Repetir curso en la escuela: una medida ineficaz e injusta

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Albano de Alonso Paz y Carlos Magro Mazo

Hace décadas era habitual repetir. Si el curso no iba bien, era lo normal. Después de intentar recuperar con exámenes finales, quien no aprobaba tenía que hacer el mismo curso de nuevo. De hecho, una parte de los jóvenes repetía más de una vez, para luego abandonar en muchos casos los estudios. Según datos oficiales, en España hace quince años repetían curso un 15% de los estudiantes de Secundaria. El porcentaje en centros públicos era el doble que en la concertada y casi cinco veces más que en centros privados. Muchos estudiantes estaban matriculados en un curso que no era el que teóricamente les correspondía por edad (la llamada tasa de idoneidad). En 2002/2003, cuatro de cada diez estudiantes de 15 años habían repetido curso al menos una vez.

En la actualidad, los datos de repetición de curso han mejorado. Sin embargo, la diferencia por titularidad se ha incrementado (más de ocho veces entre centros públicos y privados) y hay grandes diferencias entre comunidades autónomas. La tasa de idoneidad también se ha reducido, pero aún hay un 25% del alumnado de 15 años que ha repetido al menos una vez. España es el país europeo con mayor tasa de repetición en Secundaria (7%). En Europa, catorce países no llegan al 2% de repetición en Secundaria. ¿Por qué estás diferencias?

Epicteto es un filósofo estoico poco conocido. A él le debemos algunas ideas sobre cómo se generan expectativas en el ser humano que marcan nuestras actitudes hacia los demás. Epicteto creía que no deberíamos moldear a los demás según nuestro criterio, sino que nuestras expectativas debían adaptarse a las realidades circundantes. El problema es justo ese: la repetición está arraigada en nuestra forma de entender la enseñanza, y no atiende a singularidades que presentan los chicos y chicas con dificultades. Por eso resulta complicado pensar en suprimir esta medida, incluso en un modelo asentado sobre la inclusión y la personalización.

En el mundo educativo hay mucho de esto: ¿podemos adaptarnos a realidades cambiantes de complejidad que condicionan los contextos de estudiantes que, por origen, características cognitivas, género o clase están más expuestos a la repetición? ¿Tenemos los medios necesarios? ¿Qué sesgos perviven en el imaginario colectivo de docentes exhaustos que se agarran a vivencias para tener ciertas garantías de éxito? 

Socialmente es una práctica aceptada en la que predomina una idea errónea sobre sus supuestos beneficios para el alumnado. De hecho, está tan naturalizada que podemos incluso hablar de una cultura de la repetición. La repetición es lo que la literatura denomina un “problema retorcido” (wicked problem): complejo; multifactorial; de difícil solución; y que provoca, a su vez, múltiples efectos, muchas veces no previsibles. La educación está llena de problemas retorcidos.

Repetir curso causa enormes problemas secundarios a la educación pública, y desvía el foco hacia “los perdedores del juego de la desigualdad”, según diría el sociólogo François Dubet. Una tasa alta de repetición indica que algo va mal, pero lo contrario, tasas bajas de repetición, no significa que el sistema educativo goce de buena salud. En educación todo es un poco más complejo. La repetición de curso no es una medida disuasoria, ni un castigo, ni un instrumento de segregación. Su objetivo es corregir y mejorar el rendimiento académico del alumnado con dificultades. Pero ¿es realmente así? ¿mejora la repetición el rendimiento académico? ¿ayuda al alumnado en dificultades?

La investigación considera que la repetición no solo es una medida poco eficaz, sino que es contraproducente desde el punto de vista educativo. Aumenta las posibilidades de no titular en ESO y de abandonar prematuramente el sistema educativo, y es muy costosa en el plano personal y económico. La repetición tampoco está asociada a una mejora en el desempeño, ni a oportunidades de aprendizajes más equitativas. La investigación también señala que no sirve de mucho cuando se aplica repitiendo los mismos contenidos y sin medidas de acompañamiento. Pensar que lo que no funcionó la primera vez lo hará en una segunda por el simple hecho de repetirlo sin ningún otro cambio tiene algo de “pensamiento mágico". 

Hacer el esfuerzo por bajar la tasa de repetición no es comenzar a regalar aprobados a granel, como se piensa. Tampoco es ocultar el problema, rebajar el nivel o ir contra el mérito como muchas veces escuchamos

La repetición no sólo no mejora el rendimiento académico, los resultados o la motivación, sino que además está mal distribuida y es tremendamente injusta. La fuerte relación entre estatus socioeconómico y cultural y tasa de repetición debería ser suficiente para cuestionar la medida. La repetición tiene más que ver con las desigualdades sociales que con el rendimiento. En Secundaria, la probabilidad de repetir es más alta si tu nivel socioeconómico es bajo, si tus padres apenas tienen estudios, si eres migrante, si ya tuviste dificultades en Primaria, si tienes alguna dificultad de aprendizaje, si eres hombre, si vives en ciertas regiones o si estás escolarizado en un público. La repetición perjudica la igualdad de oportunidades educativas.

