Los cara a cara entre Sánchez y Feijóo alimentan el fantasma del bipartidismo

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Con sus cara a cara, Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo están trasladando hacia el Senado —también conocido como la Cámara Alta— un foco político y mediático que nunca ha tenido, siempre eclipsado por el Congreso. Lo cierto es que, a lo largo de los años, ha servido más de refugio de expresidentes o dirigentes apartados de la primera línea política que de Cámara de representación territorial.

Teóricamente su misión es ejercer la potestad legislativa del Estado, dar luz verde a los Presupuestos Generales del Estado (PGE) y controlar la acción del Ejecutivo. Pero en estas funciones tiene más amplias competencias la Cámara Baja y es por eso por lo que se habla de "bicameralismo imperfecto". 

Tras la llegada de Feijóo al Senado —a través de la designación autonómica de Galicia—, el presidente del Gobierno ha aprovechado para medirse con el líder de la oposición tratando de demostrar que el gallego carece de propuestas y, por tanto, de una alternativa sólida. En su último encuentro, celebrado este martes, el expresidente de la Xunta mostró su lado más duro, alejado de la imagen de centro que lleva vendiendo desde hace años.

Un duelo que no termina de convencer al socio minoritario del Ejecutivo, Unidas Podemos. A juicio de su portavoz en el Congreso, Pablo Echenique, el Senado “tiene un olor a bipartidismo viejo”, ya que su formación no tiene representación en la Cámara. Un caso similar al de tercera fuerza del Congreso, Vox, que únicamente tiene tres senadores, por lo que carece de grupo parlamentario propio y está integrado en el grupo mixto.

El caso del Senado, donde el bipartidismo tiene  217 senadores de un total de 265 contrasta con el del Congreso, donde PP y  PSOE cuentan con 209 escaños de 350. Los datos confirman que el final del bipartidismo, que llegó tras las elecciones de diciembre de 2015, se ha consolidado en nuestro país. La suma de votos del PP y del PSOE, que antes se movía con soltura entre el 70 y el 80%, no supera el 56% desde 2016. La última encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) señala que los dos partidos del turnismo español tras la restauración democrática se sitúan en el 60% y apenas se benefician de la caída de sus competidores.

A juicio de José Pablo Ferrándiz, director de Opinión Pública y Estudios Políticos de Ipsos, "es muy difícil volver a los tiempos de las mayorías absolutas en el medio plazo", explica en conversación con infoLibre. "Durante muchos años España ha sido la anomalía respecto al resto de Europa, que ya contaba con gobiernos de coalición. Aquí los partidos tradicionales han aguantado más por el tipo de electorado, por la interna de los partidos y el sistema electoral, que impide que PP y PSOE se hundan”, analiza. Con todo, el politólogo cree que "va a ser difícil una vuelta" al pasado, aunque haya un retroceso de Vox y de Unidas Podemos.

El barómetro de octubre constata un descenso acusado de la extrema derecha, que obtendría 8,8% de los votos, lejos del 15,1% con el que se alzaron en los comicios de noviembre de 2019. La formación que dirige Santiago Abascal llegó a obtener un 16,6% en mayo, pero desde entonces ha caído en estimación de voto hasta situarse, por primera vez, por debajo de la barrera del 10%. Por su parte, Unidas Podemos se consolidaría en la tercera plaza con el 12,7% de los votos, casi tres décimas menos que lo que Pablo Iglesias consiguió en noviembre de 2019.

Sin embargo, la formación morada sigue lejos de su resultado histórico, logrado en las elecciones de 2016, con más de cinco millones de votos, un 21,1% del total. Ferrándiz asegura que los morados "tienen un suelo electoral" fijado en el 10% pero cree que también tienen una "capacidad de crecimiento limitada" respecto al PSOE. "El PSOE no tiene unos datos espectaculares, pero sí que son muy estables. Con Sánchez no ha habido grandes cambios ni en la intención de voto, ni en su credibilidad, no es un Sánchez en caída libre, lo que dificulta que puedan atraer votantes del PSOE".

PSOE Y PP necesitan que UP y Vox estén "medianamente fuertes"

En el PSOE son conscientes de que necesitan que su izquierda esté fuerte y tire en las urnas, porque llegan a un electorado que nunca votará a los socialistas. De hecho, Sánchez trata de cuidar su relación con Yolanda Díaz, le da protagonismo —como sucedió recientemente en el Senado o cuando la defendió frente a las duras críticas de Gabriel Rufián— y le deja su espacio para que llegue a ese electorado. El presidente del Ejecutivo confía en el empuje de Sumar, el proyecto de la vicepresidenta segunda, para situarse como la tercera fuerza en liza.

