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"Aquí charramos aragonés": la difícil supervivencia de una lengua con 10.000 hablantes

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“No quiero abandonar esta lengua”, explica Conchi Girón, vecina de Graus y hablante de aragonés desde pequeña. La familia de la grausina ha vivido siempre en la Ribagorza y en su casa sus padres “nunca se han avergonzado de hablar en aragonés”. María Pilar Benítez, investigadora de la lengua aragonesa, explica que esta bergueña de charrar en aragonés es fruto de una serie de “prejuicios lingüísticos” hacia la lengua durante siglos que todavía se mantienen pese a que “se ha avanzado mucho”. Benítez subraya que el aragonés era considerado una lengua “basta” que solamente usaban personas “con poca cultura y educación” y, aunque en las últimas décadas se ha hecho un esfuerzo para cambiar esta situación, perdura en el imaginario colectivo de la comunidad.

En la autonomía aragonesa la única lengua oficial es, según la legislación, el castellano, aunque se habla también aragonés (que tiene varias modalidades) y catalán en la zona oriental del territorio. Según los últimos datos del Censo de población y vivienda de 2011 recogidos por el INE, más de 56.000 aragoneses conocen esta lengua aunque son menos los que la utilizan en su día a día. Esto supone un 1,9% de la población total de la comunidad autónoma. La Unesco ha declarado que el aragonés es una lengua en peligro de extinción basándose en parámetros como el número de hablantes, el apoyo institucional y la documentación oral y escrita de la lengua que establece la Carta Europea de las Lenguas Minoritarias y Regionales.

Actualmente, según explica Francho Nagore, filólogo, autor en aragonés y uno de los fundadores del Consello d'a Fabla Aragonesa, en el Estatuto de Autonomía no se recogen los nombres propios de las lenguas de Aragón, es decir, el aragonés y el catalán, y al no estar en el Estatuto no son reconocidas como lenguas cooficiales sino que son consideradas “lenguas propias”. La implicación institucional no ha sido la deseada pese a que en 2015 se formó la Dirección General de Política Lingüística y de que está pendiente la creación de la Academia de la Lengua Aragonesa, requerida por la Ley de Lenguas de 2013 y que en estos momentos ya debería tener 15 personas nombradas para dirigirla. Sin embargo, todavía faltan las cinco que debería haber nombrado el Gobierno de Aragón hace un año. El pasado mes de marzo en el Congreso de los Diputados se presentó una proposición no de ley en la que se pedía al Gobierno que se impulsasen los cambios necesarios para que el bable y el aragonés pasasen a ser lenguas cooficiales en Asturias y Aragón, respectivamente.

 

Dos realidades pero un mismo objetivo

Cherardo Callejón, que pertenece a Nogará, una asociación que promueve el aragonés desde hace 30 años, es optimista respecto a la situación de esta lengua: “La gente cada vez está más concienciada y está mejor visto”. Callejón lleva años dedicando su tiempo libre a “esta pequeña lucha” en la que en los últimos años se está involucrando “gente más joven”. Conchi Girón lamenta, sin embargo, que cada vez haya menos hablantes. “Es una pena porque en sitios donde siempre se ha hablado en aragonés, donde la gente se ha relacionado en esta lengua, se está perdiendo”. Carmen Castán, profesora y autora de literatura aragonesa que vive en el Valle de Benasque (Huesca), donde el aragonés es lengua vehicular, coincide: “Los niños no chuegan en aragonés y la trasmisión familiar se pierde cada vez más porque esta lengua viva permanece viva en generaciones más mayores”. Girón explica que hay gente que ha dejado de hablarla por supervivencia, no porque quieran dejar de hacerlo: "Cuando vas a buscar un trabajo o te relacionas con alguien y te dicen que hablas 'de pueblo', que hablas 'mal', que hablas 'basto' automáticamente pasas a hablar en castellano porque quieres encajar", explica.

Hay dos realidades. La de aquellas personas que han vivido siempre en lugares en los que se ha utilizado su propia lengua, como en el caso del Valle de Benasque. Según explica Castán aquí “la seña de identidad es la lengua. Aquí hablamos castellano cuando viene alguien de fuera, pero entre nosotros hablamos en patués, la variante del aragonés propia del Valle”. Y otra realidad, la de aquellas personas que son neohablantes, es decir, que no han tenido una transmisión familiar sino que han decidido aprender aragonés y que suelen vivir en lugares en los que la lengua vehicular es el castellano. En determinados ambientes hablan en aragonés y además se lo transmiten a sus hijos e hijas, como es el caso de Cherardo Callejón.

El aragonés dentro del sistema educativo

Castán fue una de las primeras profesoras de aragonés en su zona, era la única docente que impartía la asignatura y asegura que la diferencia desde que empezó hace más de 20 años y la situación actual es “muy grande”. Ahora las condiciones del personal docente son “mucho más dignas” que las que ella experimentó. Carlos Abril, también profesor de aragonés, en su caso en el instituto Biello Aragón de Sabiñánigo, imparte clases a nueve alumnos que han elegido estudiar aragonés en horas lectivas. Esta asignatura es curricular a todos los efectos, igual que el inglés o las matemáticas. Abril afirma que ha notado una continuidad durante los cuatro cursos que lleva impartiendo la asignatura en lo que se refiere al número de alumnos que asisten a sus clases. "Los alumnos tienen una motivación personal, el alumnado siente que el aragonés forma parte de ellos”, explica.