Hacer el esfuerzo por bajar la tasa de repetición no es comenzar a regalar aprobados a granel, como se piensa. Tampoco es “ocultar el problema”, rebajar el nivel o ir contra el mérito como muchas veces escuchamos. Al contrario, es recurrir a la repetición lo que es, de facto, una forma de ocultar y no afrontar un problema multifactorial: una manera de trasladar la responsabilidad a estudiantes y familias, haciéndolas culpables de su infortunio. Un rompecabezas que corresponde afrontar al sistema educativo, en cuanto a políticas e inversiones.

Detrás de la repetición hay factores que tienen que ver con las culturas profesionales: entran en juego percepciones de un profesorado que entiende el sistema educativo como la reproducción de una historia cíclica de “vencedores y vencidos”, que tiene que ver con la idea de capital cultural: los más aventajados, según muchos análisis, son los que provienen de entornos favorecidos. No es baladí el hecho de que en los centros privados la repetición apenas exista.

También tiene que ver con los mapas escolares, elevadas ratios, falta de recursos —no solo económicos—, titularidad de los centros y altos índices de segregación estructural. Esto sin olvidar el impacto de las actuaciones de otros agentes, como los equipos directivos e inspección, con un papel de acompañamiento clave ante dificultades. Muchos estudios también vinculan la repetición con un efecto negativo sobre la motivación, la autoestima y el autoconcepto académico que dificulta aún más el progreso académico. Un claro ejemplo de “profecía autocumplida”, vinculada también a expectativas que impactan en la evaluación que hacemos del alumnado, como confirman recientes investigaciones.

Al final, de una forma u otra arraiga en la escuela un fenómeno más que genera espacios de vulnerabilidad, como explica Aina Tarabini, sin que quienes repiten reciban el adecuado acompañamiento durante el curso siguiente. En cierto modo, son abandonados "a su destino", en un determinismo vital que nos lleva a interrogarnos seriamente sobre su sentido. A pesar de que la investigación indica que no es efectiva, y que la legislación la considera una medida excepcional que se tomará cuando se agoten las posibilidades de reorientación, la repetición se sigue reclamando como solución a todos los problemas dentro de la cultura del mérito y el esfuerzo (el individuo como único responsable de su éxito y fracaso). Ello en un sistema reproductor de brechas en el que, al final, se repite o se pasa de curso y, cuando esto ocurre, tampoco se garantiza que se consoliden los aprendizajes.

Nadie niega la dificultad de atender la diversidad de niveles y ritmos del alumnado en las aulas. La alternativa a repetir no puede ser tampoco desentenderse e ignorar el problema, sino que pasa por la detección temprana, los planes de refuerzo individualizados, el seguimiento y la flexibilización. También por poner los recursos necesarios por parte de la administración y mejorar la formación del profesorado para incorporar procesos de reflexión compartida que ayuden a cuestionar creencias y buscar esas alternativas. 

En definitiva: la repetición desprotege, más si perteneces a un colectivo vulnerable. Su pervivencia tiene que ver con imaginarios encriptados en la comunidad escolar, difíciles de extraer porque requieren un cambio de mentalidad. Y, sobre todo, tiene relación con la salud de un sistema educativo en donde urge revisar sus políticas y la inversión que las acompañan. Una urgencia que no debería dejar a nadie impasible ante los efectos que hemos descrito.  

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Albano de Alonso Paz es profesor de Lengua Castellana y Literatura y Carlos Magro Mazo es presidente de la Asociación Educación Abierta.

Hace décadas era habitual repetir. Si el curso no iba bien, era lo normal. Después de intentar recuperar con exámenes finales, quien no aprobaba tenía que hacer el mismo curso de nuevo. De hecho, una parte de los jóvenes repetía más de una vez, para luego abandonar en muchos casos los estudios. Según datos oficiales, en España hace quince años repetían curso un 15% de los estudiantes de Secundaria. El porcentaje en centros públicos era el doble que en la concertada y casi cinco veces más que en centros privados. Muchos estudiantes estaban matriculados en un curso que no era el que teóricamente les correspondía por edad (la llamada tasa de idoneidad). En 2002/2003, cuatro de cada diez estudiantes de 15 años habían repetido curso al menos una vez.

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