30 años de la llegada de la primera patera a Canarias: la ruta se consolida como la más mortífera en Europa

1

Era domingo. A priori, uno cualquiera de aquel verano de 1994. Nada hacía presagiar que quedaría marcado para siempre en el calendario, pero así fue. Aquel 28 de agosto, Baijea y Bachir, dos jóvenes de 24 y 22 años, llegaron a la isla canaria de Fuerteventura en una barca de pesca guiada, tan sólo, por la luz del faro de La Entellada, en el punto del archipiélago más cercano al continente africano. Nadie lo había hecho antes, pero sí hubo muchos que lo hicieron después. Sin saberlo, y sin pretenderlo, los dos saharauis habían abierto una nueva ruta migratoria que hoy, 30 años después, ya es la más transitada del mundo: en estas tres décadas han llegado por ella 232.000 personas. Pero se ha convertido, también, en la más peligrosa.

Los datos hablan por sí solos. Según los datos que el Ministerio del Interior ha facilitado a infoLibre, 22.646 personas han llegado al archipiélago en lo que llevamos de año. En concreto, hasta el 18 de agosto. Se espera además que en lo que queda de año el número pueda incluso duplicarse. Vienen ahora, dicen quienes trabajan en el terreno y lo conocen bien, los meses más duros en términos de desplazamientos.

Txema Santana, periodista canario especializado en esta materia, se muestra pudoroso a la hora de aventurarse, pero sí que cree que "es probable" que 2024 finalice con el título de año con mayor número de llegadas. "Las proyecciones hablan de que en diciembre el número pueda incrementarse incluso hasta las 45.000 personas", detalla. También según los datos del departamento de Fernando Grande-Marlaska, 2023 era hasta ahora el año con el récord: en esos 12 meses llegaron 39.910 migrantes y refugiados, un 26% más de los que arribaron durante la histórica crisis de los cayucos de 2006.

Pero lo peor es que a estas cifras les corresponde una fatídica correlación, y es que cuantas más personas llegan, más personas mueren. "Es así, lamentablemente", dice Santana. Las cifras, también en esta ocasión, le dan la razón. Las recoge en este caso Caminando Fronteras, que detalló en su informe #DerechoAlaVida2024 que entre enero y mayo de este año han muerto 5.054 personas intentando llegar a las costas españolas, 4.808 tratando de desembarcar en el archipiélago. Dicho de otro modo: el 95% de todas las personas que han muerto en su intento por alcanzar nuestras fronteras ha muerto de camino a Canarias. Son, según señala su portavoz, Helena Maleno, 33 al día. "Es la ruta más letal y peligrosa de todas", sentencia la organización. No obstante, es también, a su vez, "la más transitada". Y tiene una explicación.

El cierre de una ruta siempre provoca la apertura de otra

No siempre ha sido así. Las características propias de la travesía canaria a través del Atlántico hacen que éste no sea el que naturalmente se escoja. Sin embargo, y como coinciden todas aquellas personas expertas que conocen bien el funcionamiento de las migraciones, las rutas más peligrosas empiezan a ser mucho más transitadas cuando la travesía más sencilla se cierra. En este caso es fácil comprobarlo.

Como la recuerda Caminando Fronteras, entre los años 2007 y 2010 el Gobierno español firmó varios acuerdos para permitir las deportaciones de ciudadanos senegaleses y mauritanos. Además, impulsó el proceso de externalización de fronteras y las fuerzas policiales españolas empezaron a estar presentes en los puertos de Mauritania y Senegal. Tan sólo un año más tarde, en 2011, el entonces ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, señaló que la ruta se había "cerrado". Se basaba en los datos. Según los facilitados por Interior a este periódico, y los que entonces manejaba su departamento, en 2010 tan sólo desembarcaron en el archipiélago 196 personas.

La tónica se mantuvo así —sin superar nunca las 900 llegadas— hasta 2018, cuando las entradas, otra vez, repuntaron. Pasaron entonces a ser 1.323, un 211% más que un año antes. ¿Qué había pasado? Que las rutas del norte —la de Argelia, la del Estrecho y la del mar de Alborán— se habían militarizado y los migrantes y refugiados que intentaban emplearlas sufrían un "alto nivel de violencia", lamenta Caminando Fronteras. En síntesis: se había cerrado esa ruta; se volvió a abrir la de Canarias.

Basándonos en esa lógica, ¿podría ahora también explicarse el incremento sin parangón de las llegadas de los últimos cuatro años por el cierre previo de otra ruta migratoria? Sí, pero sólo en parte. Así lo indican desde la oficina de Acnur en España, que destacan que los movimientos migratorios no pueden explicarse sólo desde una óptica. "Es un factor que efectivamente influye, pero no es el único", explican sus fuentes.

En cualquier caso, para analizar ese factor y su influencia en los números actuales hay que mirar a los otros dos países que son puerta de entrada al continente: Grecia e Italia. En el primero, donde ahora gobierna el conservador Kyriakos Mitsotakis, se ha construido un muro con Turquía. Y en el segundo, liderado por la ultra Giorgia Meloni, se ha aprobado una batería legislativa que facilita, por ejemplo, la expulsión de menores no acompañados. O que permite que estos sean internados en centros para adultos. El "enfoque caritativo", dijo la neofascista, no estaba funcionando.

Pero es que además la Unión Europea, en bloque, sigue endureciendo las políticas fronterizas mediante un sistema de externalización de fronteras criticado por las organizaciones y utilizado, también, en España. El nuevo Pacto Europeo sobre Migración y Asilo es el mejor ejemplo.