Fuentes de la Moncloa recuerdan que el presidente Pedro Sánchez ya asumió con “pragmatismo” esta realidad después de que la repetición de las elecciones en noviembre de 2019 disipase el sueño de una mayoría holgada. El líder del PSOE, aseguran, es quien mejor ha interiorizado que la nueva política va a exigir a corto y a medio plazo gobiernos de coalición y complejas negociaciones para llegar a acuerdos.

Ferrándiz cree que, precisamente, la estrategia de Sánchez en el Senado no es forzar una "vuelta al bipartidismo", sino "asentar la idea de que Feijóo no es un hombre moderado ni un tecnócrata y que carece de alternativa a nivel económico". "Esa es su principal motivación, aunque es cierto que esto puede invisibilizar a formaciones como Podemos y Vox", reflexiona el politólogo.

Por su parte, el líder del PP ignora por completo a Vox cuando comparece en público. En Génova desean tener las mejores relaciones posibles con la extrema derecha y se esfuerzan en mantener despejados todos los puentes, pero huyen de la estrategia de Vox de tratar de hacer ver que existe coordinación entre las dos organizaciones. Feijóo quiere gobernar solo y por mucho que Abascal insista en anticipar acuerdos de coalición, el líder del PP no se moverá hasta el día de las elecciones como ocurrió en Castilla y León.

Tal y como desgrana el director de Opinión Pública y Estudios Políticos de Ipsos, tras la llegada de Feijóo a la presidencia del PP "un 25% del votante de Vox en 2019 ahora votaría al PP". "En la derecha lo que más impera es el pragmatismo, y si esos votantes creen que Feijóo puede derrotar a Sánchez, al contrario de lo que pensaban con Pablo Casado, votarán por él", analiza. Aun así, Ferrándiz cree que el PP "corre el riesgo de alejarse de la mayoría absoluta" si "degrada en exceso" a la extrema derecha". La mayoría de derechas solo la facilitará un Vox medianamente fuerte", opina.

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En la Unión Europea el peso de los dos grandes partidos tradicionales —los socialdemócratas y los populares— es también cada vez menor. Crecen, a su costa, liberales, verdes, formaciones de izquierda, ultraconservadores y ultraderechistas. En Estrasburgo se sientan ahora mismo siete grupos políticos sin contar el cajón de sastre de los no inscritos. La suma de los dos grandes grupos tradicionales (325 escaños) no alcanza para reunir mayoría absoluta 353), así que hace falta, como mínimo, el concurso de una tercera formación. De hecho, para nombrar una nueva Comisión se vieron obligados, por primera vez desde la fundación de la UE, a contar con los liberales.

Al margen de Bruselas, el declive del bipartidismo en los gobiernos nacionales tampoco es un fenómeno exclusivamente español. Los socialdemócratas alemanes ganaron las últimas elecciones con un 28% de los votos y no han tenido más remedio que llegar a acuerdos con Los Verdes y los liberales. En Italia la reciente victoria de la ultraderechista Giorgia Meloni ha dejado a la Forza Italia de Berlusconi —equivalente al PP español— en sus mínimos históricos. La socialdemócrata Magdalena Andersson obtuvo un 30,4% de los votos en las elecciones, insuficiente ante el crecimiento de la derecha. La danesa Mette Frederiksen, también socialdemócrata, ganó las elecciones con apenas el 25,9% de los sufragios y acaba de convocar elecciones anticipadas con el fin de evitar una moción de censura. Y el PP suizo también ganó con el 25,59% de los votos. Comparte el Consejo Federal del país —el Gobierno— con el Partido Socialista, los liberales y el Partido de Centro.

La norma en casi toda Europa es que prácticamente nadie ha conseguido ganar las elecciones con más del 30% de los votos. Y las excepciones se salen del bipartidismo tradicional: los ultras húngaros de Fidesz, aliados de Vox y principales valedores de Vladímir Putin en Europa, ganaron las elecciones por un abrumador 54,1%. La última vez que los polacos votaron, en el año 2019, dieron el 41% de los sufragios al PiS, también aliado de Vox en la Unión Europea.

Con sus cara a cara, Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo están trasladando hacia el Senado —también conocido como la Cámara Alta— un foco político y mediático que nunca ha tenido, siempre eclipsado por el Congreso. Lo cierto es que, a lo largo de los años, ha servido más de refugio de expresidentes o dirigentes apartados de la primera línea política que de Cámara de representación territorial.

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