Las alcantarillas llevan una semana tragando barro sin parar y ponen en riesgo las labores de limpieza

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La lluvia que cayó a última hora del domingo sobre la provincia de Valencia revivió el miedo entre las víctimas de la dana de la semana pasada, pero terminó siendo un respiro para las labores de limpieza. El agua arrastró parte del barro y ayudó a despejar las calles, al tiempo que introdujo agua limpia en las alcantarillas, que llevan días chupando fango. Sin embargo, muchísimos colectores de los 69 municipios afectados por la riada siguen colapsados, y los vecinos ya no tienen dónde tirar el lodo que sacan de sus casas. En algunas calles el barro llega incluso por la espinilla y no hay forma de sacarlo de ahí, salvo que acudan camiones cisterna especializados.

Fontaneros y empresas de desatasque de todo España han llegado estos días a la región, pero la tarea es tan grande que a corto plazo es inabarcable. Desde el primer minuto las alcantarillas han servido como sumidero del fango, pero en el momento en el que todo el barro de una calle acaba en un solo colector, es cuestión de tiempo que colapse. Una vecina de Massanassa, uno de los municipios más afectados por la dana, arrastraba este lunes el barro que sacaba de su garaje a una alcantarilla colapsada. "Dejó de tragar anoche, pero qué podemos hacer, nuestra prioridad es limpiar la casa para poder vivir", dijo.

Un buen alcantarillado es fundamental para garantizar una mínima higiene y que no aparezcan brotes de salmonelosis, e.coli o incluso hepatitis A, como explicaba este lunes en infoLibre Cristina Juesas, de la Fundación iO, una organización especializada en prevenir brotes de enfermedades infecciosas. Estos virus están presentes en el barro, y los vecinos y voluntarios trabajan durante horas sumergidos en lodo, muchos de ellos sin las protecciones adecuadas: guantes aislantes, mascarilla, gafas y botas impermeables. Además, los trabajos de fuerza como arrastrar muebles o manipular cristales provocan heridas que se infectan con facilidad.

Dos bomberos que trabajaban este lunes en Catarroja, un pueblo situado a cuatro kilómetros al sur de la ciudad de València, confirman que algunas alcantarillas están colapsadas. "Unas sí y otras no, depende de la zona. De todas formas, ya hay equipos de bomberos especializados que trabajan en desatascarlas", afirman. Estos equipos tienen dos funciones. Primero absorben todo el lodo posible de las cloacas y lo almacenan en un camión, y cuando encuentran el atasco, inyectan agua a presión para que vuelva a fluir el agua.

Josep Lluís Henarejos, gerente de aguas municipales del Ayuntamiento de Xàbia, confirma que hay también empresas especializadas en desatasques que llevan trabajando días en los pueblos que rodean València. Estos trabajos, afirma, han evitado que por ahora un atasco subterráneo a gran escala, y en teoría la red de desagüe está funcionando en los municipios. "Es un problema que se puede complicar en los próximos días, pero de momento se ha evitado", declara. Si el barro de las tuberías se seca y produce un tapón grave, la solución sería directamente quitar ese trozo y poner uno nuevo, algo impensable en la crisis actual. También añade que algunas depuradoras están inundadas y han dejado de funcionar —ninguna para consumo humano ni para agua de agricultura— de manera que estos días se está vertiendo agua al medioambiente más sucia de lo normal.

Se dispara el consumo de agua, pero no hay problema de suministro

Otra de las tareas imprescindibles en este momento es garantizar el agua de grifo, y en este momento no hay problemas de abastecimiento. Los gestores afirman que la que hay ahora es potable, aunque ha perdido algo de calidad desde el azote de la dana. "Ha sido un esfuerzo enorme, pero el suministro está garantizado con una calidad bastante buena", confirma Enrique Cabrera, catedrático de la Universidad Politécnica de Valencia especializado en aguas urbanas. "De todas formas, el agua en origen se somete a análisis cada hora, y entiendo que en este momento incluso más", añade.

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Ahora que el agua está garantizada, explica, el problema a resolver son las fugas de agua, que son abundantes en la zona afectada. Son extremadamente difíciles de encontrar porque pueden estar en la tubería general de un edificio, en un sótano o peor, debajo de las aceras, de manera que un ejército de fontaneros busca fugas estos días casa a casa en decenas de municipios.

Cabrera explica que en este momento algunas casas de pisos altos tienen problemas de presión en el agua porque se ha reducido la fuerza para evitar el desperdicio masivo a través de estas fugas. "Tenemos un abastecimiento garantizado, pero tenemos que equilibrar el agua disponible con el agua que se consume. Una tubería rota es como una boca de incendios abierta las 24 horas", comenta.

La bajada de presión también está relacionada con el subidón de demanda de agua en los pueblos arrasados, donde los vecinos necesitan grandes cantidades para limpiar sus casas, patios y aceras. Josep Lluís Henarejos afirma que "en algunas zonas el consumo se ha triplicado" por la suma de las fugas y las labores de limpieza. De hecho, es muy habitual ver a vecinos utilizando pistolas de agua a presión para deshacerse del barro.

La lluvia que cayó a última hora del domingo sobre la provincia de Valencia revivió el miedo entre las víctimas de la dana de la semana pasada, pero terminó siendo un respiro para las labores de limpieza. El agua arrastró parte del barro y ayudó a despejar las calles, al tiempo que introdujo agua limpia en las alcantarillas, que llevan días chupando fango. Sin embargo, muchísimos colectores de los 69 municipios afectados por la riada siguen colapsados, y los vecinos ya no tienen dónde tirar el lodo que sacan de sus casas. En algunas calles el barro llega incluso por la espinilla y no hay forma de sacarlo de ahí, salvo que acudan camiones cisterna especializados.

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