Hacia una unión social-ecologista francesa

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Jorge Ezquerra Monge

Recuerdo vagamente las historias de mis abuelos, exiliados republicanos, sobre su vida en Francia. Recuerdo vagamente a mi abuela hablándome de De Gaulle y Mitterrand. Recuerdo vivamente lo impactantes que resultaron para ella las elecciones presidenciales de 2017, con la conversión del Partido Socialista en una fuerza de segundo o incluso tercer orden tras obtener un mísero (aunque bastante superior a lo obtenido hace una semana) 6,48% de los votos para su candidato Benoît Hamon. La caída se ratificó en unas elecciones legislativas en las que perdieron más de 250 diputados y más de ocho millones de votos. Todo esto sumió a las y los socialistas en una profunda crisis política por la que aún transitan y durante la cual se han visto obligados a vender su histórica sede en la parisina calle de Solférino. ¿Y ahora, ¿qué?, ¿qué futuro le espera a una fuerza política que lo tuvo todo y ahora va camino de la nada?

Resulta impactante ver a los dos partidos que mantuvieron la estabilidad política de la República Francesa durante decenios, el Partido Socialista (precedido por la Sección Francesa de la Internacional Obrera) y Los Republicanos (precedido por la Unión por un Movimiento Popular), acercarse hacia el final de sus días tras no superar ni el 2% ni el 5% de los votos, respectivamente, mientras se hacen a la idea de que su futura representación parlamentaria está llamada a ser muy modesta en el caso de los conservadores o incluso inexistente para los progresistas. Cambadelis, primer secretario del PS entre 2014 y 2017, admitió en una entrevista en Le Parisien que el partido “debía autodisolverse” tras la hecatombe acontecida el pasado 11 de abril, en la primera vuelta de las presidenciales.

Hay quien sostiene que muchos votos de Macron y Mélenchon volverán al PS cuando se retiren, pero es dudoso que llegue a producirse esa “vuelta a casa” del electorado progresista, no tanto por una desafección hacia las ideas, sino hacia la marca socialista

¿Son los partidos tradicionales la solución a los problemas actuales? Francia (o al menos la gran mayoría de su cuerpo electoral) parece tener claro que no. Si bien hay quien sostiene que muchos votos actuales de Macron y de Mélenchon volverán al PS cuando ambos líderes, principales figuras y encarnación física de sus partidos, se retiren del tablero político francés, es muy dudoso que llegue a producirse esa presunta “vuelta a casa” del electorado progresista, no tanto por una desafección hacia las ideas, sino hacia la propia marca socialista.

Es cierto que muchas personas todavía votaron al Partido Socialista en las últimas municipales. Dicha formación es, junto con la otra fuerza tradicional, Los Republicanos, la que más alcaldías tiene entre los municipios de más de 10.000 habitantes. Pero la pérdida de músculo electoral que ya han padecido los herederos espirituales de Jaurès en el ámbito nacional llegará inevitablemente al terreno local. Recuérdese que los socialistas no se presentaron a las últimas elecciones municipales parisinas con sus siglas en solitario, sino en una alianza con ecologistas y comunistas bajo el nombre de “París en Común”, motivo por el cual la dirección nacional del partido estuvo a punto de expulsar a la alcaldesa electa de la capital de Francia.

Desde que se conocieron los resultados de la primera vuelta presidencial, no han sido pocas las voces que han defendido una alianza rosa-verde (por los colores de socialistas y ecologistas en Francia) para las legislativas a celebrar entre el 12 y el 19 de junio de este mismo año. El propio Olivier Faure, Primer Secretario del Partido Socialista, ha asegurado en varias ocasiones que esta le parece la mejor opción. Y, de hecho, no es tan descabellada como pueda parecer desde una visión española.

Hay que entender que el Partido Socialista, si bien mantiene una relación fraternal, siempre ha estado un poco desmarcado del resto de partidos socialdemócratas europeos, y ha llegado a proclamarse como socialdemócrata no íntegro”. Esta circunstancia, junto con puntos de su programa como reducir la edad de voto a 16 años o construir el futuro con base en el Bien Común, ha hecho que se le considere más a la izquierda que los otros partidos que conforman la Internacional Socialista.

Por su parte, Los Verdes franceses son, a diferencia de sus hermanos alemanes, una fuerza que tiene el izquierdismo impregnado en su ADN. En una cultura como la francesa, que pese a todo está mucho más comprometida con el medio ambiente que la gran mayoría de estados miembros de la Unión Europea, este partido tiene mucho que decir. Por ello precisamente, el presidente-candidato Macron no cesa de sugerir durante estos días de campaña entre vueltas, que ampliará su programa especialmente por el lado ecologista”.

Las coaliciones electorales entre ellos han sido incontables, y su apoyo mutuo es sólido y fuerte (al fin y al cabo, los ecologistas apoyaron a los socialistas en las presidenciales de 2017). Ahora, en un contexto de grandes carencias económicas por parte de los de verde y grandes carencias políticas por parte de los de rosa, muchos ven más que probable su unificación en un único partido para salir del paso a corto plazo y para conseguir plantear un modelo de país progresista distinto al del insumiso Mélenchon y que evite la concentración del voto obrero en torno a los postulados lepenistas aún más de lo que ya está.

Este pasado martes se reunió el Consejo Nacional del PS. Fue una sesión convocada tras el monumental fracaso del 11 de abril y en la que el futuro del partido fue el único y crucial punto del orden del día. ¿Veremos el nacimiento de la Unión Social-Ecologista?

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Jorge Ezquerra Monge tiene 16 años y es representante del alumnado de su instituto, el Goya de Zaragoza.

Recuerdo vagamente las historias de mis abuelos, exiliados republicanos, sobre su vida en Francia. Recuerdo vagamente a mi abuela hablándome de De Gaulle y Mitterrand. Recuerdo vivamente lo impactantes que resultaron para ella las elecciones presidenciales de 2017, con la conversión del Partido Socialista en una fuerza de segundo o incluso tercer orden tras obtener un mísero (aunque bastante superior a lo obtenido hace una semana) 6,48% de los votos para su candidato Benoît Hamon. La caída se ratificó en unas elecciones legislativas en las que perdieron más de 250 diputados y más de ocho millones de votos. Todo esto sumió a las y los socialistas en una profunda crisis política por la que aún transitan y durante la cual se han visto obligados a vender su histórica sede en la parisina calle de Solférino. ¿Y ahora, ¿qué?, ¿qué futuro le espera a una fuerza política que lo tuvo todo y ahora va camino de la nada?

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