La mermada militancia de Ciudadanos en Andalucía ha fiado a Juan Marín, vicepresidente de la Junta, el penúltimo cartucho para la supervivencia de un partido en caída libre. Marín, que se ha mostrado dispuesto a intentar salvar el proyecto integrando a Cs en unas listas con el PP, guante que el partido de Juan Manuel Moreno no ha recogido al menos todavía, ha obtenido en las primarias para elegir al candidato a presidente 823 votos, casi un 58,3% de los que participaron (1.412). En 2018 Marín ganó con un 67%. El coordinador andaluz de Cs obtiene el 31,7% de los 2.589 que tenían derecho a voto. Son pocos militantes y pocos votan.
El PP se garantiza un candidato fiel en cualquier caso, convencido de que el futuro de Cs pasa por la alianza con el PP. Ahora el PP debe decidir qué es lo que más le conviene de cara a las elecciones de 2022, si establecer algún tipo de colaboración con Cs o abandonar al partido naranja a su suerte.
La participación fue de 1.412 militantes. Marín obtuvo el mayor número de votos, 823 (casi el 58,3%, seguido de Francisco Carrillo, 454 (32,2%), su principal adversario, Elena Bago, 74 (5,2%), que lo intentó por segunda vez, y Carmen Almagro, de la corriente Renovadores.
Las primarias no han servido para revitalizar un proyecto agonizante. En todo caso, lo contrario. Ha habido 11 candidatos, aunque el favorito siempre fue Marín. Fran Carrillo, el aspirante que más atención mediática ha recabado durante las primarias, convocadas por sorpresa por la dirección nacional a la que pertenece Marín en mitad del puente de la semana pasada, lleva desde que arrancó el proceso alertando de posibles irregularidades, tanto por su exclusión provisional por no estar al corriente de sus pagos al partido como por la votación telemática.
El escaso debate ha girado en su mayoría a en torno a la relación de Cs con el PP. La gran pregunta es si para sobrevivir debe disolverse o fusionarse o juntarse o aliarse o no con el PP. Todo gira en torno al PP en Cs, que en 2018 parecía hablarle de tú a tú cuando obtuvo 21 diputados frente a 26 del partido de Juan Manuel Moreno. Hoy Cs es minúsculo al lado del PP.
Los antecedentes recientes de las autonómicas en Cataluña, con un fuerte bajón, y Madrid, donde se quedó fuera de la Asamblea, oscurecen el panorama. Los más optimistas se aferran a alguna encuesta que pronostica supervivencia e incluso grupo propio. La oposición atribuye las encuestas más favorables a Cs a maniobras del PP para evitar que su socio se desintegre. Un hecho da idea de la fragilidad del partido de Marín: en marzo PP tuvo que garantizarle por escrito que no ficharía cargos del partido naranja, para así evitar una posible desbandada.
A esta situación declinante se suma la reacción del PP a la posibilidad de unas listas conjuntas en las autonómicas de 2022. Génova lo descarta, mientras los dirigentes del PP andaluces dan largas a la decisión sin cerrarse rotundamente. Marín se aferra a la idea de que Moreno no lo ha descartado. Los mensajes desde PSOE y Unidas Podemos son similares: dan a Cs por finiquitado, absorbido por el PP. Durante la legislatura, en la etapa de Susana Díaz, existió la hipótesis de una alternativa a Marín que recuperase la condición de bisagra de Cs, abierta a pactar con el PP y PSOE. La persona que encarnaba esa posibilidad parecía ser la consejera Rocío Ruiz, de Igualdad, que finalmente no se ha presentado. Carrillo era un candidato más claramente derechista y anti-PSOE que Marín.
En el Parlamento Cs es el tercer grupo, con 21 diputados, sólo cinco menos que el PP, números obtenidos gracias a más 650.000 votos. Cs ocupa cinco consejerías, entre ellas una vicepresidencia, y controla las competencias de economía, educación, empleo, turismo e igualdad. Son cifras que contrastan con su flaqueza organizativa, que también ha quedado expuesta en toda su crudeza durante el proceso. Según los datos ofrecidos, estaban llamados a votar 2.589 afiliados. Finalmente, han votado 1.412.
¿Qué futuro tiene Ciudadanos?
