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Este año se cumplirá un siglo de la fundación del Partido Comunista de China (PCCh) en 1921. Partido que emergió tanto al rebufo de la revolución rusa del año 1917, muy particularmente entre estudiantes chinos en el extranjero, como por el prolongado declive social y nacional de aquel país; declive en nada ajeno a los negocios de las potencias imperialistas de la época (desde Japón a Estados Unidos, pasando por Reino Unido y otros países europeos).
Finalizada la Segunda Guerra Mundial, todos los factores que explicaron su nacimiento, y ante la ausencia de alternativas, convergerán para abrir camino a su llegada al poder en aquel inmenso país. Una situación que se mantiene ininterrumpidamente desde entonces.
Siete décadas del PCCh al mando del Gobierno de China que resumiremos aquí en un breve análisis desde la perspectiva económico-social. Lo que creo tiene gran interés, pues a nadie se le escapa que hoy China condiciona múltiples aspectos del devenir de las sociedades del resto del mundo.
De entrada, como recogemos en un primer gráfico, la muy buena noticia es que China ha recuperado en estas siete décadas un nivel de riqueza media por habitante que se había deteriorado ininterrumpidamente durante nada menos que dos siglos, hasta el año 1950.
Fuente: elaboración propia con Maddison (2002: 263) y PNUD (2018).
En el período en el que Mao dirige el PCCh y el país (1950-1973), al menos se habría detenido ese declive. Algo en sí valioso, dado tanto el crecimiento económico medio a escala mundial en esos años como el crecimiento demográfico en China. Pero será a partir de los años 80 cuando, con las reformas económicas y las políticas de control de la natalidad de Deng Xiaoping, se acelere ese proceso de convergencia.
Los datos de Naciones Unidas para 2017 sitúan el ingreso medio en China en 15.270 dólares mientras la media mundial era de 15.295 dólares. Todo un éxito. Lo que es un logro descomunal a nivel planetario porque China supera la población del conjunto de los países de la OCDE.
Bien es cierto que para igualar la media de los países de la OCDE aún debe más que duplicar esa cifra (son 39.600 dólares, repárese en que España aún no lo ha logrado a día de hoy).
La estrategia de máximo crecimiento
¿Cómo ha ido recortando China la brecha de ingreso nacional por habitante respecto a la media mundial? En una comparativa actual con el conjunto de la Unión Europea (que presentamos en un segundo recuadro de datos) se observa que el modelo de crecimiento chino no estaría tanto basado en la demanda externa como en un gigantesco esfuerzo en inversión productiva (desde infraestructuras o edificios a zonas industriales). Pues en 2016 ese esfuerzo duplicaba la parte del PIB que en la UE destinamos al crecimiento futuro (esa es la función de la formación de capital, FBCF).
Fuente; elaboración propia con Eurostat e INECh
También con ese 44% estaría muy por encima del 24% de esfuerzo inversor medio mundial (datos del Banco Mundial). Repárese en que una economía como Estados Unidos se mantendría en el entorno del 20% desde el año 1965, mientras el país asiático desde los años 70 siempre ha superado el 30 %, llegando incluso al 40 % de forma casi permanente desde el año 2010.
No obstante, esta progresión inversora, que explica sus altas tasas de crecimiento anual y su creciente ingreso nacional por habitante, tiene dos contrapartes problemáticas.
Por un lado, un menor consumo de los hogares (allí 39%, en la UE un 55% del PIB) a causa de unas retribuciones al trabajo muy reducidas que, por otra parte, explican los mayores excedentes de las empresas (privadas y públicas) para inversión-formación de capital. Y, por otro lado, un menor consumo público (allí 14%, en la UE un 20% del PIB) a causa de un menor esfuerzo en servicios de cobertura universal y pública (sanidad, educación, desempleo, etc.) lo que, también por otra parte, les da margen para una mayor capacidad inversora del Estado.
Se estaría intercambiando así, valga la expresión, más crecimiento actual y futuro por un menor nivel de bienestar actual (consumo y servicios públicos) de la población.
Un modelo que no impide, todo lo contrario, que una parte minoritaria de la población saque ya jugosos rendimientos mientras la mayoría se ha de conformar con que poco a poco y, sobre todo, en el futuro se verán los frutos de tal esfuerzo y renuncia.
