El coronavirus se ceba con la primera industria de España, un país hecho a la medida del turismo. Más concretamente, de un boom turístico de récord. ¿Qué le ocurre a un país que recibe más de 80 millones de turistas al año cuando, de un día para otro, cierra sus puertas, sin que esté aún claro cómo y cuándo las abrirá? La pandemia provoca un crash turístico en un país que, como demuestran los datos, está diseñado para el boom: el 12,7% del empleo depende de este sector, cuya actividad ha condicionado todos los aspectos de nuestro modelo socioeconómico.
Es dudoso que se produzca para la economía general la tan mentada recuperación en forma de V. Casi con toda certeza, no la habrá para el turismo. El Consejo Mundial de Viajes y Turismo (WTTC, por sus siglas en inglés) pronostica la pérdida de 75 millones de empleos en el sector como consecuencia del coronavirus. La Organización Mundial de Turismo (OMT) estima pérdidas superiores a los 400.000 millones de euros. En un escenario de recuperación a medio plazo, la OCDE prevé un retroceso del sector del 70% con respecto a 2019. "El efecto va a ser devastador", resume el geógrafo Josep Ivars, del Instituto de Investigaciones Turísticas. La incógnita ahora está en el grado de devastación.
No hay muchos elementos a mano para hacer pronósticos optimistas. Una propuesta de reflexión de la Universidad de Málaga rescata una frase del experto en marketing y gestión estratégica Dimitrios Buhalis: "La única certeza es la incertidumbre". Lo seguro es que la pandemia ataca "a la movilidad de las personas, esencia del turismo", señala el informe. Su evolución dependerá de factores con un comportamiento difícil de prever: la salida de la crisis sanitaria, la renta disponible durante la crisis económica, la huella psicológica, la posible aversión al riesgo...
En un artículo para el laboratorio de ideas sobre turismo Albasud, Iván Murray y Ernest Cañada detectan cómo la gran industria vinculada al turismo, por ejemplo la de la aviación, empieza a proponer salidas para volver a la "normalidad". Una "normalidad" que, a su juicio, era en sí misma anormal. Y que no volverá.
"No hay experiencia histórica, nunca ha habido un shock de oferta y demanda al mismo tiempo. Esta crisis afecta a la movilidad, a la distancia social. ¡Imagina medidas de distancia social en una compañía aérea low cost! Toda la estructura del sector va a tener que cambiar", señala el consultor Iñaki Gaztelumendi.
La situación, ya de por sí traumática, es extrema en España. "Ahora, de repente, nos piden la medida antiturística por antonomasia: quedarnos en casa. Precisamente cuando todo se basaba en una hipermovilidad difícil de sostener. El sistema turístico global y el español en particular estaban sobredimensionados. Había lo que llamábamos overtourism. Esta crisis ha hecho descarrilar un tren que iba a máxima potencia", señala el geógrafo Ivars.
Hay cifras que ilustran cómo España –su economía, su mercado laboral, sus infraestructuras– viajaba acomodada en ese tren a toda máquina que ahora yace a un costado de la vía.
Economía y empleo
El país cerró 2019 con 83,7 millones de turistas, un nuevo récord histórico tras saldar un 1,1% más que en 2018. Para ubicar la cifra, hay que mirar los datos de 2008: 52,1 millones. O de 2013: 60,6 millones. El crecimiento ha sido fortísimo. un fenómeno acelerado por la pérdida de tirón turístico de los países desestabilizados por la Primavera Árabe (2010-2010).
El peso del turismo alcanzó en 2018 en España los 147.946 millones de euros, lo que supuso el 12,3% del PIB, una décima más que en 2017.el 12,3% del PIB Desde 2015 el peso del turismo en el PIB ha crecido 1,3 puntos, al pasar del 11,0% al 12,3%. La ocupación en las ramas económicas características del turismo alcanzó los 2,62 millones de puestos de trabajo. Ello supuso el 12,7% del empleo total de la economía, tres décimas más que en 2017, todo ello según el última Cuenta Satélite del Turismo del INE. La tasa de temporalidad supera el 32%, según Turespaña.
Vivienda y 'gentrificación'
"La cada vez mayor especialización en el binomio turístico-inmobiliario ha hecho que buena parte del tejido productivo se haya ido concentrando cada vez más en todo lo vinculado a estas actividades y, consecuentemente, se ha ido reduciendo el peso del resto de actividades", señalan los investigadores en economía y turismo Murray y Cañada. Los dos investigadores de Albasud señalan cómo la progresiva dependencia del turismo ha condicionado todo el modelo socioeconómico español, desde la vivienda a las infraestructuras, pasando por la movilidad y el comercio.
Murray y Cañadas subrayan cómo se ha producido una "airbnbificación",airbnbificación", que ha condicionado el mercado de la vivienda, elevando los precios en las ciudades y precipitando la irrupción en el campo inmobiliario de elevando los precios en las ciudadesirrupción en el campo inmobiliario de Sociedades Cotizadas de Inversión Inmobiliaria (Socimi) y grandes fondos como Blackstone. Todo ha redundado en un fenómeno conocido como gentrificación o turistización. Un estudio del Consejo Mundial de Viajes y Turismo de 2017 citaba a Barcelona entre las ciudades más afectadas por esta masificación turística. Pero es un fenómeno conocido en todas las principales ciudades españolas, que se han desarrollado al compás de un caudal de viajeros que –al menos a corto plazo– no va a volver.