"Con los indicadores de los que disponemos, todo pinta muy mal", afirma, en conversación con infoLibre antes de conocerse los resultados, Juan Rodríguez Teruel, profesor Titular de Ciencia Política de la Universitat de València, autor del artículo Ciudadanos y la pugna por el centro, en Agenda Pública, y uno de los investigadores que más en detalle ha estudiado la evolución del partido naranja. Rodríguez Teruel explica que cualquier partido tiene que tener al menos tres ingredientes para sobrevivir: una "mínima base territorial dispuesta a apoyar la marca", unas "mínimas expectativas para que los dirigentes y representantes institucionales piensen que, a pesar de todo, vale la pena el proyecto", y "suficientes votantes que crean que las desavenencias o el ruido interno son menores en comparación con el valor de seguir apoyando por ese proyecto". Es más que dudoso que Cs reúna estas características, a tenor del análisis de Rodríguez Teruel.
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Precisamente en Andalucía, explica el profesor, empezó a materializarse en las autonómicas de 2018 el "cambio de apuesta" de Albert Rivera, que quería "dejar de ser partido pequeño que complementa a dos partidos grandes" para "ser un partido grande que sustituye a uno de los dos". Resultó un empeño de resultado fatídico. "Al tomar esa decisión, Cs abandona su lógica centrípeta y transmuta todo el sentido de la organización", señala. Rodríguez Teruel sitúa en la moción de censura de mayo de 2018 que aupó a Pedro Sánchez al poder el origen del desvío de Ciudadanos, que entra a partir de entonces a rivalizar con el PP "no en transparencia, ni en gestión del presupuesto, ni en políticas públicas, sino en identidad y nación".
A pesar de los buenos resultados de Cs Andalucía en 2018, siendo decisivo para formar gobierno, a juicio de Rodríguez Teruel Cs ya había empezado por entonces su resquebrajamiento. ¿Por qué? Los votantes progresistas ven que claramente está decantado a la derecha, explica. Los conservadores, que la mejor opción es el PP. "Uno de los efectos de la moción de censura de 2018 fue un hastío, una decepción profunda de un votante que era del PP y se planteaba votar a Cs, pero que finalmente va a Vox", señala Rodríguez Teruel, que sitúa la esperanza del partido en una posible apelación al votante moderado de entre 30 y 45 años.
Ramón Villaplana, profesor de Ciencia Política de la Universidad de Murcia, afirma que, "sin caer determinismos", no es arriesgado decir que hay una "probabilidad altísima" de que Cs sea incapaz de invertir la dinámica decadente en la que lleva desde noviembre de 2019. Observa un hecho especialmente preocupante para el futuro del partido: el cada vez más frecuente recurso a "salidas individualistas", especialmente mirando al PP, un fenómeno explicable en un partido crecido en relativamente poco tiempo –tiene 15 años, pero no explota a nivel nacional hasta mediados de la década pasada– y que ha sufrido "cambios de ideario". "Eso, en un momento de crisis, te hace muy frágil", señala. La "polarización", que castiga a las opciones que se presentan como de centro, complica aún más las perspectivas de Cs para las autonómicas. "En Andalucía el partido intentará agarrarse a un clavo ardiendo, pero lo tiene difícil. Hay que considerar que una parte del voto de 2018 era reflejo del apoyo a nivel nacional a Albert Rivera, que ahora no está", afirma Villaplana, que ni considera a Marín un "candidato carismático" para levantar una campaña por sí mismo ni cree que las características sociales de Andalucía inviten a pensar en unos mejores resultados que en otras comunidades.
La mermada militancia de Ciudadanos en Andalucía ha fiado a Juan Marín, vicepresidente de la Junta, el penúltimo cartucho para la supervivencia de un partido en caída libre. Marín, que se ha mostrado dispuesto a intentar salvar el proyecto integrando a Cs en unas listas con el PP, guante que el partido de Juan Manuel Moreno no ha recogido al menos todavía, ha obtenido en las primarias para elegir al candidato a presidente 823 votos, casi un 58,3% de los que participaron (1.412). En 2018 Marín ganó con un 67%. El coordinador andaluz de Cs obtiene el 31,7% de los 2.589 que tenían derecho a voto. Son pocos militantes y pocos votan.