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Miedo a ser políticos en medio de una crisis

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David Acosta Arrés

Las redes, y especialmente algunos medios, están funando (nueva palabra surgida en Internet) o maldiciendo a toda la clase política española (representantes electos, institucionales o  gubernamentales ya fueren autonómicos, municipales y nacionales, junto a esos "despreciables" asesores políticos) debido a la mejorable gestión de la catástrofe causada por la Dana en la Comunidad Valenciana.  

Durante los dos últimos días estuve escuchando (además de las tertulias plagadas de "sabelotodos"  con título) a tiktokers e instagramers, que tienen gran influencia en las nuevas generaciones, insultar a todo el sistema político como tal, a la democracia en particular y a todos quienes gestionan lo público: 

-¿Cómo puede ser que con los impuestos que pagamos, el periodista "tal", el presentador "pascual",  vecinos y vecinas que caminan dos horas y media cargados de picos y palas, sean más rápidos en  proporcionar ayuda que las propias instituciones públicas (alegando que los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado que están actuando en estos momentos son insuficientes)?  

No se escapan en paralelo las comparaciones con la gestión de otros desastres naturales en países como Estados unidos para enfatizar (aún más) en la irresponsabilidad de aquellos/as que en nuestro país toman las decisiones.  

¿Este tipo de reacciones agresivas contra el sistema están relacionadas con la desafección y desmotivación política que ha caracterizado la sociedad española en las últimas décadas? Sí y no... porque, siendo justos, en parte nos merecemos estas críticas.  

La búsqueda de la eterna polémica que sume clicks, la polarización ideológica desmedida que necesita enfrentarse a un supuesto "enemigo", y la masiva exposición pública de cualquier elemento de la realidad visualiza nuestro mundo solo a través del filtro que las redes crean para que la mala gestión de un político sea un meme constante que acabe no con la dimisión de alguien por su irresponsable gestión, sino en la contaminación en paralelo de nuestro modelo de convivencia.

Hemos escuchado durante los últimos días las siguientes frases:  

-La política no sirve para nada. Son todos unos chupópteros.  

-Los parlamentos están plagados de sinvergüenzas. Unas cucarachas que se alimentan de nuestros impuestos, de lo que "pagamos" en demasía, de lo que nos roban, para que después no hagan nada (porque no tienen la preparación necesaria), mientras mantenemos sus "chiringuitos" (que solo hacen ricos a sus "colegas"). 

-El político cobra demasiado para solo hacerse la fotito. 

-Los políticos no estamos para achicar agua

Y todo este odio viene de lejos. De mantras que han ido asociándose a la política como tal. De argumentarios que alimentan a los extremos más populistas

Argumentarios, declaraciones, comportamientos que han ido defendiendo unos y otros por el bien mayor. Reproduciendo conflictos entre quien gana y pierde una elección, quien tiene o no legitimidad para acceder al poder público, quien sabe, puede o tiene la capacidad de gestionar porque es el único/a que posee los conocimientos o experiencia, quien posee los criterios de lealtad y fidelidad que se necesitan para trabajar en la política, etc..  

No quiero escurrir el bulto. Hay que ser ecuánime y crítico pese a nuestra preferencia ideológica. Durante estos días hemos pasado de mantener silencios para solidarizarnos con los valencianos, con mis vecinos y vecinas que sufrieron y sufren las consecuencias de este desastre, a empezar a criticar a los políticos por cualquier razón.  

No dudo que las declaraciones y acciones de Carlos Mazón, Nuria Montes, Margarita Robles,  Alberto Núñez Feijóo, Aina Vidal e incluso Patxi López hayan ayudado. Tampoco el miedo de  algunos que parece que no hacen nada para "no cagarla" y perder credibilidad ante sus hipotéticos votantes. Una visión de la política muy particular y egoísta.  

Más allá de la evidente falta de empatía de unos y otros, el problema respecto a la gestión mejorable de la actual crisis es la falta de iniciativa política por miedo a perder el actual estatus de poder político y mediático

¿Puede ser que la actual generación de políticos esté demasiado centrada en los discursos, en la  guerra electoral por el relato, en la escaleta de lo que imponga la agenda mediática, que se han olvidado de cuáles son los objetivos de las políticas y de las Administraciones Públicas?  

El problema no son los políticos, no es la política, es el concepto de renovación y regeneración democrática, es la visión particular del control del poder público, es el masivo intrusismo profesional en las labores de asesoría, es la incapacidad por realizar buenos e imparciales análisis de políticas públicas más allá de los que quieren imponer un sistema de organización empresarial al sector público para hacerlo más "eficiente y rentable". 

En definitiva, más allá de la crítica comprensible, más allá de la evidente falta de empatía de unos y otros, el problema respecto a la gestión mejorable de la actual crisis es la falta de iniciativa política por miedo a perder el actual status de poder político y mediático. 

No hay que ser tan pesimista. Existen herramientas legales para proceder. No hay un conflicto de competencias siempre y cuando se ponga en peligro la existencia, las libertades y los derechos de  las personas.  

No tengan miedo y actúen más allá de lo que digan y piensen los demás.  

Y si no pueden, y si dudan en hacerlo por el daño colateral electoral que cause, ya saben dónde está la salida.  

Lo repito. No estamos ante un problema competencial. Lo siento. Estamos ante la duda de una Administración (ya fuere autonómica, local o nacional) por no hacer lo que constitucionalmente es necesario. Sean valientes y utilicen las herramientas que proporciona nuestra democracia para ayudar a la gente (ése es el objeto y sujeto de toda esta historia).

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David Acosta Arrés es licenciado en Ciencias Políticas y valenciano natal

Las redes, y especialmente algunos medios, están funando (nueva palabra surgida en Internet) o maldiciendo a toda la clase política española (representantes electos, institucionales o  gubernamentales ya fueren autonómicos, municipales y nacionales, junto a esos "despreciables" asesores políticos) debido a la mejorable gestión de la catástrofe causada por la Dana en la Comunidad Valenciana.  

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