Vivimos tiempos atropellados, de un mundo en quiebra consecuencia de un modelo económico que ha supuesto un alto coste para la gente trabajadora y los recursos del planeta. Un tiempo en el que el capitalismo muta y se reordena para que las élites no pierdan sus privilegios.
Las fuerzas reaccionarias marcan las agendas y derriban los grandes consensos forjados después de la Segunda Guerra Mundial. La autodenominada "comunidad internacional" –a la que deberíamos oponer una red de comunidades internacionalistas– ha cerrado los ojos ante la continua violación de los derechos humanos, llegando al punto de hacer posible lo que parecía imposible: el genocidio en directo que Israel está cometiendo contra el pueblo palestino en Gaza.
La Europa de los halcones, que en tiempos de los primeros recortes era tan fundamentalista con los mandamientos de su teología económica, ahora muestra una increíble fascinación por la escalada bélica y armamentística. Los recursos que no pueden ser invertidos en la reconversión ecológica de nuestro modelo productivo, pueden ser donados a los comerciantes de armas y muerte.
Incluso en España, donde la movilización popular ha permitido que la coalición progresista continúe gobernando, las fuerzas reaccionarias penetran en los imaginarios generando fantasmas que operan en el sentido común de la gente, creando miedo, crispación e inseguridad. A esto hay que oponer con fuerza nuestro sueño de una sociedad de iguales.
Es este el contexto en el que afrontamos nuestro debate asambleario, en el que debemos abordar la cuestión de la nueva dirección de Izquierda Unida, pero donde, sobre todo, estamos comprometidos a construir y fortalecer una propuesta concreta para la izquierda anticapitalista. En estos últimos años, el gobierno de coalición ha tenido el mérito de impulsar medidas que han permitido la construcción de una red de protección para la ciudadanía más afectada. Sabemos que no habría sido posible llevar adelante todas estas medidas sin la presencia de la izquierda transformadora en las instituciones, pero al mismo tiempo somos conscientes de que la solución a los retos que enfrentamos no puede limitarse a medidas de contención. A la crisis capitalista no se le puede responder con medidas capitalistas. Afrontamos estos grandes debates sin olvidar otro elemento esencial de los últimos años: la política de alianzas.
Izquierda Unida deberá contestarse de forma inaplazable, desde la reflexión y la templanza, qué papel debe jugar en la configuración del campo de la izquierda política del país.
Somos las tejedoras, con hilo rojo, violeta, verde y blanco. De ahí venimos. Nuestra fuerza no proviene de las élites que a regañadientes avalan nuestras demandas de cambio, sino de nuestra presencia en los municipios y en todos los territorios del país. Es ahí donde nace y se despliega nuestro laboratorio de experiencias exitosas, el que nos acredita como la fuerza capaz de tener un proyecto convincente de país y de vida: porque donde gobernamos, la gente vive mejor. Y es por esto que estamos en las instituciones: no como visitantes ocasionales, sino cómo legítimos habitantes. No necesitamos pedir permiso a quienes hasta ahora se sentían dueños, nuestro poder viene de la mayoría social organizada, porque nosotras somos una fuerza política de la gente trabajadora. No representamos a la clase trabajadora, somos una facción organizada de la clase trabajadora.
No necesitamos pedir permiso a quienes hasta ahora se sentían dueños, nuestro poder viene de la mayoría social organizada, porque nosotras somos una fuerza política de la gente trabajadora. No representamos a la clase trabajadora, somos una facción organizada de la clase trabajadora
Es por ello que nuestros cimientos se sostienen sobre el trabajo militante y sobre la diversidad de los territorios, de las federaciones, que representan nuestro proyecto político
Por eso nuestra principal tarea debe ser la de seguir vertebrando desde abajo, politizando la vida cotidiana. La lucha política debe vibrar con intensidad dentro y fuera de las instituciones. Nuestra presencia en las administraciones, desde los municipios hasta el Gobierno, pasando por parlamentos y gobiernos autonómicos, garantiza que en estos espacios resuenen las razones de la mayoría social, sus necesidades y sus soluciones. Sin embargo, nuestros objetivos no pueden ser delimitados y determinados por los ciclos electorales. Quizás más que nunca la política sea eso que sucede en las luchas de cada día: en el barrio donde los servicios públicos se están desmantelando, en un trabajo donde las condiciones laborales son insoportables, defendiendo nuestros territorios o simplemente construyendo espacios comunitarios para disfrutar de la vida.
Necesitamos unidad, síntesis, pero no tener miedo a las discrepancias políticas: solo desde la pluralidad y la deliberación podemos generar la inteligencia colectiva necesaria para reforzarnos. Practiquemos la discusión de ideas en su poder creativo, pero no cedamos al dispositivo malicioso del autoritarismo capitalista: el de la crispación, de la polarización.
Izquierda Unida puede y debe elaborar un programa de mínimos exigente, sin renunciar a un programa de máximos que alumbre un mundo nuevo. Nos lo han enseñado la lucha de clases y el feminismo: a desear y pelear. Nos han enseñado que cada cuerpo y cada territorio cuentan, que el poder de las que nada tienen nace de todas y se ejerce en comunidad para cambiar las cosas. Que más allá de las lógicas masculinas y de los amos que se apoderan de los espacios públicos y privados, existe otra forma de mirar y tejer el mundo: desde la rebeldía de la empatía. Tenemos la ambición de cambiar las reglas del juego que nos encorsetan.
Tenemos la responsabilidad histórica y política de no dejarnos aplastar por quienes nos dicen que no hay alternativas. Debemos imaginar lo imposible con creativa irreverencia, convertirlo en posible con alegría valiente y avanzar con tenacidad cooperativa para finalmente hacerlo brotar como algo real. ¿Por dónde empezar? Hacer de Izquierda Unida la casa de todas las luchadoras y luchadores: nunca refugio en el que esconderse, más bien un hogar desde el que partir y al que regresar para tener la fuerza de salir a luchar por la justicia calle por calle y barrio por barrio.
Vamos a iniciar una nueva etapa para reforzar la Izquierda Unida de todas y todos: de toda la militancia y de todos los territorios, desde los principios republicanos de federalidad y fraternidad.
¡Arriba las que luchan!
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Sira Rego es ministra de Juventud e Infancia en el Gobierno de España y candidata a liderar Izquierda Unida.
Vivimos tiempos atropellados, de un mundo en quiebra consecuencia de un modelo económico que ha supuesto un alto coste para la gente trabajadora y los recursos del planeta. Un tiempo en el que el capitalismo muta y se reordena para que las élites no pierdan sus privilegios.