Jorge Pueyo, abogado, comunicador y divulgador del aragonés, resalta la importancia de que el personal docente esté sensibilizado y respete la lengua. Cuenta que durante su etapa educativa fue testigo de algunas situaciones en las que esto no sucedía y que eso le hizo sensibilizarse más con el tema. “Se notaba muchísimo cuando cambiabas a la ESO porque ibas a Monzón, donde ya no se habla aragonés, y comenzabas a dejar de hablarlo incluso con la gente con la que siempre lo habías hablado”. Pueyo considera que es necesario que los profesores conozcan el patrimonio cultural del Pirineo y Pre-pirineo, y reconoce que es algo que lentamente está cambiando. “Ahora sé que poco a poco se va ganando en ese terreno”, señala

El lingüista Francho Nagore explica que es necesaria no solo la formación en las escuelas, que se ham triplicado en los últimos años, sino también darla al futuro personal docente. Además, "hay que conseguir que se hable de manera efectiva" y eso es, según el filólogo, un proceso muy lento y muy costoso porque “la gente no va a empezar a hablar aragonés de repente”. Nagore, que lleva desde los años 70 trabajando en la recuperación y la divulgación de esta lengua, ha sido uno de los impulsores desde la Universidad de Zaragoza de la mención de aragonés en la carrera de Magisterio en el campus de Huesca y de la diplomatura de especialización en Filología aragonesa.

La importancia de disfrutar de la lengua

Nagore explica también que el interés por la lengua está relacionado con “el fervor por la identidad cultural propia” de cada persona, por eso es esencial que, como dice Pueyo, “todos los aragoneses y aragonesas seamos conscientes del patrimonio cultural que tenemos, independientemente de si hablan en aragonés o no porque al final utilizamos palabras en aragonés en nuestro día a día, todo el mundo dice ir de propio o escobar”.

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La lengua va muy ligada a la cultura, el ocio y el folclore, y es por eso que Nagore, Castán, Callejón y Girón hablan de la importancia de que la gente, sobre todo las generaciones más jóvenes, se relacionen en aragonés. Desde sus respectivas asociaciones o agrupaciones se intenta incentivar la realización de actividades de este tipo como los fines de semana de inmersión lingüística que organiza Nogará, concursos literarios como el que celebra cada dos años el Ayuntamiento de Benasque, en el que hay categoría infantil, la publicación de la revista Fuellas o las charlas de divulgación que da Pueyo.

Últimamente se ha abierto un nuevo camino para conseguir acercar a más gente a la lengua, las redes sociales. Jorge Pueyo es uno de los ejemplos más conocidos. Ha conseguido con algunos de sus noticiarios matinales en Twitter más de 150.000 visualizaciones. Además ha llevado a cabo retransmisiones de partidos del Huesca o del Real Zaragoza en aragonés a través de la plataforma Twich. Pueyo admite que él está en una burbuja de “buenas sensaciones” en este tema pero aún así cree que potenciando el conocimiento del aragonés de forma agradable de aquí a unos años “la mayoría de la sociedad aragonesa podría entender que el aragonés es un patrimonio de todos igual que entendemos que el Castillo de Loarre lo es”.

El futuro del aragonés sigue estando en peligro. El envejecimiento de los hablantes de las zonas de habla histórica, los lentos trámites burocráticos para crear la Academia, la pasividad de gran parte de las instituciones políticas y las resistencias por parte de sectores de la sociedad hacen que la posibilidad de que el aragonés desaparezca siga acechando. Sin embargo, todo el trabajo asociativo hace que las cosas vayan avanzando. Carmen Castán vaticina que “igual el resultado de lo que se está haciendo ahora se ve en unos años”. Carlos Abil señala que hay cosas que suceden hoy en día, como que exista Charrín Charrán, el primer programa en aragonés en la televisión autonómica, que para su generación eran “impensables” y ahora están pasado. Existe una expresión en aragonés, no reblar, que significaría no ceder, no rendirse. Eso es lo que hacen día a día las personas que dedican parte de su vida a la defensa de su lengua. No reblan.

“No quiero abandonar esta lengua”, explica Conchi Girón, vecina de Graus y hablante de aragonés desde pequeña. La familia de la grausina ha vivido siempre en la Ribagorza y en su casa sus padres “nunca se han avergonzado de hablar en aragonés”. María Pilar Benítez, investigadora de la lengua aragonesa, explica que esta bergueña de charrar en aragonés es fruto de una serie de “prejuicios lingüísticos” hacia la lengua durante siglos que todavía se mantienen pese a que “se ha avanzado mucho”. Benítez subraya que el aragonés era considerado una lengua “basta” que solamente usaban personas “con poca cultura y educación” y, aunque en las últimas décadas se ha hecho un esfuerzo para cambiar esta situación, perdura en el imaginario colectivo de la comunidad.

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