El silencio sobre Marruecos y el Sáhara Occidental delata al presidente Sánchez

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Luis Portillo Pasqual del Riquelme

Del Orden del Día establecido y publicado por la Mesa del Congreso de los Diputados para la sesión del pasado 19 de abril parecía desprenderse que el presidente Sánchez iba a tratar los temas así establecidos: los dos últimos Consejos Europeos, las negociaciones con Marruecos y la guerra de Ucrania.

Pero no fue así. En lugar de atenerse a lo establecido en el Orden del Día, el presidente Sánchez aprovechó la sesión del Congreso para hacer, en buena medida, un abusivo y abrumador mitin electoral sobre cuestiones ajenas al Orden del Día establecido, como el tema de la vivienda y la Sareb. Y, en cambio, no contestó a las cuestiones que le plantearon casi todos los grupos parlamentarios, salvo el socialista, sobre lo negociado con Marruecos y el unilateral viraje del presidente en la posición de España respecto al territorio no autónomo del Sáhara Occidental. Repetía así el silencio que ya había protagonizado hacía menos de un mes con motivo de la moción de censura presentada por Vox.

Ese silencio le delata porque, como dice el refrán, quien calla otorga, dando así pábulo a todo tipo de presunciones. Los medios de comunicación han reiterado que Pedro Sánchez ha sido incapaz de explicar a la Cámara Baja —y a la sociedad en general— las verdaderas causas que motivaron su giro respecto de la histórica posición de España en lo que concierne al Sáhara Occidental y que, por el contrario, ha decidido mantener al Gobierno —y a su partido— en una posición contraria al Derecho Internacional, contraviniendo así el legítimo derecho del pueblo saharaui a la autodeterminación e independencia.

Y eso es una muestra manifiesta de 'mala educación' y falta de respeto al Parlamento y al pueblo español. Porque al Parlamento se debe ir a explicar, a argumentar, a dar razones de políticas y comportamientos del Ejecutivo y a contestar a las cuestiones que se plantean precisamente en sede parlamentaria, en lugar de servirse de la tribuna para dar un mitin triunfalista y oportunista, aprovechándose claramente de los tiempos y prerrogativas de que goza el presidente. Que son prerrogativas legales, sí, pero utilizadas de forma abrumadora y a todas luces prepotente para con los parlamentarios, a quienes, además, no se les dio respuesta a las cuestiones planteadas, ninguneándolos.

Y saco el tema de la (mala) educación porque es así como el presidente Sánchez ha tratado de desprestigiar a las personas que, hace unos días, en sus mítines electorales de Burgos y Segovia, han mostrado en público una bandera de la República Saharaui (¡vaya delito!) y le han reprochado su inexplicado viraje respecto a la posición oficial española sobre el Sáhara Occidental, sugiriéndole una rectificación y llamándole “traidor”. Protestas y reproches que también han recibido el ministro de Exteriores, José Manuel Albares, y el propio monarca Felipe VI en la sesión inaugural del Congreso de la Lengua Española celebrado en Cádiz. Aunque la prensa lo ha silenciado, ambos personajes fueron recibidos por los estudiantes gaditanos al grito de "¡Marruecos asesina, España patrocina. Sáhara libre!" y reivindicando los derechos del pueblo saharaui, "que resiste a la ocupación y el expolio marroquí desde hace 47 años en territorio saharaui ocupado o en campos de refugiados en el exilio".

El presidente Sánchez aprovechó la sesión del Congreso para hacer, en buena medida, un abusivo y abrumador mitin electoral

Esas personas que han acudido a los mítines de Sánchez a reclamar justicia para el traicionado pueblo saharaui, no han hecho otra cosa que representarnos y hacer de portavoces de buena parte de la sociedad española consciente, solidaria y respetuosa con la legalidad internacional. Por lo que las palabras del presidente Sánchez contra esos manifestantes defensores de la legalidad y la causa saharaui –“esa es la diferencia”, “nosotros no insultamos”, “lo hacemos con educación”— nos ensucian y denigran a todos cuantos mantenemos nuestro apoyo al pueblo saharaui, a la causa de la Justicia y la Paz, a las resoluciones de Naciones Unidas, de la Unión Africana, del Tribunal de Justicia de la Unión Europea, incluso de la Audiencia Nacional española, y el respeto de la legalidad internacional. Y nos resultan vergonzantes, chulescas, demagógicas, prepotentes y populistas. A mí personalmente, esas demagógicas palabras de Sánchez me han recordado la letra de La Mauvaise Réputation, de Georges Brassens, que puede escucharse también en español en boca de Paco Ibáñez. Esas palabras cursis del presidente mitinero serían más propias de un ‘jovencito bien’ -o sea, un niño pijo- del barrio de Salamanca de Madrid; no, desde luego, de un dirigente socialista presuntamente responsable.

