Pablo Casado llevó este lunes un poco más lejos el argumentario con el que discute no las propuestas del Gobierno sino su legitimidad, una estrategia en la que su partido coincide sin reservas con la ultraderecha de Vox.
Esta vez, en un acto en Toledo sobre la España vaciada organizada por la Fundación Concordia y Libertad, creada por el PP, Casado discutió incluso que las elecciones de noviembre de 2019, las últimas celebradas hasta la fecha, fuesen libres. “En la demonización de un sector como el cárnico”, aseguró, "lo que se está diciendo es que quieren ya incluso influir en nuestro modo de vida o en nuestras pautas de consumo. Es decir, no sólo no podemos decidir libremente a qué partido votar en base a un programa electoral, que se incumple, qué Gobierno alumbrar en base a unos compromisos y pactos, porque se incumplen, sino que además nos tienen que decir qué tenemos que hacer en nuestra casa”.
En realidad Casado lleva discutiendo la legitimidad de los gobiernos de Pedro Sánchez desde la moción de censura, que le parece una forma ilegítima de llegar al poder porque se basó en la denuncia de la corrupción del PP que él niega. Y no reconoce la legitimidad de las últimas generales porque, como su homólogo de Vox, Santiago Abascal, sostiene que su resultado se basó en un engaño, porque los votantes del PSOE no sabían que iba a llegar a acuerdos con formaciones independentistas vascas y catalanas que en opinión de la derecha deben permanecer aisladas del resto aunque tengan el apoyo de la mayoría de los electores de sus circunscripciones.
Cuestionar la legitimidad del sistema democrático es una estrategia central también del discurso de Vox. Sus dirigentes afirman a menudo que no pudieron defender sus propuestas con libertad en Cataluña, el País Vasco o Galicia porque en algunos de sus actos públicos fueron abucheados e incluso apedreados por grupos radicales de independentistas.
A esta acusación de ilegitimidad, el líder del PP lleva varias semanas intentando sumar la idea de que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, está intentando moldear a su antojo a la sociedad española utilizando técnicas de “ingeniería social”, una expresión que en realidad tiene que ver con la ciberdelincuencia pero con la que él describe una estrategia a gran escala de manipulación social.
“La ingeniería social está dirigida”, según él, “a demonizar a los sectores que [el Gobierno] no controla. A este Ejecutivo, acusó, “lo que no le gusta son los autónomos, el sector turístico o el sector agrícola ganadero o pesquero porque no dependen de ellos”. Así que, para controlarlos, lo que está haciendo es “una clientelización de la economía nacional” porque prefiere “entornos subsidiados, dependientes del Gobierno”. Con la “ingeniería social del Plan 2050” lo que quieren es “hacer un país que dependa incluso electoralmente de mi dedo, del BOE”. Lo que Casado denomina “Plan 2050” es en realidad una estrategia a largo plazo de prospectiva económica, social y cultural elaborada por centenares de expertos por encargo del Gobierno para identificar los desafíos a los que España tendrá que hacer frente en las tres próximas décadas.
Esta vez Casado no criticó a Sánchez, como hizo el fin de semana, por sustituir a ministros como Carmen Calvo o José Luis Ábalos —cuya dimisión había sido solicitada insistentemente por el PP— o por “nombrar a dedo” a sus sustitutos, algo que han hecho siempre todos los presidentes españoles porque así lo dispone la Constitución en su artículo 100. Pero sí le echó en cara seguir la máxima que el escritor italiano Giuseppe Tomasi di Lampedusa inmortalizó en El Gatopardo en 1958: cambiar todo para que nada cambie. “Aunque cambien caras, si al final quien mueve los hilos son los mismos, la economía real, los españoles con problemas, no van a notar mejoría”. ¿Y quién mueve los hilos? Según Casado, son los independentistas catalanes, el president Pere Aragonès y el líder de Esquerra, Oriol Junqueras.
“En esta partida de ajedrez han cambiado los peones pero sigue la reina, que es el independentismo, que es Bildu, que es con los que está jugando el rey”, subrayó en referencia a Sánchez.
Inestabilidad, radicalidad e incompetencia
Según Casado, tras la remodelación del Gobierno viene una época de “inestabilidad” porque “hacer cambios políticos partidistas en plena crisis y en la quinta oleada de la pandemia manda un mensaje de inestabilidad que cala mucho en los inversores, que piensan que no se da el contorno [sic] para poder seguir tirando para adelante”. La “purga” en el Gobierno, aventuró, dará paso a “una estampida” de cargos que abandonarán el Ejecutivo, siguiendo los pasos del ya ex secretario de Estado de la España Global y de cinco ex altos cargos del Ministerio de Asuntos Económicos. La propia Calviño, vaticinó, acabará “abandonando el barco” como hizo Pedro Solbes con José Luis Rodríguez Zapatero “cuando ya estaba haciendo aguas”.
El Gobierno sigue siendo “radical”, prosiguió, porque en él sigue estando Unidas Podemos. “Los más radicales, los que alardean de ser comunistas. ¿Cómo es posible que en la cuarta economía del euro haya cinco ministros que reivindican a Cuba como paraíso democrático? ¿Esto es moderación? No nos dejemos engañar por las apariencias ni por los celofanes con los que se envuelve todo: aquí hay un Gobierno radical que no está ayudando a los sectores productivos”.
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Y es, además —concluyó su repaso al Ejecutivo—, un Gobierno “incompetente”. Porque, según Casado, no va a ser capaz de gestionar los fondos europeos. “¿Los están ejecutando?”, se preguntó. “¿Van a cumplir?” “No”, se respondió él mismo.
El argumentario de Casado coincide con el del líder de Vox, Santiago Abascal. La tercera fuerza política española, cuyo portavoz tachó este lunes a Sánchez de “psicópata”, sostiene que lo “esencial” es que el presidente Sánchez se mantiene en el Palacio de la Moncloa gracias a “comunistas, separatistas y terroristas”. “Se apoya en los enemigos de España y el orden constitucional”, resumió Abascal en una entrevista en Esradio.
“Es un Gobierno que está en contra de la democracia, la Constitución y contra España”, remarcó. Por eso la formación de extrema derecha se prepara para llevar a cabo “una demolición completa de toda la legislación izquierdista desde Zapatero”. En cuanto, por su cuenta o en compañía del PP, haya puesto fin al Gobierno de coalición.
Pablo Casado llevó este lunes un poco más lejos el argumentario con el que discute no las propuestas del Gobierno sino su legitimidad, una estrategia en la que su partido coincide sin reservas con la ultraderecha de Vox.