Sobre las bondades del modelo para una parte minoritaria baste señalar que, según el PNUD (2018), entre 2010-2017 la desigualdad entre quintiles de ingreso (entre el 20% más rico y el más pobre del país) era en China de 9,2 veces frente a 9,4 veces en EE.UU., lo que también se confirma para el 10% más rico con datos de la OCDE (2019: 58). Son indicadores de desigualdad muy superiores a los observados en la UE.
De manera que el hecho de que en China hoy, siendo un país mucho menos rico que Estados Unidos (una sociedad de mercado pura y dura), la brecha de desigualdad social sea semejante nos indica que, aparte de un drenaje de excedentes empresariales y ahorro público para inversión, la austeridad salarial y laboral generalizada también se drena hacia esa minoría.
Una minoría enriquecida que poco o ningún interés va a tener en una cobertura pública y universal de la enseñanza o la sanidad que se puede pagar perfectamente de su bolsillo. Y que, por tanto, muy poco interés tendrá en alimentar un sistema fiscal progresivo y con capacidad de cubrir servicios públicos universales.
En un último gráfico observamos cómo ambas cosas están sucediendo en China, puesto que los ingresos públicos como porcentaje del PIB se sitúan incluso por debajo de los muy neoliberales Estados Unidos, de la media mundial y, no digamos, muy lejos de la media de la Unión Europea.
Fuente: elaboración propia con datos FMI (2020).
Sólo una política fiscal y de ingresos públicos (singularmente para las rentas altas) y una muy reforzada política de rentas salariales y derechos laborales, permitirían mejorar el bienestar actual de la mayor parte de la población. Y no solo de los situados por debajo del umbral de pobreza.
Pero con seguridad eso sería solo posible a costa de los actuales beneficiarios del modelo (los más ricos, las rentas no salariales,… tanto internos como externos) y, al mismo tiempo, reequilibrando la abultada asimetría actual entre consumos de lujo más gastos de inversión por un lado y, por otro, las necesidades básicas (alimentos, vivienda, sanidad, educación, salubridad) de la mayor parte de la población.
Repárese en que China, que duplicaba el ingreso medio de Cuba en 2019, se situaba (posición 85ª) quince posiciones por debajo de Cuba (posición 70ª) en el ranking mundial de desarrollo humano que elabora Naciones Unidas teniendo en cuenta, además del ingreso, la escolaridad y la esperanza de vida. Ucrania, también con menor nivel de ingresos que China, ocupa la posición 74ª en desarrollo humano.
Horizonte para China 2025: ¿Más desarrollo social con menos crecimiento?
Llegados a este punto la buena noticia es que en el recién aprobado Plan de Desarrollo Económico y Social para China hasta el año 2025 parece asumirse una progresiva desaceleración del vertiginoso crecimiento previo para enfrentar aspectos cualitativos del mismo. Pues, sin abandonar el esfuerzo inversor, que ahora parece reorientarse de lo material a la I+D, pasan a primer plano objetivos e indicadores relativos al bienestar social y a la sostenibilidad ambiental. Una asignatura, como hemos visto aquí, a todas luces pendiente, que parece querer enfrentarse en los próximos años.
Tal reto se conjuga con otro no menos llamativo: la autosuficiencia (resiliencia en lenguaje occidental). Pues si bien la dimensión de China es una oportunidad obvia en ese sentido, su dependencia (energética o tecnológica) es contemplada como una amenaza incluso a su seguridad nacional.
Ver másEstados Unidos y China, un mismo sistema
De ambos objetivos (autosuficiencia estratégica y desarrollo inclusivo) debiéramos tomar buena nota en la Unión Europea.
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Albino Prada acaba de publicar “El regreso de China. ¿Chimérica o Telón Digital?” (Mundiediciones) y en fechas próximas verá la luz su nuevo ensayo “Riqueza nacional y bienestar social. Más desarrollo con menos crecimiento”
Este año se cumplirá un siglo de la fundación del Partido Comunista de China (PCCh) en 1921. Partido que emergió tanto al rebufo de la revolución rusa del año 1917, muy particularmente entre estudiantes chinos en el extranjero, como por el prolongado declive social y nacional de aquel país; declive en nada ajeno a los negocios de las potencias imperialistas de la época (desde Japón a Estados Unidos, pasando por Reino Unido y otros países europeos).
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