Me quedo con su 'Laudato si'

Carmelo Marcén Albero

Cuando la encíclica Laudato si fue publicada en mayo de 2015 sorprendió al mundo. “Un Papa ecologista”, maldijeron algunos de los que defienden el ideario de la libertad absoluta en las operaciones que sirven a sus intereses. Desde el mundo ecologista la miramos con respeto, contiene cuestiones con las que estamos de acuerdo y otras no tanto, nos hubiera gustado hablar con él. No ha podido ser. Del “alabado seas” que significará más o menos el título pasamos rápidamente a sus capítulos.

Se trata de la muerte de una persona importante, sí, pero una nada más entre millones de muertes no debidas a causas naturales

En especial al 1º (lo que está pasando en nuestra casa común) trata de la contaminación, el cambio climático, la escasez de agua, la pérdida de biodiversidad y la desigualdad global. También al 3º (la causa antrópica en la crisis ecológica, con su crítica a la visión de los seres humanos como algo separado del medioambiente); al 4º y 5º (abordan una posible “ecología integral”, pues pide acuerdos internacionales que se parecen a los ODS, con una toma de decisiones inclusiva y transparente, y una economía ordenada al bien de todos.) y al 6º (porque desarrolla una perspectiva de educación ambiental). Dentro de ellos, en especial el 2º (El Evangelio de la Creación), hay cuestiones que no creemos dado que no las miramos desde la óptica religiosa, pero digamos que la encíclica supuso un salto cualitativo en la interpretación de la doctrina cristiana hacia el bien ser de las personas y la biodiversidad. Su visión ecosocial del cambio climático, contra las guerras, de la inmigración y la pobreza, ha aparecido más de una vez en sus proclamas posteriores.

A su muerte se ha desatado una pasión universal, casi un tumulto informativo y político hacia una persona que fue vilipendiada por sectores ultracatólicos y políticos inmovilistas. Se podría llamar hipocresía política a los gastos para su entierro, las afecciones ambientales (cientos de vuelos internacionales y más cosas que intensifican el cambio climático, que provocan tantos viajes de líderes políticos, muchos de los cuales solo van a hacerse la foto). Los mismos que le insultaron por reclamar el fin de las guerras, denunciar los castigos a los inmigrantes o las hambrunas. Se trata de la muerte de una persona importante, sí, pero una nada más entre millones de muertes no debidas a causas naturales. Seguro que allá dónde esté mirará con estupor la presencia en Roma para “honrarlo” de los inductores de tantas muertes y hambrunas de inocentes, no solo en Gaza.

Gracias, Bergoglio. ¡Que tus mensajes ecosociales no decaigan! Será un buen homenaje.

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Carmelo Marcén Albero es socio de infoLibre.

Carmelo Marcén Albero

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