LIBRO DE MEMORIAS

Autorretrato de Alfonso Guerra: de las "compensaciones" a Filesa al 'invento' de los GAL

Alfonso Guerra, en una imagen de archivo

“Yo me siento de una época del pasado: el romanticismo. La vida moderna ha eliminado grandes conceptos que antes eran normales, pero el ser humano, aunque no lo reconozca, aunque no se dé cuenta y no tenga conciencia plena, es un ser romántico. Quevedo decía del ser humano que seremos polvo, ‘más polvo enamorado’. El amor está en todo”.

Alfonso Guerra se autorretrata en el nuevo libro La rosa y las espinas. El hombre detrás del político, en el que se resumen sus conversaciones con el cineasta y confeso admirador Manuel Lamarca. Una obra en la que repasa momentos de su trayectoria vital y profesional el exvicepresidente y que ve la luz en un momento en el que ha elevado el tono contra la actual dirección del PSOE ante una posible ley de amnistía. Este mismo miércoles está convocada la presentación del libro en el Ateneo de Madrid, con la presencia de Guerra, de Lamarca y de un introductor relevante: Felipe González. No participaban juntos en una misma mesa en público desde antes de 1991, cuando el primero presentó su dimisión como vicepresidente del Gobierno y González la aceptó.

Guerra es Guerra en su plenitud en este libro, donde repasa, por ejemplo, la figura de Juan Carlos I. “En el PSOE recibimos con enormes reservas al rey: temíamos que iba a ser la continuidad de Franco, pero nos equivocamos, afortunadamente”, relata, a la vez que subraya que “apoyó decididamente la democracia en dos momentos clave: en la Transición y cuando frenó a los militares que querían volver a un sistema de dictadura con la intentona golpista del 23 de febrero de 1981”.

“Ahora el rey emérito tiene otros problemas, y somos testigos de cómo hay gente que intenta que la situación actual opaque y eclipse todos sus logros históricos. Por supuesto no estoy de acuerdo con esa actitud injusta. El rey Juan Carlos merece un reconocimiento; no ha habido un monarca en la historia que ceda todos los poderes y diga ‘yo no los quiero para mí, deseo la democracia”, sostiene Guerra.

"Es la izquierda quien revindicó la amnistía"

Se detiene también cuando habla de la Transición en ese punto: “Pululan por ahí indocumentados, ignorantes que no saben nada, que afirman que se produjo una desmovilización de los trabajadores de izquierdas. Eso es mentira: en los años 1976 y 1977 en España se perdieron más horas por huelga que en el conjunto de Europa. También alegan que hubo un pacto de silencio para que no se hablara de la dictadura y de la guerra civil. ¡Pero si se han escrito más libros de la guerra civil que de la II Guerra Mundial. Continuamente se ha estado hablando de ella!”.

Para enlazar: “También está otra falacia que lanzan algunos: ¡La ley de amnistía fue una cosa que le hizo tragar la derecha a la izquierda!’ Falso: en los últimos años de la dictadura todas las manifestaciones portaban pancartas que decían ‘libertad, amnistía y estatuto de autonomía”. “Es la izquierda quien reivindicó la amnistía y, por cierto, en el Congreso fue votada por toda la Cámara menos por el grupo de los siete magníficos de Fraga Iribarne”, afirma.

Se adentra en la victoria de 1982 y la aprovecha para lanzar sus ideas sobre la actualidad: “Cuando el PSOE llegó al Gobierno, sabíamos a dónde queríamos ir y a dónde debíamos ir. Ahora ocurre que algunos saben a dónde se debería ir, pero no saben a dónde quieren ir. Vivimos una situación contradictoria, donde no coincide lo que se debe hacer con lo que se quiere hacer; existe un importante desconcierto sobre la actividad política. Y esto está sucediendo en todos, absolutamente todos, los partidos”.

“En España nadie sabe hoy a ciencia cierta qué propone tal o cual partido. Vivimos rodeados de una densa mezcolanza de críticas, pero la mayoría de las veces carentes de una reflexión previa. Se critica mucho, pero se sabe muy poco. Así se producen numerosos cambios de grupo y amplios bandazos de acá para allá”, agrega el ex vicepresidente. 

