El humor no tiene límites, los tienes tú

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Alex O'Dogherty

No recuerdo el momento exacto en el que empecé a medir las palabras. Pero sé que, en cuanto me di cuenta, me puse a escribir IMBÉCIL. Gracias a este espectáculo, descubrí dónde estaban los tan famosos límites del humor.

No han sido pocas las horas que le he dedicado a pensar en estos límites. Hace 21 años que me dedico a la comedia, y no había escuchado esa expresión hasta hará unos cuatro o cinco. Así que los quince primeros años de mi vida como cómico jamás pensé en eso. Y, aunque yo no fuera un cómico que dijera muchas cosas conflictivas, jamás me había planteado la posibilidad de si un chiste pudiera ofenderle o no a alguien. Y, mucho menos, que pudiera acarrear consecuencias de tal calibre.

Y, de repente, empezaron a pasar los casos: César Strawberry, Rober Bodegas, Dani Mateo, Iggy Rubin… y David Suárez. Entre otros.

Asistía sorprendido a linchamientos públicos por chistes (buenos o malos) y las consecuencias que traía cada caso. En todos, las consecuencias me han parecido desmedidas, porque (y esto hay que reconocerlo) los ofendidos son gente muy generosa. Muy generosa. Siempre devuelven diez veces más de lo que reciben. Y si pueden, y te encuentran por la calle, te la calzan.

Me ponía en su lugar y me horrorizaba la idea de tener que vivir lo que habían tenido que vivir por un chiste. No sé si lo hubiera podido soportar. Yo, que me desvelo cuando leo un tuit negativo… Eso, creo, provocó que empezara a medir mis propias palabras y las cosas que comentaba en redes. Más de una vez me vi borrando lo que acababa de escribir. Y me di mucha pena.

Entonces empecé a pensar en esos límites que la gente empezaba a reclamar. Esa línea que no se podía cruzar. Primero me di cuenta de que a mucha gente no le gustaba que hicieras bromas con su pueblo, o su lugar de origen. Así que, fuera chistes de cualquier pueblo o nacionalidades.

Luego me di cuenta de que tampoco hacía mucha gracia a la gente que te metieras con su gremio. Por tanto, fuera chistes de profesiones.

Insultar a las madres tampoco es buena idea. Las etnias mejor dejarlas en paz y las banderas… que ondeen al viento tranquilitas.

Lo de Dios, por supuesto, y con Mahoma no te atreves.

Y así podríamos seguir hasta el infinito. Sumando una tras otra. Porque todos esos mandamientos se resumen en uno solo: “Te puedes meter con lo que quieras MENOS CON LO MÍO”. Y si todo el mundo, y me refiero a todo el globo, pusiera en práctica esa norma, se acabaría el humor, y os iba a hacer reír…

Todos tenemos algo que nos molestaría o no nos haría mucha gracia que bromearan con ello. Aunque sea un poquito. A mí el primero. A mí, por ejemplo, no me hacen ninguna gracia los chistes sobre Ukeleles o Alex Ubago. Y me joden profundamente las bromitas con la cerveza Cruzcampo.

Porque es lo mío.

Y ahí fue cuando descubrí dónde estaban los límites del humor. Y descubrí que el humor no tiene límites. Los tienes tú. Y tú, y tú, y tú… y yo. ¡Lo acabo de decir! A mí hay chistes que me molestan. Y cómicos que no me gustan y me molestan. ¿Y sabéis lo que hago cuando veo a un cómico que no me gusta o me molesta? ¡Me jodo! Cambio de canal, le hago unfollow o me voy a ver a otro cómico que me guste y me divierta.

No le monto un change.org para que abandone el país y no pueda subirse más a un escenario, no le mando al Ku Klux Klan para que le queme la casa con la familia dentro, ni le mando una bomba casera al teatro donde actúa, como le hicieron a Leo Bassi.

Simplemente me jodo. Soy así de original. Porque he descubierto yo solo, sin la ayuda de nadie, que no me puede gustar Todo el Mundo. Y también solo, sin la ayuda de nadie, he descubierto que yo no le puedo gustar a Todo el Mundo (aunque eso me ha costado un poco más de trabajo aceptarlo).

Todos esos cómicos, y algunos otros que no he nombrado, si merecían ser castigados, que no lo creo, desde luego que ya pagaron con creces el castigo, gracias a la generosidad de los ofendidos.

Ahora se le pide cárcel a David Suárez por un chiste, que me da igual si era bueno o malo. Ofensivo o no. Se le pide cárcel por un chiste. Y si lo que recibieron los demás me parecía excesivo, imaginad lo que me parece esto.

Leí con estupor este verano la noticia del asesinato del cómico afgano Nazar Mohammad. Los talibanes le cortaron el cuello por hacer chistes sobre ellos. Seguro que le habían dicho: “Con los talibanes no te atreves”.

¿Merecía la muerte Nazar Mohammad?

Seguramente pensáis que no.

¿Merece la cárcel David Suárez?

Si pensáis que sí, no sois mucho mejores que los talibanes.

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Alex O'Dogherty es actor, músico, monologuista y presentador. ​

No recuerdo el momento exacto en el que empecé a medir las palabras. Pero sé que, en cuanto me di cuenta, me puse a escribir IMBÉCIL. Gracias a este espectáculo, descubrí dónde estaban los tan famosos límites del humor.

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