El hombre, con la cara cubierta de polvo y los brazos abiertos en cruz, grita a cámara “esto ya lo vivió mi abuelo”. Detrás de él se ven los escombros de los edificios bombardeados y se escuchan los gritos de quienes escarban entre ellos buscando supervivientes. La escena se vio en televisión apenas diez días después del comienzo de la ofensiva del ejército israelí contra Gaza. Era el campo de refugiados de Jabalia al norte de la Franja. El hombre que grita a cámara, o habría que decir gritaba porque probablemente esté ya muerto, era un refugiado del 48. Más del 70% de la población de Gaza son refugiados del 48 y más del 70% de la población de Gaza puede decir y seguramente ha dicho en algún momento esa frase que señala, como un dardo lanzado al corazón de la diana, la raíz del llamado conflicto palestino-israelí.
En realidad, todo palestino, sea o no refugiado, lleva grabada a fuego la memoria de lo que ocurrió en 1948, el año de la Nakba, los abuelos porque lo vivieron, sus hijos y sus nietos porque toda su vida ha estado y está marcada por las consecuencias de aquel horror que convirtió en refugiados a dos tercios de la población palestina de entonces, a muchos otros los condenó al exilio y a todos los trasformó en apátridas. Los árabes lo llaman Al Nakba, "la catástrofe", pero no fue simplemente una catástrofe, fue una operación planificada y sistemática, llevada a cabo en los meses previos y posteriores a la proclamación del estado de Israel, el 15 de mayo de 1948, por milicias sionistas, luego el ejército israelí, para expulsar en masa a la población palestina de su tierra; vaciado del territorio se decía entonces, ahora lo llamamos limpieza étnica. Todo lo ocurrido entonces está muy bien documentado, sabemos los nombres de las localidades destruidas, las fechas de los ataques y las matanzas y la milicia que las llevó a cabo, todo está muy bien documentado pero muy eficazmente tapado. Esa es una de las razones de la escasa conciencia que la opinión pública occidental tiene de aquel terrible crimen que se cometió contra el pueblo de Palestina hace 76 años.
El demoledor informe de Folke Bernadotte, el aristócrata sueco enviado por Naciones Unidas a la zona para investigar lo que estaba ocurriendo, da cuenta de las “matanzas, actos de pillaje, desplazamiento forzado de población palestina ” que fuerzas israelíes estaban llevando a cabo y no deja lugar a dudas sobre la responsabilidad de Israel en la cuestión de los refugiados, algo que ningún gobierno israelí ha aceptado nunca, pese a la resolución 194 aprobada por la Asamblea General de Naciones Unidas en diciembre de 1948 que, basándose en el informe de Bernadotte, establece el derecho de los refugiados palestinos a retornar a sus hogares y a ser indemnizados por los bienes perdidos.
El 17 de septiembre de 1948, al día siguiente de haber completado y firmado su informe, Folke Bernadotte fue asesinado en una calle de Jerusalén, junto al observador de Naciones Unidas, André Serot, por dos pistoleros del Irgun, milicia sionista que entonces comandaba un futuro Primer Ministro de Israel, Menahen Beguin. Todo está muy bien documentado, pero mucho más eficazmente tapado.
Y la Nakba de entonces se perpetúa en una Nakba permanente que durante décadas viene diezmando el territorio y las vidas del pueblo de Palestina, frente a la indiferencia cuando no abierta complicidad de las potencias occidentales.
Hay un patrón que se repite desde el inicio del drama de Palestina, todo, hasta lo más terrible, puede pasar sin que pase nada. Se puede expulsar a todo un pueblo de su tierra, robar sus propiedades, las de los ricos y las de los pobres, destruir cientos de localidades y borrar sus nombres de los mapas y de la historia, se puede invadir, ocupar y colonizar la tierra de otros, se pueden violar sistemáticamente las resoluciones de la ONU y las normas del derecho internacional, se puede llevar a cabo un genocidio ante los ojos del mundo... Y no pasa nada.
¿O sí pasa? El sorprendente y letal ataque de Hamás en territorio israelí es esgrimido por muchos como justificación de la matanza que se está perpetrando en Gaza. Israel tiene derecho a la autodefensa repiten comentaristas, diplomáticos y dirigentes políticos y sin duda es cierto, Israel tiene derecho a la autodefensa, el ataque de Hamás fue en su territorio y además tuvo como objetivo a civiles, lo que lo convierte en crimen de guerra, al igual que son crímenes de guerra todos los ataques a civiles palestinos que Israel lleva cometiendo durante décadas. Pero autodefensa no es sinónimo de represalia o castigo colectivo, no existe un derecho al castigo colectivo que, como atacar hospitales, ambulancias, personal sanitario o periodistas, está tipificado como crimen de guerra. El derecho a la autodefensa está claramente delimitado a la defensa frente a un ataque externo en territorio propio, no a ataques preventivos, represalias posteriores y desde luego no rige en territorio ocupado. Lo que rige en un territorio bajo ocupación militar es el derecho a la resistencia frente al ocupante.
Todo está muy bien documentado pero muy eficazmente tapado. Esa es una de las razones de la escasa conciencia que la opinión pública occidental tiene de la 'Nakba', aquel terrible crimen que se cometió contra el pueblo de Palestina hace 76 años.
Creo que el ataque de Hamás, del 7 de octubre de 2023, no fue el desencadenante sino la excusa para llevar a cabo la atroz operación de exterminio que el ejército israelí está perpetrando en Gaza. Una suerte de “solución final” que el actual gobierno israelí ha diseñado para acabar con la causa palestina. Que desaparezca. Que no quede energía ni esperanza para la población palestina. Que renuncien de una vez por todas a reclamar sus derechos. Cuando el gobierno israelí dice “plan de evacuación”, de lo que está hablando es de “plan de expulsión”, por eso no acepta el alto el fuego que hasta su incondicional protector estadounidense pide, por eso la ofensiva terrestre continúa y el cierre a la entrada de ayuda humanitaria no solo se prolonga, sino que se intensifica. “Seguiremos hasta completar la tarea” ha dicho el Primer Ministro israelí, Benjamín Netanyahu, mientras varios miembros de su gabinete, Itamar Ben Gvir, Sholomo Karhi , Bezalel Smotrich, anuncian abiertamente la colonización del territorio de La Franja, una vez que se haya completado la expulsión de la población de Gaza.
La tarea que comenzó hace 76 años consiste en eliminar la presencia palestina en Palestina. Y está ocurriendo ante los ojos del mundo.
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Teresa Aranguren es periodista y escritora.
El hombre, con la cara cubierta de polvo y los brazos abiertos en cruz, grita a cámara “esto ya lo vivió mi abuelo”. Detrás de él se ven los escombros de los edificios bombardeados y se escuchan los gritos de quienes escarban entre ellos buscando supervivientes. La escena se vio en televisión apenas diez días después del comienzo de la ofensiva del ejército israelí contra Gaza. Era el campo de refugiados de Jabalia al norte de la Franja. El hombre que grita a cámara, o habría que decir gritaba porque probablemente esté ya muerto, era un refugiado del 48. Más del 70% de la población de Gaza son refugiados del 48 y más del 70% de la población de Gaza puede decir y seguramente ha dicho en algún momento esa frase que señala, como un dardo lanzado al corazón de la diana, la raíz del llamado conflicto palestino-israelí.