Las conversaciones con el "déspota y seductor" Fidel Castro

En un relato constante sobre los numerosos logros que a su juicio se deben a su propia contribución, insiste a la vez, como ya hizo en su autobiografía, en trasladar que le costó “mucho aceptar ser parte del primer Gobierno socialista”: “Esta decisión se me hizo muy cuesta arriba porque yo tenía la idea de abandonar la política desde hace tiempo y dedicarme a otra cosa más ligada a asuntos culturales, que es lo que siempre me ha gustado”. “No quería acabar en el Gobierno, hice todo lo posible por evitarlo. Pero Felipe González se empeñó, insistió muchísimo y al final no me quedó otra que aceptarlo. Y así fue como me metí a fondo con las responsabilidades gubernamentales durante casi diez años”, describe el veterano socialista. 

Guerra hace un repaso también sobre personalidades con las que se ha cruzado, como Fidel Castro, al que califica de “déspota y seductor”. “Era un gran tipo. Tenía una curiosidad tremenda, sobre todo por España. Lo sabía todo y lo leía todo sobre nuestro país. He tenido extensas conversaciones con él y he podido expresarme con una claridad y una sinceridad con la que creo que nadie le ha hablado”, llega a decir, para remachar posteriormente: “Era una persona muy lúcida, pero cuando la vanidad te la alimentan todos los días, a todas horas, pues acabas creyéndote el no va más”.

Se detiene en algunos de los episodios más escandalosos durante su época de poder para restar importancia a todos ellos. Por ejemplo, al caso Filesa: “Ya lo he explicado alguna vez, pero hay gente que no quiere oír. Lo de Filesa no fue un caso de corrupción, sino que, como en la campaña electoral de la OTAN el PSOE corrió con todos los gastos, algunas personalidades de empresas y de bancos consideraron dar una cantidad en compensación por aquellos desembolsos. Y lo justificaron con una empresa que se llamaba Filesa, que yo no conocía en absoluto y sigo sin conocer, pero no se trató de un caso de corrupción”.

Plasma sus sentimientos sobre la vanidad, siempre contemplada en otros políticos, no respecto a sí mismo: “Ahora está de moda hablar del ‘régimen del 78’. Yo tengo la piel dura y estos que mantienen ahora estas tesis están ocultando su ignorancia, hoy son los hijos de Putin”. “Son gente –prosigue Guerra –con una capacidad mental de muy poca talla, de muy poca categoría. ¿Qué es lo que ocurre? Pues que la vanidad es el único peso que el ser humano no soporta sobre los hombros. Esos jóvenes son pocos, pero son muy ruidosos, son extremadamente soberbios y presumidos. Cuando rascas un poco, debajo no tienen nada, no tienen consistencia ninguna. En realidad buscan la disolución del sistema porque así ellos consiguen sobresalir más”.

Los GAL: la sentencia y los indultos

Se refiere además al escándalo de los GAL. Manifiesta el ex vicepresidente que el terrorismo era “tan brutal” que hubo gente, “cercana a la extrema derecha y algunos dentro de las instituciones policiales,” que empezó “a tomarse la justicia por su mano y a matar a terroristas”. Sostiene asimismo: “En nuestra etapa, eso que era el Batallón Vasco Español cambió de nombre y se denominó GAL”. A su juicio, “los oponentes políticos quisieron implicar al Gobierno del PSOE”. “Pero no llevaban razón: estaban mintiendo y los sabían. Pero como el terrorismo había sido tomado como un tema más para la polémica, pues incidieron en eso. Pero no era verdad”, apostilla Guerra.

