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La presión de Feijóo lleva al PP europeo a poner en jaque el funcionamiento de las instituciones de la UE

Mazón, cadáver político

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Òscar Banegas

Que Mazón no estaba donde tenía que estar el fatídico día clave es una obviedad que ya no admite discusión. Que desapareció cinco horas, en una comida primero dijo que particular y después de trabajo en la que a buen seguro hubo café y puro, y que llegó dos horas tarde a la reunión del gabinete de crisis es otra evidencia imbatible. Que la situación lo tiene completamente superado y en shock, y que sus intentos de eludir responsabilidades son vanos y patéticos lo demuestra el hecho de que no solo ha sido incapaz de prevenir a la población de la riada, sino, y muy especialmente, de gestionar la catástrofe, y esto le perseguirá el resto de la legislatura y de su vida, no solo política. Estoy convencido de que habrá un antes y un después de este desastre ambiental sin precedentes, y la pregunta básica que la sociedad valenciana se hace a estas alturas es si se habrían podido evitar muchas muertes si él y su equipo hubieran actuado de otra manera. La respuesta también parece demasiado evidente.

Sí, su irresponsabilidad se ha llevado por delante muchas vidas. Porque Mazón y su desgobierno se pueden creer o no el cambio climático, pueden pactar con los negacionistas de VOX y eliminar, mano a mano, la Unidad Valenciana de Emergencias, pueden recortar diecisiete millones de euros en la partida dedicada a las emergencias respecto al presupuesto del año 2023 (como dice el dicho popular, lo barato sale caro), puede nombrar como director general de esa área a un exalcalde con experiencia en el mundo de los toros, puede tener como consejera de Justicia e Interior a una señora que asegura que desconocía la existencia del sistema ES-Alert (¿alguien se imagina al director de un hospital diciendo que no sabía que tienen quirófanos o sala de rayos X?), incluso nos regalaron el primer gobierno autonómico de España con la ultraderecha, pero nunca tenían que haber ignorado las alertas de los científicos ni las llamadas de los alcaldes de los pueblos de las zonas altas que les retransmitieron en directo la situación. Habrá una investigación política y judicial que dirimirá las culpas de tanta negligencia en un gobierno de la Generalitat infame que no ha sabido dirigir ni antes, ni durante ni a posteriori del episodio.

¿Cómo es posible que diez días después de la tragedia hubiera casas en Algemesí con medio metro de barro solidificado y que la gente continuara autoorganizándose para quitarlo, o que las calles de Benetússer siguieran impracticables llenas de montañas de basura y coches? Desgraciadamente, esta es todavía la tónica general en muchos de los pueblos afectados. ¿Cómo se explica que en el siglo XXI, en la cuarta economía de Europa, miles y miles de valencianos y valencianas hayan pasado días y días rodeados de una putrefacción nauseabunda? ¿Qué hacía el president, además de acusar a la AEMET y a la Confederación Hidrográfica del Júcar y de intentar defenderse de aquello que es indefendible? «Se me hacen algunas críticas tremendamente injustas», considera el alicantino. ¿De verdad cree que son inmerecidas? ¿De verdad no es consciente de que el Gobierno valenciano ha estado completamente ausente durante la hecatombe y los días posteriores? Si es así, este hombre está fuera de la realidad y vive en la estratosfera, y sobre todo quiero pensar que es su incapacidad manifiesta la que no le permite hacer un mínimo de autocrítica.

Aquel martes 29 de octubre, cuando la AEMET había activado la alerta roja desde primera hora de la mañana, Mazón tuvo una reunión con la patronal y los sindicatos en la cual despreció la decisión de las universidades públicas valencianas de suspender las clases, una medida, a su parecer, exagerada porque consideraba una contradicción el cierre de las aulas universitarias y no las de las otras etapas escolares. Hay que decir que, ante su inacción, muchos alcaldes y alcaldesas, el día anterior, decidieron suspender la actividad educativa en muchos colegios e institutos. Pero, ¿qué es peor, que te acusen de exagerado o tener que asumir de por vida los costes brutales de más de doscientos muertos por subestimar la alarma decretada? Evidentemente, más vale prevenir que curar.

La impericia mazónica es de un calibre que su protector Núñez Feijóo, a pesar de que haya dicho en las últimas horas que suscribe todo el relato de su protegido y que este ha dado la cara desde el primer momento (llegar dos horas tarde a la reunión más importante de su mandato porque estaba festeando con la periodista Maribel Vilaplana es, para el líder gallego, estar al pie del cañón), todo el mundo sabe que, en el fondo, está dispuesto a dejarlo caer, y la prueba es que, a pesar de sus impresentables declaraciones al día siguiente de la riada, no hace más que solicitar al Gobierno central que declare la emergencia nacional, lo cual significaría que su niño fuera apartado de la dirección y así no lo tendría que sacrificar él. El PP no puede blanquear a Mazón después de lo que ha hecho, este señor que ha dado cuatro o cinco versiones diferentes de donde estaba mientras sus conciudadanos se ahogaban es una calamidad política, su partido lo ha dejado solo aunque él diga que tiene el apoyo de los barones y que, atención, solo aparentemente, hagan piña a su alrededor, pero es una operación de maquillaje porque la realidad es que ningún presidente autonómico lo ha defendido explícitamente, hablan de él con frialdad y ni siquiera la abogada de las causas injustas, la trumpista Díaz Ayuso, ha dicho ni pío, señal inequívoca de que su compañero lo ha hecho pésimamente.

