Política exterior

España y la coartada del fútbol impulsan el blanqueamiento de la autocracia marroquí

El rey de Marruecos, Mohamed VI, en una ceremonia religiosa.

La estrategia de Mohamed VI con España sigue dando frutos. Después de forzar un cambio histórico en la posición española en relación con el Sáhara a cambio de reanudar sus compromisos para dificultar el tránsito de migrantes a través del país rumbo a las costas españolas, la FIFA acaba de dar a Marruecos la oportunidad de presentarse internacionalmente al lado de democracias consolidadas utilizando como escaparate el mundial masculino de fútbol de 2030.

Rabat llevaba tiempo esperando una ocasión como esta —lo había intentado en cinco ocasiones y únicamente la asociación con España y Portugal lo ha hecho posible— y el Gobierno quiere aprovecharla para, en palabras su portavoz, Mustafa Baitas, dar un “salto cualitativo a todos los niveles”. La opinión general es que Marruecos busca una inyección económica y el relanzamiento del turismo, pero sobre todo homologarse internacionalmente gracias a la asociación con España y Portugal en un proyecto que le dará visibilidad en todo el planeta. 

Dentro de España nadie ha alzado la voz para discrepar. Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo disienten en materia de política exterior, en particular en relación con el Magreb, pero en esta ocasión, y a pesar de la extrema tensión política instalada entre ambos en torno a la negociación de pactos para que la legislatura eche a andar tras las elecciones del 23J, ambos se han mostrado de acuerdo a la hora de considerar una “gran noticia” que España acoja el mundial. Y que lo haga con Marruecos. 

La razón están en que, aunque la decisión de la FIFA sirve a los intereses de Marruecos, también atiende los de España, que persigue crear marcos de colaboración que le garanticen estabilidad a largo plazo después de varios años de relación tormentosa.

”Las grandes naciones”

El país africano fue el último en incorporarse a la iniciativa conjunta para organizar el mundial. Lo hizo en fecha tan reciente como el pasado mes de marzo a instancias de Pedro Sánchez, en el marco de la estrategia de acercamiento entre los dos países tras los desencuentros de los últimos años. A pesar de ello, fue Mohamed VI el que anunció la noticia a través de un comunicado que lo dice todo acerca de lo que espera del acontecimiento deportivo: el reconocimiento “del lugar destacado de Marruecos en el concierto de las grandes naciones”. 

La elección de la FIFA, nada difícil, porque no había ninguna alternativa, ha coincidido con un momento de incertidumbre en Marruecos sobre el rumbo que puede tomar el Gobierno de España. Un asunto al que Rabat concede máxima importancia porque afecta a sus intereses económicos en Europa y a la política de hechos consumados con la que está intentando consolidar la anexión del Sáhara y desoír las resoluciones de Naciones Unidas que exigen un referéndum de autodeterminación. 

En principio, y según el presidente de la Real Federación Marroquí de Fútbol (FRMF), Faouzi Kekjaa, Marruecos ha presentado seis sedes para acoger partidos del Mundial 2030 —Agadir, Marrakech, Casablanca, Rabat, Tánger y Fez—, ninguna de ellas en los territorios ocupados del Sáhara. Pero aun así, el Frente Polisario no tiene dudas sobre las verdaderas intenciones de Mohamed VI. Lo único que mueve a Marruecos al organizar el mundial con España y Portugal, asegura Abdullah Arabi, delegado en España de la organización que representa al pueblo saharaui en todo el mundo, “es su permanente afán y empeño en blanquear e imponer su ocupación ilegal al territorio del Sáhara Occidental”. Marruecos, recuerda, “es un país que no respeta los derechos humanos” y eso “debería ser condición” previa para no formar parte de ninguna candidatura. 

La FIFA y los derechos humanos

Pero la FIFA nunca ha considerado eso un problema. El ejemplo más reciente se pudo ver el año pasado en Catar, un país que, igual que Marruecos, forma parte del grupo de “autocracias cerradas” definido por el índice V-Dem de la Universidad de Gotemburgo, uno de las clasificaciones de calidad democrática más prestigiosas del mundo. En esa lista negra están también, entre otros, países como Afganistán, Arabia Saudí, Qatar, Corea del Norte, Cuba y China.

La disidencia política y periodística sigue sufriendo la represión de régimen, persisten denuncias de tortura y malos tratos por parte de las fuerzas de seguridad y son frecuentes los casos detenciones arbitrarias y juicios injustos. El respeto de los derechos de mujeres, migrantes y minorías étnicas y religiosas es aún muy limitado. 

La FIFA no ha tenido nada de esto en cuenta. Una coalición global de grupos de derechos humanos, sindicatos, futbolistas y aficionados le había instado a garantizar que los derechos humanos fuesen una consideración primordial a la hora de elegir qué países podrían ser anfitriones de la Copa Mundial de fútbol masculino de 2030.

La Sport & Rights Alliance (Alianza de Deportes y Derechos) había pedido a la FIFA garantías para que el proceso de evaluación de candidaturas reflejase los resultados de una encuesta encargada por Amnistía Internacional y llevada a cabo en 15 países, según la cual la mayoría de la opinión pública (el 53%) cree que los derechos humanos deben ser una consideración fundamental a la hora de decidir quién es el anfitrión de grandes eventos deportivos internacionales.

La FIFA introdujo criterios de derechos humanos por primera vez en el proceso de adjudicación de la Copa Mundial de 2026 tras las controversias respecto al proceso de elección de los torneos de 2018 y 2022 en Rusia y Catar, respectivamente. No obstante, Amnistía Internacional temía que la organización que rige el fútbol mundial los esquivase en su decisión para 2030, como así ha sucedido en lo que se refiere a Marruecos. Arabia Saudí anunció este jueves que será candidata para el año 2034.

La ocupación del Sáhara

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En el lado oscuro de Marruecos destaca la situación del Sáhara Occidental, ocupado ilegalmente desde que España lo abandonó a su suerte en 1976. Desde entonces, subraya el Polisario, Marruecos ejerce “de manera continuada todo tipo de represión, incluyendo la desaparición y eliminación física” de ciudadanos saharauis. “Es un régimen que utiliza todo tipo de mecanismos de chantaje y sobre todo de espionaje, incluso a jefes de estados extranjeros y ha sido acusado de estar detrás del mayor escándalo de corrupción ejercido en el ámbito del Parlamento Europeo” con el objetivo de “imponer su ocupación del territorio del Sáhara Occidental”, destaca Abdullah Arabi.

El Sáhara Occidental es, de acuerdo con el derecho internacional y su jurisprudencia, un territorio distinto y separado de Marruecos, recuerda el delegado del Polisario. Nadie “puede actuar en su nombre ni disponer de sus recursos ni de su territorio”. Por esa razón, España, Portugal y la FIFA “tienen el deber y la obligación de garantizar que Marruecos no infrinja el derecho internacional durante la celebración de este mundial, no solamente usando un territorio ocupado militar e ilegalmente que no es suyo, sino mediante el uso de mapas ilegales que incluyen el Sáhara Occidental como parte de Marruecos”.

Utilizar grandes eventos deportivos para blanquear regímenes políticos tiene nombre: sportwashing. Amnistía Internacional lo define como un intento de desviar la atención utilizando el deporte para mostrar una cara amable, moderna y abierta, y ocultar la situación real de los derechos humanos. 

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