Cerca de la costa
Han proliferado además, anotan Murray y Cañadas, las "megainfraestructuras de transporte" para permitir una "hiperconectividad con Europa" y así convertir la costa del país en una gran "segunda residencia", todo e ello "mientras se descuidaba la red de proximidad". Un informe de la Asociación Española de Geógrafos, que cifra en casi 100.000 millones el despilfarro en obra pública en España, vincula la ineficiencia del modelo con el boom turístico.
Con esta diagnóstico coincide año a año Greenpeace en sus informes sobre saturación de la costa. "La costa española está totalmente masificada. En ella vive más de la mitad de la población y se ubican las principales ciudades, salvo Madrid. Hay un dato estremecedor: en los diez primeros kilómetros de costa, el 13% está urbanizada frente al 2% del interior del territorio", señala Greenpeace en su último informe. A raíz de los estragos del temporal Gloria en el delta del Ebro, el Observatorio de la Sostenibilidad publicó un informe en el que detallaba 14 zonas con riesgo de inundación por su excesiva proximidad a la costa. Es otro dato elocuente de cómo el turismo ha marcado a fuego la geografía española.
Urbanismo y vivienda
"En la costa española se ha construido un parque de viviendas descomunal, que yo creo que ya era un problema grave antes del covid. Ahora va a haber un importante desajuste oferta-demanda. Vamos a tener más oferta que demanda. ", señala el geógrafo Ivars. Otro resultado de que el desarrollo urbanístico de la costa haya corrido en paralelo al crecimiento turístico ha sido la creación de "destinos seriados, con mucha oferta sin valor añadido, donde no se ha buscado la creación de un espacio urbano atractivo".
Ese es el urbanismo que deja la apoteosis turística de la última década, acompañada de un aluvión de infraestructuras conexas cuya utilidad ahora está más en entredicho. ¿Necesitaban metro Málaga y Granada? ¿Le darán un uso que los justifique? ¿Qué futuro les espera a los parques temáticos? ¿Tendrán sentido los dragados de profundidad de los puertos españoles para facilitar la llegada de cruceros cada vez más grandes? ¿Es proporcionada nuestra oferta de museos?
'Low cost'
España no sólo ha fiado su economía al turismo en general, sino particularmente a un modelo masivo que tiene su expresión más emblemática en el low cost. En 2019, las aerolíneas low cost, que prevén un enorme impacto por el coronavirus, transportaron el 56,7% del tráfico aéreo total, más de la mitad. "¿Podrán las compañías aéreas, por aquello del low cost, seguir metiendo pasajeros con calzador en sus aviones durante horas, con los riesgos que ahora se hacen más patentes (además de otros)?", se pregunta Alfonso Vargas Sánchez, catedrático de Administración de Empresas, en un artículo en el blog de Hosteltur. Y seguía exponiendo sus dudas: "¿Experimentará algún cambio la llamada “democratización” del transporte aéreo a raíz de esta crisis? ¿Aprenderemos alguna lección que nos haga tomar la salud más en serio, aunque haya que pagar algo más? ¿Hasta qué punto estaremos dispuestos a asumir un sobreprecio por medidas que reviertan ese hacinamiento percibido como potencialmente peligroso, con cabinas donde las distancias son mínimas a modo de cuasi-latas de sardinas?".
El propio tráfico de los aeropuertos se movía en cifras que difícilmente volverán. Según los datos de AENA, el total de pasajeros en 2018 fue de más de 275 millones, un 4,4% que el año anterior. Vayamos a diez años antes, para calibrar el boom: en 2008 fueron algo más de 200 millones. La subida en una década ha sido del 37,5%. Ya antes del coronavirus, había movimientos organizados contra las ampliaciones de los aeropuertos de El Prat y Palma, en ambos casos con el apoyo de los Gobiernos locales, que defienden que sus ciudades están ya saturadas.
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Planificación y prisas
"A mayor especialización, más vulnerabilidad. Ahora mismo somos muy vulnerables. Ojalá todas nuestras costas fueran Silicon Valley, pero no lo son. Y hasta que logremos la diversificación, lo que tenemos es lo que tenemos", señala Ivars, del Instituto de Investigaciones Turísticas. A su juicio, "ha habido un momento en que se ha convertido al turismo casi en un bien de primera necesidad", de forma que "mucha gente renunciaba otras cosas, en principio más básicas, pero mantenía los viajes". Es una incógnita si eso volverá. Como también lo es si el turismo nacional logrará compensar a medio y largo plazo en algo la previsible caída del turismo internacional.
Ivars propone echar el balón al suelo antes de actuar. Mentalidad estratégica, algo que hasta ahora ha faltado en la política turística española, como publicó infoLibre [ver aquí]. "La idea del business as usual , de intentar volver cuanto antes a lo mismo, no nos sirve", añade. Y aquí Ivars lanza una advertencia: la fortísima dependencia de la economía española del sector turístico en su vertiente más desaforada dificulta precisamente lo más necesario: tranquilidad para pensar. A pesar del abundante empleo estacional y bajo en productividad, se trata de un empleo "muy importante socialmente", por lo que la inercia llevará a intentar recuperar rápido y a toda costa, señala Ivars. Se puede producir, a juicio de Ivars, un "conflicto" entre las prisas por recuperar el empleo y la necesidad de calma para rediseñar el sector, que de hecho ya era necesaria por el cambio climático.