Porque ¿qué herramientas tiene un defensor de los derechos humanos en un mitin electoral, si ni siquiera puede mostrar una bandera saharaui? ¿En qué consistiría la "educación" reclamada por Sánchez? ¿En levantar la mano desde el final del tumulto y pedir la palabra? ¿En enviarle un escrito, uno más, al palacio de La Moncloa con el encabezamiento de ‘Excelentísimo Sr.: Bla, bla, bla’? ¿No tiene suficiente, al respecto, con la reciente Carta Abierta de la Unión Progresista de Fiscales (UPF) en la que, con toda educación, le acusan de acusan de asumir "la herencia cronificada de Franco" en el Sáhara?

Olvida aquí el Sr. presidente —mitinero y autor de una infame traición— su falta de consideración y de respeto al pueblo español (no digamos ya al pueblo saharaui) y a los parlamentarios que nos representan, cuando calla, los ningunea y no contesta a las preguntas de nueve grupos parlamentarios sobre la sumisión a Marruecos y el volantazo sobre el Sáhara Occidental… La paja en el ojo ajeno y la viga en el propio. Bíblico.

Y su buena "educación" se resume en una multa de 30.000 euros a quienes interrumpieron su mitin (también los de otros ilustres socialistas) para reclamar justicia para el Pueblo Saharaui. Expulsión inmediata del mitin y represalia contra ellos en forma de una multa impagable gracias a la 'ley mordaza' que el PSOE se había comprometido a derogar y contra la que ya había presentado un recurso de inconstitucionalidad alegando, entre otras razones, que era «una vuelta al Estado policial que instaura, además, el “Derecho Administrativo Sancionador del enemigo”», y que «su objetivo es sancionar al disidente, al que protesta, al considerar que quien protesta altera, no la seguridad, sino la “tranquilidad pública”, que por otra parte es un valor sin concreción constitucional». Promesas, promesas y promesas. Traiciones, traiciones y traiciones. Así, la buena "educación" se convierte en buena represión, sin comillas, asumiendo así, educadamente, "la herencia cronificada de Franco" que señala la Unión Progresista de Fiscales en su Carta Abierta al Presidente.

Pero es que, además, en los breves segundos que el presidente Sánchez dedicó, en su comparecencia en el Congreso de los Diputados, a aspectos puramente marginales del tema Marruecos / Sáhara Occidental, o bien mintió o bien fue bastante… impreciso. Porque no hay 11 países europeos que tengan una posición “similar” a la de España, como Sánchez afirmó, sino que la de España es precisamente la posición más extrema, la integración del Sáhara Occidental en Marruecos como una limitada autonomía marroquí, en contra de la Resolución 15/14 y de toda la doctrina de descolonización de Naciones Unidas. Y, además, siendo como es España la expotencia colonizadora, la potencia administradora de derecho y la que mayor responsabilidad tiene, por tanto, con sus obligaciones internacionales, como ha señalado el profesor Juan Francisco Soroeta.

Porque los 11 países europeos, citados uno a uno por el presidente como si ello fuera prueba de algo, consideran la ‘autonomía´ marroquí simplemente como una de las opciones legales reconocidas por la ONU, pero no como la mejor ni la única opción, que tendría que dirimirse finalmente en el prometido, reclamado y negado referéndum de autodeterminación.

Y, además, el hecho de que la República Saharaui no haya sido reconocida por esos países se debe precisamente a la falta de liderazgo de los gobernantes españoles, su sumisión a las pretensiones alauitas y su seguidismo de un personaje de la calaña de Donald Trump, perpetrador de ilegalidades en los estertores de su farragoso mandato presidencial, hoy enjuiciado por los tribunales de su propio país y de quien se teme, incluso, una potencial guerra civil o la desestabilización definitiva del orden geopolítico internacional.

Pero mal que le pese al Sr. Trump, al presidente Sánchez y a su ministro Albares, la RASD ha sido reconocida por más de 80 países y es miembro fundador y de pleno derecho de la mayor organización continental del mundo, la Unión Africana, a la que se adhirió Marruecos en 2017, diez años después de que el Frente POLISARIO presentara su Propuesta para una solución política mutuamente aceptable que permita la libre determinación del pueblo del Sáhara Occidental>>, propuesta que fue dirigida al presidente del Consejo de Seguridad de la ONU el 16 de abril de 2007.

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Luis Portillo Pasqual de Riquelme es miembro del Centro de Estudios sobre el Sáhara Occidental (CESO) de la Universidad de Santiago de Compostela y del Movimiento por los Presos Políticos Saharauis (MPPS) 

Del Orden del Día establecido y publicado por la Mesa del Congreso de los Diputados para la sesión del pasado 19 de abril parecía desprenderse que el presidente Sánchez iba a tratar los temas así establecidos: los dos últimos Consejos Europeos, las negociaciones con Marruecos y la guerra de Ucrania.

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