El pasado abril tuvieron lugar en las Islas Canarias numerosas manifestaciones contra el modelo turístico que lleva vigente en el archipiélago desde hace décadas. Con el lema Canarias se agota, más de 200.000 vecinos protestaron contra las colas, los recortes en el consumo de agua, la especulación del sector inmobiliario, la sobreexplotación de los recursos naturales y las deficiencias en los servicios públicos. Una vivienda digna y la preservación natural son las principales demandas por parte de la sociedad canaria.
La protesta se trasladó a ciudades como Madrid, Granada, Londres o Berlín, no solo como muestra de apoyo, sino por parte de los propios canarios migrados que denuncian haber tenido que dejar las islas para labrar su futuro debido a las escasas oportunidades. Afirman que si no te quieres dedicar al turismo, casi ya la única actividad económica de las islas, es lógico buscarte las habichuelas en otras latitudes.
¿Pero cómo es posible que la sociedad canaria esté en contra de la industria que le da de comer? El archipiélago recibió en 2023 más de 14 millones de turistas, una cifra que supera con creces las de antes de la pandemia y bate récords históricos. No obstante, a pesar de que el sector turístico se mantiene creciente, parece que no consigue pagar los salarios, ya que la población local está sometida a un cada vez mayor riesgo de exclusión. Datos como este evidencian que el modelo turístico canario cronifica la pobreza.
En 2022 el gasto medio por turista y día se incrementó un 25% respecto al ejercicio anterior, una cifra récord en los últimos años que para nada se vio reflejada en las economías locales. Ese mismo año arrojaba el dato de que casi el 40% de los hogares canarios consiguen llegar a fin de mes con dificultad, mientras que más un 24% que lo hacen con mucha dificultad.
La lectura generalizada de que la industria turística es la única manera de “salvar a las economías en desarrollo de la pobreza”, porque las convierte en vendedoras, es una idea muy inocente que trata de vender una imagen del turismo como si fuera una industria formada por pequeños comerciantes locales, ignorando el hecho de que realmente se trata de un sector económico dominado por las multinacionales, donde los paquetes de viajes dejan en el territorio visitado menos de un 45% de su precio.
Solo queda esperar que la industria turística entienda la problemática de una vez por todas y las distintas administraciones tomen cartas en el asunto
Las movilizaciones históricas de abril protestaban contra un modelo turístico que deja a la población local como ciudadanos de segunda, contra los fondos buitre especuladores y las empresas que se enriquecen a costa de la precarización del pueblo canario. Aunque las asociaciones nunca han ido contra el turista, y lo que realmente reclaman es un cambio en el modelo turístico que regule la masificación, es inevitable ver en localidades canarias -también en otros destinos multitudinarios como Mallorca o Barcelona- grafitis con el lema Tourist go home.
El rechazo al turista es cada vez más inevitable cuando parece que su presencia tiene prioridad sobre las clases trabajadoras locales, y poco a poco parece que crece ese rechazo en las localidades donde el turismo masivo ataca y parece presentarse como una dinámica de no retorno (al menos hasta que se implanten medidas y los resultados vayan surtiendo efecto). Estos fenómenos crecientes de turismofobia pueden ser fácilmente confundidos con xenofobia; no obstante, lo que las pintadas y movimientos tratan de reivindicar es el descontento y desesperanza por parte de los locales, que malviven para servir a turistas de países más desarrollados. La tensión va en aumento en un escenario en el que el turista se aprovecha de los precios aventajados mientras las empresas e instituciones, que son quienes pueden regular el mercado, fomentan un modelo masificado. Durante las manifestaciones se escuchaban consignas contra los alojamientos en mucho mayor número que contra los propios turistas, que al fin y al cabo sólo buscan lo mejor para sus bolsillos. No obstante, en esta situación de crispación y tensión la cara visible siempre es el guiri, que no respeta el entorno natural, se emborracha y es despectivo con los locales, mientras su desembolso económico es mínimo. De esta forma, al Tourist go home responde con Fuck off, we pay your wages.
Fernando Clavijo, presidente de Canarias, hace un llamamiento al sentido común y a la tranquilidad, y se niega a hablar de turismofobia, afirmando que lo primordial es solucionar la falta de gestión, no acabar con el turismo. Del mismo modo, Casimiro Curbelo, presidente del Cabildo Insular de La Gomera, reconoce las insuficiencias a las que se enfrenta el archipiélago, aunque afirma que la solución no radica “en recortar la riqueza que obtenemos de nuestro único sector de éxito, sino en vislumbrar de qué manera podemos regular un crecimiento poblacional que no es sostenible”.
Pero las pintadas son cada vez más frecuentes y, a día de hoy, parecen ser la única acción que genera consecuencias. Desde su aparición, varios medios británicos se han hecho eco y han comenzado a generar debate a su alrededor; incluso se percibe cierta incomodidad en los turistas, que viven su presencia como intrusiva y algunos ya han anunciado que no volverán. Acciones como esta pueden ser contraproducentes, ya que afectan directamente a la principal industria de las islas.
Ha sido necesario agotar la paciencia de los canarios para que el asunto tuviera repercusión, y es ahora cuando se clama por la tranquilidad y la sensatez. Si no se hubiesen sobrepasado tanto los límites y se hubiese regulado la oferta turística mucho tiempo atrás, la tensión sería mucho menor y el resentimiento contra los turistas no hubiese tenido lugar. Mientras tanto, solo queda esperar que la industria turística entienda la problemática de una vez por todas y las distintas administraciones tomen cartas en el asunto de manera decidida, para mitigar la masificación desde la regulación y el sentido común.
Mina Polacek es antropóloga y analista de la Fundación Alternativas
El pasado abril tuvieron lugar en las Islas Canarias numerosas manifestaciones contra el modelo turístico que lleva vigente en el archipiélago desde hace décadas. Con el lema Canarias se agota, más de 200.000 vecinos protestaron contra las colas, los recortes en el consumo de agua, la especulación del sector inmobiliario, la sobreexplotación de los recursos naturales y las deficiencias en los servicios públicos. Una vivienda digna y la preservación natural son las principales demandas por parte de la sociedad canaria.