También hay silencio en Génova 13 sobre la multitudinaria manifestación de Valencia del 9 de noviembre, la primera gran protesta pacífica de los indignados del barro que el administrador de comunidades del PPCV considera politizada desde la izquierda. El auxilio inicial al falsario se apaga poco a poco porque ha hecho de la mentira para ocultar las negligencias y su desastrosa gestión el modus operandi durante estas más de dos semanas. Yo creo que cuanto más obvia es la inhabilidad del títere Mazón, más pone en problemas a Feijóo y más daño hace a su partido, que a la vez hace tacticismo con la desgracia, y esta herida abierta, o la cosen ya, o Mazón se desangrará y morirá políticamente. Quizás es lo que quieren. En menos de quince meses, la derecha ha amortizado al excantante de Marengo. Pero leen muy mal la jugada en Madrid si no reconocen que el Molt No Honorable se ha equivocado, puesto que su mala praxis puede arrastrarlos a ellos también. No es normal que en medio de una gota fría histórica, la urgencia sea ofrecerle la dirección de la radiotelevisión valenciana a una amiga en un reservado de la capital valenciana y sin atender a las llamadas, no ya de la ministra Teresa Ribera (ahora, en un intento desesperado de filibusterimo grosero, tratan de bloquear su nombramiento como vicepresidenta ejecutiva de la Comisión Europea), sino de la propia consejera del ramo. Por cierto, la excusa de la mala cobertura es muy pueril y poco creíble.

Personalmente, pienso que Mazón se ha suicidado políticamente y ha firmado su final estadista con esta dana. Él que llegó a la política para el ja ja ja, para asistir desde el palco a las mascletades de las Fallas y las Hogueras, a la Tomatina de Buñol y a otras fiestas varias, él que quería que los valencianos y las valencianas besáramos el suelo por donde pasa, no ha sabido entender que, en política, hay que estar a las duras y a las maduras, y no solo para la cervecita, las comilonas y la foto. A estas alturas de su deplorable actuación con la que se ha cavado su propia fosa, lo mejor que podría hacer es volver a la música y aspirar a ser el próximo candidato en el festival europeo de la canción, que seguro que le va mejor que como gestor público. Pero primero dimisión, después a la prisión, y al salir, ya viejecito, a Eurovisión. Que tiene que dimitir no lo digo solo yo y los centenares de miles de personas que el pasado sábado salimos a las calles, sino que voces internas del PP nacional aseguran que, cuando todo esté más encarrilado, tiene que dar un paso atrás. Pero da miedo que hayan sacado del banquillo a calentar, de cara al relevo, a la actual alcaldesa de Valencia, lo que demuestra que no son conscientes de que si Mazón es un torpe, Mª José Catalá lo es infinitamente más.

El Pinocho valenciano ha anunciado con muchos días de antelación una comparecencia pública en las Cortes para el día 15 de noviembre que no está planteada como una depuración de responsabilidades, sino como una adecuación de la estructura de gobierno de cara a la reconstrucción y en la que, en todo caso, cesará a su amigo Emilio Argüeso por inepto, a la falaz Salomé Pradas y espero que también a la poco empática Nuria Montes por sus vergonzosas declaraciones y por su falta de sensibilidad. Mientras tanto, busca nuevos argumentos con los cuales defender su ausencia durante la reunión del CECOPI, como por ejemplo, que él no es miembro y que no hacía falta una presencia política para la toma de decisiones tan importantes como el confinamiento de la población, que parece que se puso encima de la mesa aquella tarde. Recordemos que ya hay una primera demanda por inacción contra el Consell, y por eso trata de construir un relato que le pueda eximir de responsabilidades ante la justicia basado en la autonomía de los técnicos en emergencias y en la corresponsabilidad con la que señala directamente al Gobierno central.

A la postre, la riada mortal no era evitable, pero sí lo era la nefasta impasibilidad y la falta de previsión, y por eso Mazón y su tropa de camaradas desaparecidos y de consejeras insensibles y embusteras no pueden seguir ni un minuto más en los cargos públicos que ocupan porque han llegado tarde y mal. Mentiras tan sucias como el mismo barro en el que se regocijan. Bertolt Brecht dijo: «quien desconoce la verdad es un ignorante, pero quien la conoce y la desmiente es un criminal». Cada versión que da este mediocre, falsedad tras falsedad, lo atrapa más en su círculo. Los protocolos de protección civil no funcionan si están en manos de maldad e inoperancia. Son más peligrosos por incompetentes que por corruptos, que ya es. Tenemos una clase política valenciana absolutamente despreciable que no nos merecemos. Gobernar es liderar, y Mazón en ningún momento ha estado a la altura de las circunstancias. ¿Cuánto tiempo más sobrevivirá? No lo sé, pero de momento se ha convertido en un cadáver político errante. Ni olvido ni perdón. Su incompetencia cuesta vidas, nuestras vidas.

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Òscar Banegas es filólogo y trabaja como técnico lingüístico en el Servicio de Lenguas de la Universidad de Alicante.

Que Mazón no estaba donde tenía que estar el fatídico día clave es una obviedad que ya no admite discusión. Que desapareció cinco horas, en una comida primero dijo que particular y después de trabajo en la que a buen seguro hubo café y puro, y que llegó dos horas tarde a la reunión del gabinete de crisis es otra evidencia imbatible. Que la situación lo tiene completamente superado y en shock, y que sus intentos de eludir responsabilidades son vanos y patéticos lo demuestra el hecho de que no solo ha sido incapaz de prevenir a la población de la riada, sino, y muy especialmente, de gestionar la catástrofe, y esto le perseguirá el resto de la legislatura y de su vida, no solo política. Estoy convencido de que habrá un antes y un después de este desastre ambiental sin precedentes, y la pregunta básica que la sociedad valenciana se hace a estas alturas es si se habrían podido evitar muchas muertes si él y su equipo hubieran actuado de otra manera. La respuesta también parece demasiado evidente.

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