Deja escrito su punto de vista sobre el proceso en relación con los GAL muy curioso a la luz del debate ahora vigente sobre el procés y la búsqueda de alguna fórmula de "alivio penal". Dice Guerra: “Al final hubo una sentencia del Tribunal Supremo condenando a algunos miembros del Gobierno. Cuando la oscuridad lo tapa todo puede darse una sentencia que no es justa. Pero la sociedad democrática se defiende y tiene recursos, como es el indulto. Los indultos de de Barrionuevo y Vera los firmaron nuestros oponentes, el Gobierno de Aznar, no nosotros. Está muy bien que se sintieran generosos, pero un poco de mala conciencia sí podrían tener por lo que nos hicieron en la lucha del Gobierno en materia antiterrorista”

Precisamente el fin del terrorismo tiene otro apartado en La rosa y las espinas, en el que no cita en ningún momento a José Luis Rodríguez Zapatero. Lo que sí hace Guerra es poner el origen del cambio de actitud de Francia en una conversación que mantuvo él mismo con el político galo Lionel Jospin. A raíz de ello, según relata, François Mitterrand llamó a Felipe González: “Tuvieron una entrevista y Francia cambió radicalmente. Se pusieron a colaborar con nosotros de una manera muy firme, cosa que no había ocurrido con los anteriores presidentes. Y eso fue muy importante para ahogar la posición del renacimiento de ETA”.

Guerra analiza otros episodios de primera magnitud para el país, ya estando fuera él de la primera línea política. Sobre el 1-O, dice que el tribunal que lo juzgó hizo una labor “encomiable”. “Otra cosa es que se viera obligado a sacar una sentencia que no tuviera sospechas de estar inclinada a uno u otro lado, y tuviera que afirmar que no hubo rebelión, y que las condenas tendrían que haber sido quizá más duras. Aquí hubo un golpe de Estado y hubo rebelión: yo habría ido más lejos en la consideración”.

El discurso "republicano" de Felipe VI

Sobre las polémicas palabras del rey Felipe VI el 3 de octubre de 2017, considera el socialista: “Fue el discurso más republicano que se ha hecho en España en muchísimo tiempo. Era la defensa de los valores republicanos. ¿Los valores republicanos qué son? No es si hay alguien coronado o no, sino el sostenimiento de la prevalencia de la ley contra todo arbitrio. Esos son los valores republicanos. Y lo que hizo el rey fue eso, defender los valores republicanos. Creo que lo hizo en detrimento del Gobierno, que no quiso hacerlo. Lo hizo porque le tocaba hacerlo, porque si no, la democracia hubiera tomado un camino muy complicado”.

Deja patente también en otro capítulo lo que considera el “disparate del Gobierno de cuotas”. Su opinión pasa por aquí: “Vivimos una situación no deseable, en la que se producen contradicciones dentro de un Gobierno, y estas además se hacen públicas”. “En verdad, lo que en este momento se denomina Gobierno de coalición es, desde mi punto de vista, un Gobierno de cuotas. A uno le corresponde esto, al otro lo de más allá”, considera, para manifestar: “El presidente renuncia a ser presidente en algunos aspectos de sus funciones”.

Hace referencia a la "leyenda" que se ha construido sobre él, negando haber dicho en su día frases que se le han atribuido como la de que “Montesquieu ha muerto” o “El que se mueva no sale en la foto”. En cambio, sí reconoce la autoría de “A este país no lo va a reconocer ni la madre que lo parió” o “La política tiene una parte de escenificación”.

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En este recorrido, el antaño todopoderoso político admite su debilidad por una figura: Olof Palme, ex primer ministro sueco. Lo describe de esta manera: “Es el que me impactó más como líder, como responsable político. como hombre que orientó la cultura de su país. Era una persona de una humanidad y una categoría extraordinarias. Sencillo, muy sencillo, con una sabiduría y un carisma fantásticos”.

Guerra dedica la última parte de la conversación en torno a sí mismo a su amor por la cultura. Tiene claro que, de tener que elegir, se llevaría a una isla desierta dos películas: Muerte en Venecia y El Gatopardo. Sus preferencias pasan también por el cine de François Truffaut. Y su vida suena tanto a Mozart como al Imagine de John Lennon.

En resumen, sin aportar apenas novedades sobre hechos concretos de su vida política, Guerra huye de cualquier reflexión autocrítica y, eso sí, se adjudica un papel decisivo en episodios clave de la historia de su época, desde la elaboración de la Constitución o la mayoría absoluta socialista de 1982 hasta la lucha antiterrorista o el traslado a España de la colección Thyssen.

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