Cambian los motivos para migrar, cambia el perfil de migrantes y refugiados

Pero Acnur insiste: hay más razones que explican el incremento actual del tránisto por la ruta canaria. Carlos Escaño, portavoz de Amnistía Internacional, señala por ejemplo el recrudecimiento de los conflictos. Y el expolio de recursos naturales que impide la vida de muchas personas en sus países. Y la crisis climática.

Sobre todo esto también hay cifras. Por ejemplo, según los datos de la ONU, aproximadamente entre 3.300 y 3.600 millones de personas viven en "entornos expuestos a perturbaciones climáticas" y alrededor de 216 millones podrían desplazarse hasta 2050 por este motivo, según estimaciones del Banco Mundial. En cuanto a los conflictos, el último Índice de Paz Global publicado por el Institute for Economics & Peace el pasado mes de junio señala que actualmente hay 56 enfrentamientos activos en todo el mundo, la mayor cantidad desde la Segunda Guerra Mundial. "La situación a día de hoy es más preocupante que la de hace 30 años, pero no por la realidad migratoria, sino por las causas estructurales que llevan a las personas a abandonar sus territorios", completa Escaño. 

Esta variabilidad e incremento de las razones para migrar tiene una consecuencia directa y muy clara que también se ha visto en estas tres décadas: el perfil de los migrantes y refugiados ha cambiado. Según la oficina de Acnur en España, durante los años 2000 los motivos eran puramente económicos y movían, fundamentalmente, a senegaleses y mauritanos. Ahora, sin embargo, la nacionalidad con más presencia entre las personas que llegan a las islas es la maliense. Según los datos del organismo, a 30 de junio suponían el 43% del total, seguidos de senegaleses (el 20%), marroquíes (9%) y mauritanos (8%).

Además, cada vez hay más mujeres. Y muchas de ellas, solas. Santana, en este sentido, recalca que han pasado de suponer el 5% de las personas llegadas al 15%. "Hay un nuevo ecosistema social a bordo de las pateras. También hemos visto a hombres solos con niños. Incluso a niñas solas. Eso antes no ocurría", señala el periodista.

Pero tampoco es lo único que ha cambiado. Acnur destaca también la evolución palpable de las embarcaciones. "Las primeras que empezaron a llegar a Canarias eran precarias y llegaban a los puntos más cercanos al continente africano. A partir de 2006, cuando se produjo la crisis de los cayucos, empezaron a verse pateras con mucha más capacidad", señalan desde el organismo, que detalla que actualmente las más habituales parten desde Mauritania con una capacidad para unas 70 u 80 personas. Muchas llegan ya, además, a la isla de El Hierro, la más occidental. Y otras muchas ya no son de madera, sino neumáticas, explica la portavoz de Caminando Fronteras.

A problemas complejos, soluciones "poliédricas"

Frenar cayucos a golpe de millones: por qué delegar la política migratoria en los países de origen es un error

Ver más

El resumen, señalan todos los expertos consultados, es que la migración que llega a Canarias es cada vez más compleja. Sin embargo, denuncian, no hay políticas dedicadas a atenderla. Más bien, dicen todas las fuentes, todas ellas parecen destinadas a cumplir con ese objetivo de "Europa fortaleza", lamenta Escaño. Y ese no es el camino.

"En estos últimos 30 años hemos aprendido muy poco, porque seguimos viviendo en la emergencia constante", critica Juan Carlos Lorenzo, coordinador territorial de CEAR en Canarias. Se refiere a que no hay una visión global de las islas como frontera española y europea. Las soluciones, por tanto, se plantean ad hoc. Y no son duraderas. "Creamos cosas, las desmantelamos y luego las volvemos a crear", lamenta. Por eso exige un tratamiento "poliédrico" de la migración. Y que, sobre todo, abogue por las "vías legales y seguras".

"Hay que apostar por eso. Por asegurar condiciones de vida dignas a quienes llegan, por facilitar el acceso al asilo y, también, por luchar contra la criminalización y los discursos xenófobos", que imperan y se extienden cada vez más rápido por Europa, dice Escaño. Si no se ha hecho hasta ahora, critica Maleno, es porque existe "un negocio alrededor de la muerte" de miles de personas. "La mayoría de las personas que entran en España no lo hacen por estas vías, pero se pone el foco en ellas porque hay un sector que así alimenta el racismo y otro que se lucra con la externalización y la militarización de fronteras. La deshumanización es cada vez más potente", lamenta Maleno, que habla, sin tapujos, de una necrofrontera.

Era domingo. A priori, uno cualquiera de aquel verano de 1994. Nada hacía presagiar que quedaría marcado para siempre en el calendario, pero así fue. Aquel 28 de agosto, Baijea y Bachir, dos jóvenes de 24 y 22 años, llegaron a la isla canaria de Fuerteventura en una barca de pesca guiada, tan sólo, por la luz del faro de La Entellada, en el punto del archipiélago más cercano al continente africano. Nadie lo había hecho antes, pero sí hubo muchos que lo hicieron después. Sin saberlo, y sin pretenderlo, los dos saharauis habían abierto una nueva ruta migratoria que hoy, 30 años después, ya es la más transitada del mundo: en estas tres décadas han llegado por ella 232.000 personas. Pero se ha convertido, también, en la más peligrosa.

Más sobre este tema
>