cambio climático es una realidad que está para quedarse (prefiero no hacer una referencia a la Dana de Valencia por respeto a las víctimas). Ante esa situación, ante la incertidumbre de qué es lo que pasará en los próximos años como consecuencia del cambio climático, la gente reacciona con miedo, con terror incluso. Miedo y pánico que se expresan de manera perfecta a través del negacionismo: cuando no quieres reconocer un problema, cuando te agobia, qué mejor estrategia que la de meter la cabeza debajo de la tierra, como el avestruz. Negar el problema no resuelve nada, claro está, pero al menos genera un cierto sentimiento de satisfacción al pensar que estamos en un mundo mejor de lo que los aguafiestas de los progresistas nos quieren hacer ver. Miedo, e incertidumbre, que se expresa también ante los cambios que traerá consigo la Inteligencia Artificial. No sabemos cuál será el impacto de los sistemas y modelos de IA en nuestros trabajos, en nuestras relaciones, en nuestras familias, en nuestra economía, en nuestras ciudades, en nuestros centros académicos… más que generar la esperanza de que quizá la IA pueda resolver muchos de los problemas que el sistema económico y el cambio climático nos plantean, la IA está generando un nuevo tipo de incertidumbre con la que no sabemos cómo lidiar.
El miedo y la incertidumbre explican la emergencia del populismo de derechas no solamente en Estados Unidos, sino en el resto del mundo. Se trata de una ola imparable, que va a llegar a Europa, que está llegando ya
No quiero decir con esto que las incertidumbres que plantea la transformación de nuestros sistemas económico, ecológico y tecnológico sean fruto del populismo. No: son objetivas. Pero bien explotadas (pensemos simplemente en lo que hace todos los días el jefe de una de las redes sociales más importantes del mundo, uno de los apoyos más firmes de Trump) acrecientan la sensación de terror ante lo que pueda venir. Y cuando el terror se expande el que gana es el que plantea soluciones que la gente pueda entender de manera relativamente sencilla. Tranquilos, voy a hacer que América sea grande de nuevo. Tranquilos, voy a hacer que el mundo sea grande, de nuevo.
El miedo y la incertidumbre explican la emergencia del populismo de derechas no solamente en Estados Unidos, sino en el resto del mundo. Se trata de una ola imparable, que va a llegar a Europa, que está llegando ya a la Unión Europea, la tendremos aquí en cuestión de minutos. Y vamos a tener que vivir con ella durante mucho tiempo, puesto que estamos en un interregno entre un mundo que ha muerto y otro que todavía está por nacer y que no sabemos qué aspecto va a tener. En tanto en cuanto nos encontremos en este limbo, el populismo campará por sus respetos con toda su fuerza.
Quiero acabar este artículo con un mensaje positivo: quizá la respuesta para combatir al miedo esté en la expansión del conocimiento. El conocimiento no te da las claves para volver a la tranquilidad, pero al menos te permite entender que ésta no es la única vez que el mundo se ha enfrentado a profundas transformaciones. Si echamos la vista atrás y analizamos los datos, lo que vemos es que, hasta ahora al menos, la humanidad ha salido airosa de todas las pruebas a las que la historia le ha ido sometiendo. Quizá esta vez sea diferente, quien sabe. Pero quizá no. Y esa es la baza con la que tenemos que contar.
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Antonio Estella es catedrático Jean Monnet "ad personam" de Gobernanza Económica Global y Europea en la Universidad Carlos III de Madrid.
Trump ha ganado por goleada las elecciones a la Presidencia de los Estados Unidos de América, con el lema Make America Great Again (Maga). A partir de ahora veremos análisis que intentan explicar la contundencia de esta victoria sobre la base de razones estrictamente coyunturales: la inflación, la escasa popularidad de la Presidencia de Biden, el hecho de que Kamala Harris entrara en la carrera electoral tarde, de que sea mujer, su origen étnico, etc. No creo, sin embargo, que la victoria de Trump tenga nada de coyuntural. Al revés, tenemos que acudir a explicaciones más amplias, de tipo estructural, para entender qué es lo que está pasando. Y no solamente en Estados Unidos; también en el resto del mundo, Europa incluida. En efecto, de acuerdo con la V-Dem (uno de los índices sobre el estado de la democracia más importantes del mundo), en 2003 un 50% del mundo vivía en regímenes democráticos. En la actualidad (los datos son de 2023) solamente un 29% de la población vive en democracia. El resto, lo hace en regímenes autocráticos. La democracia está en retroceso en todo el mundo.