Medios públicos y pluralismo, de RTVE a TV3

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Lídia Guinart

Hace ya tres décadas que me licencié en Periodismo. Por aquel entonces, las redacciones bullían en el sentido más literal de la palabra. El ruido de las máquinas de escribir aún se imponía al leve teclear de los ordenadores. Éramos básicamente analógicos. Lo era también la radio y lo era la televisión, lejos de la digitalización actual de los medios.

En las facultades de Ciencias de la Información se enseñaba al alumnado algo de derecho relacionado con el ejercicio de la profesión y algo de ética periodística. El contraste de las noticias era la tabla de los diez mandamientos del periodismo.

Ha transcurrido el tiempo, nos hemos digitalizado, las redes sociales han emergido con fuerza titánica y hablamos de democratización de la información. El acceso a las noticias está al alcance de un clic y la generación de contenidos ya no es exclusiva de los y las periodistas, lo que en ocasiones pone en riesgo la calidad y la veracidad informativa. Paralelamente, y de manera tan necesaria como inevitable, la profesión periodística ha ido transformándose.

Es en este contexto donde los medios públicos cobran un nuevo sentido, el de ser y el de ejercer de auténticos referentes, RTVE está iniciando una senda en la que el horizonte de transformación digital está muy claro. Un horizonte que para nada está reñido con la misión de servicio público de la radio y televisión española. Así lo ha manifestado el nuevo presidente, José Manuel Pérez Tornero, quien reúne el conocimiento académico y la experiencia en el medio, y de cuyas primeras intervenciones en sede parlamentaria se desprende la voluntad de guiar a la Corporación hacia un nuevo liderazgo de la mano de alianzas estratégicas internacionales, imprescindibles en un contexto de economía y comunicación globalizado pero en el que lo glocal, pensar en global y actuar de manera local, algo de lo que empezamos a hablar ya a inicios de siglo, sigue siendo una de las claves para el triunfo y la supervivencia mediática. La digitalización debe estar al servicio de todas las personas y otorgarles capacidad de aportar y demandar para construir una radiotelevisión pública competitiva y de calidad.

El pluralismo, esa palabra mágica, cuesta que aterrice en el día a día de los medios, especialmente si la entendemos en su dimensión más amplia, esto es, el derecho a que la comunicación se preste a través de una diversidad de fuentes y de contenidos, así como a la existencia de diferentes ámbitos de cobertura. Esto incluye tanto el espectro político como el social, el cultural, el territorial y un largo etcétera. El pluralismo pasa también por el uso del lenguaje inclusivo en un mundo en el que las mujeres somos más de la mitad de la población y en el que, en pura lógica, exigimos la mitad de todo. La participación en programas de radio y televisión de personas expertas que sean verdaderamente representativas y no excluyan a ninguno de los dos sexos, también forma parte del pluralismo exigible a los medios de comunicación.

Y qué decir del pluralismo político en los medios. En España tenemos desafortunadamente ejemplos de todo lo contrario. La propia RTVE en su etapa con el PP en el Gobierno, bajo la batuta de José Antonio Sánchez, fue objeto de protestas de las personas trabajadoras y del Parlamento Europeo, que pidió explicaciones al Gobierno de Mariano Rajoy ante las múltiples denuncias de manipulación en los informativos. Telemadrid ha transitado desde la más burda manipulación a la asfixia por falta de financiación. Parece que a Ayuso no le gusta demasiado la televisión autonómica y la falta de financiación dificulta sobremanera su función de servicio público. Pero el paradigma de la falta de pluralismo es sin duda TV3, la televisión pública catalana. Tanto es así que el PSC ha propuesto su refundación y ha presentado un documento que marca la hoja de ruta para recuperar la confianza de una audiencia que ha quedado prácticamente reducida a los más incondicionales del independentismo. La ciudadanía catalana no puede sentir como suyo –pese al eslogan que ha usado en ocasiones la televisión catalana, La teva– un medio público con marcado sesgo ideológico al servicio de los partidos que gobiernan, que ningunea e incluso vapulea a los partidos políticos que no son independentistas y que impregna toda la programación de un universo simbólico que no conoce límites.

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Sin pluralismo no hay servicio público y sin medios públicos competitivos y a la vanguardia no contribuimos a tener más y mejor democracia. ¿Es eso lo que Junts per Catalunya y Esquerra Republicana pretenden?

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Lídia Guinart Moreno es portavoz del Grupo Socialista en la Comisión de Seguimiento y Evaluación del Pacto de Estado contra la Violencia de Género del Congreso. Secretaria de Políticas Feministas de la Federación del Barcelonès Nord del PSC.

Hace ya tres décadas que me licencié en Periodismo. Por aquel entonces, las redacciones bullían en el sentido más literal de la palabra. El ruido de las máquinas de escribir aún se imponía al leve teclear de los ordenadores. Éramos básicamente analógicos. Lo era también la radio y lo era la televisión, lejos de la digitalización actual de los medios.

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