Dolor, miedo, pobreza y también esperanza en cuatro historias de sinhogarismo en primera persona

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Sofía Henales

El sinhogarismo es un problema estructural y una forma de exclusión social extrema que vulnera los derechos fundamentales. En la última década, el número de personas sin hogar ha aumentado un 24,5%, según los datos del Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030, hasta alcanzar los 28.500 casos en 2022 (el último año del que se tienen registros). Pero estos números podrían ser todavía más elevados si se tiene en cuenta a aquellas personas que las estadísticas no recogen porque están al margen del sistema.

Laura y Silvia (nombres ficticios para proteger su identidad), Luz y Pepe son cuatro personas que saben lo que es no tener casa aunque, gracias a la ayuda de varios organismos, pudieron salir de la calle. Las asociaciones Hogar Sí y Provivienda han organizado un encuentro con ellos, al que acude infoLibre, para que expongan cómo llegaron a esa situación y si recibieron alguna ayuda. Actualmente están acogidos al programa piloto Derechos a la vivienda, impulsado por sendas entidades, algo que les ha permitido acceder a una vivienda segura y recibir acompañamiento para tener autonomía.

Tres de cada cuatro personas que viven en la calle son hombres: el 77%, según revela el INE. De hecho, existe un perfil tipo: son varones de mediana edad, de aproximadamente 43 años. Existe la creencia de que muchos de ellos son alcohólicos o tienen problemas de adicción a las drogas. Los datos lo desmienten: solo son el 12%. Otro falso mito: que son extranjeros. De nuevo, los datos echan por tierra esta falsa creencia: el 50,1% de las personas que no tiene hogar son españolas.

La historia de Pepe, en la calle con 44 años cotizados

Pepe nunca imaginó que con 64 años y 44 cotizados sería uno de ellos. Pasó cerca de un año en la calle hasta que el Samur Social, el servicio de atención municipal a las emergencias sociales, se hizo cargo de su situación. Todo comenzó en la pandemia. Pepe era repartidor, pero al cesar la actividad económica por el covid, se quedó sin empleo. Y, como consecuencia, sin ingresos para pagar el piso en el que vivía de alquiler.

Era autónomo, y pesar de sus más de cuatro décadas trabajadas, no pudo ni jubilarse ni cobrar el paro porque arrastraba una deuda con Hacienda. Solicitó entonces una vivienda, que no le concedieron al ser ya copropietario de una, aunque quien vive en ella y paga la hipoteca es su exmujer.

No le quedó otra opción que vivir en la calle, a merced del frío y de las agresiones. Lo peor era lo segundo, asegura. Durante unos meses residió cerca de una discoteca de la calle Bravo Murillo (Madrid). A las cuatro de la mañana, cuando la cerraban, "me tiraban los vasos del cubata encima y hacían pis en los cartones". También sufría humillaciones e insultos. El 50% de las personas sin hogar ha sufrido violencia física, como amenazas o robos, aunque sólo el 13% denuncia. "Tienes miedo de hacerlo, ¿a quién vas a denunciar? ¿Quién te va a hacer caso?", se plantea. Para asearse tenía que ir a una casa de duchas y podía cortarse el pelo de vez en cuando en una peluquería en la que solo le cobraran dos euros.

"En la calle te pegan, te roban. Te hacen de todo. Incluso hay mujeres a las que han violado", detalla Pepe en este vídeo grabado por infoLibre.

Silvia y la esperanza recobrada

El Ministerio de Derechos Sociales apunta que el 40% de la gente en situación de sinhogarismo lo está por problemas asociados a la vivienda y un 27% por perder el empleo. A Silvia, de 60 años y origen nigeriano, se le juntaron ambas cosas. Trabajó como interna en una casa durante dos años y al despedirla se quedó sin hogar ni dinero, por lo que estuvo más de tres meses en la calle.

"Pasé el peor momento de mi vida, pero ya no tengo miedo. He recobrado la esperanza que había perdido", relata. Gracias a la ayuda de las organizaciones, esta señora, que lleva 27 años en nuestro país, se ha sacado el certificado de manipulación de alimentos y un curso de arte de resina.

Precios excesivos

El sinhogarismo, término que se incorporó a la RAE a finales del mes de noviembre, afecta ya a uno de cada cinco hogares en España. Y, según las organizaciones, la problemática se está agravando. Más del 40% lleva en esa situación tres años (11.471 personas). El motivo principal es el precio inasumible de la vivienda. Alquilar un piso puede llegar a costar lo mismo que el salario mínimo interprofesional (1.134 euros al mes), así que hay quien no puede pagarlo.

"En 1982 ganaba 20.000 pesetas y pagaba 1.000 de alquiler", cuenta Pepe. Alquilar una habitación tampoco es barato, y cuesta reunir los requisitos que se piden (varias nóminas, contrato fijo...). Además, muchos caseros no ven con buenos ojos que el inquilino o inquilina pase muchas horas en casa, tal y como relata Laura: "Al principio te preguntan cuánto tiempo vas a estar o con cuánta frecuencia vas a cocinar".

Laura, sin casa y enferma de cáncer

El caso de Laura, una colombiana de 45 años, es complejo. Diagnosticada de cáncer, apenas salía del piso porque necesitaba reposo. Sin embargo, "a la dueña le molestaba que pasara todo el tiempo allí y me echó". "Sin pelo, débil, y con vómitos por la quimioterapia", tanto ella como sus dos hijas veinteañeras estuvieron dos meses sin residencia. Al igual que a Pepe, el Samur Social la recogió y la llevó a un albergue de Madrid.

El Diccionario de la Lengua Española recoge, después de dos años, la palabra 'sinhogarismo'

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Mientras deambulaba de un sitio a otro tuvo experiencias agridulces. "Un chico de 21 años estuvo muy pendiente de mí, dándome comida e interesándose por mi salud", explica. Pero otros quisieron aprovecharse: "A una de mis hijas le ofrecieron 10 euros en el bar donde trabajaba por tocarle las tetas". Asimismo, asevera que en servicios sociales la trataron con desdén. Hoy Laura afirma estar muy recuperada.

La falta de intimidad en el albergue

A Luz, otra víctima de sinhogarismo por culpa de la vivienda, sus amigos no le pudieron tender la mano: "Viven en habitaciones individuales. No les permitían meter a otras personas". Esta peruana estuvo sin techo una semana hasta que llegó al mismo albergue que Laura. En esos centros, manifiesta, "las mujeres no siempre nos sentimos seguras, ya que las habitaciones se suelen compartir con hombres y no hay intimidad". Por eso propone que los albergues se conviertan en pisos independientes.

Para salir del sinhogarismo un 82% considera que necesita un domicilio, y un 78%, un trabajo, recoge el ministerio. En opinión de Pepe, Luz, Silvia y Laura, las soluciones pasan por agilizar los trámites de extranjería desde que la persona viene a España; así como aumentar el parque de viviendas sociales, que en nuestro país es sólo del 2,5%, frente al 9,1% que hay de media en Europa. A juicio de los cuatro "esa es la única vía para que la población vulnerable tenga una casa digna". Porque, de momento, las respuestas que se están dando no logran revertir una tendencia que sigue creciendo.

El sinhogarismo es un problema estructural y una forma de exclusión social extrema que vulnera los derechos fundamentales. En la última década, el número de personas sin hogar ha aumentado un 24,5%, según los datos del Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030, hasta alcanzar los 28.500 casos en 2022 (el último año del que se tienen registros). Pero estos números podrían ser todavía más elevados si se tiene en cuenta a aquellas personas que las estadísticas no recogen porque están al margen del sistema.

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