El cierre de la hostelería no obró el milagro: dos comunidades bajaron de golpe su incidencia y en cuatro no hay grandes mejoras

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La principal medida que han tomado las comunidades autónomas para frenar la escalada de contagios ante la llegada del invierno, que ha endurecido la emergencia sanitaria en España y en Europa, ha sido cerrar la hostelería. Ya sea clausurando solo los espacios interiores o todos los comercios, se trata de una de las medidas más duras antes de volver a una situación parecida a la de marzo, el confinamiento domiciliario, la única que garantiza con casi total seguridad el doblegamiento de la curva. Los epidemiólogos aseguran que los eventos sociales en los que se comparte comida y bebida, en lugares cerrados donde la transmisión por aerosoles se hace fuerte, son peligrosos: y ante la dificultad de controlar los eventos en domicilios sin un estado de alarma como el de esta primavera, los bares y restaurantes son los perjudicados.

El Ministerio de Sanidad ha defendido esperar 15 días –mínimo– para comprobar la eficacia de una medida, ya que el covid-19 tiene sus tiempos: pero en varias comunidades autónomas no se ha registrado una correlación clara entre la toma de la decisión y el descenso de la incidencia acumulada del virus (casos/100.000 habitantes) en los últimos 14 días, el baremo más fiable y más ajeno a retrasos metodológicos. Los expertos, en todo caso, advierten: no hay casi ninguna mágica que asegure al 100% una mejora de la situación, ya que la transmisión (y el registro de dicha transmisión) es influenciada por muchos factores: la densidad de población, el comportamiento de los ciudadanos, la estrategia de rastreo o la manera de hacer test, entre otros. 

En Cataluña, la incidencia acumulada no dejó de subir hasta el 4 de noviembre. Dicho día se registró su máximo de la segunda ola: 752 casos por cada 100.000 habitantes en los últimos 14 días. La hostelería bajó su persiana a partir de 15 de octubre. Así, se tardaron casi tres semanas en lograr un efecto: desde entonces empezó un descenso hasta alcanzar alrededor de 450 casos este miércoles. Navarra y Aragón sí están logrando aplanar la curva a partir de las dos semanas posteriores a clausurar bares y restaurantes –en torno al 20 de octubre–. En la primera, la decisión se aplicó el 22 de octubre y su máximo –1.193, una tasa altísima– empezó a descender hasta alcanzar aproximadamente la mitad 15 días después. Y en la segunda, la caída empezó a registrarse 12 días después, aunque de manera muy tímida: el desplome solo se produjo a partir del pasado 10. Pasaron de 1.127 casos a 687. 

Poco después se unió La Rioja (22 de octubre), aunque solo en los municipios de Logroño y Arnedo: y la incidencia solo ha empezado a registrar un descenso durante los últimos tres días, siendo uno de los casos más claros de falta de correlación entre la medida y su efecto. Asturias tomó la orden el 2 de noviembre y sigue en clara escalada, al igual que Cantabria y Andalucía, que tomaron la decisión pocos días después, aunque apenas han pasado más de 15 días desde la decisión. Les sucedieron Castilla y León, Galicia (solo en las principales ciudades y en los municipios más golpeados), Murcia, Castilla-la Mancha (solo los interiores) y Euskadi, las últimas en subirse al carro en torno al 6 de noviembre. Cerca de cumplir los 15 días, no detectan subidas o bajadas significativas que permitan inferir una tendencia, más allá de la "estabilización" generalizada en todo el país que detectan los responsables del Ministerio de Sanidad. 

Madrid, mención aparte

Mención aparte merece la Comunidad de Madrid, que a pesar de ser durante septiembre el epicentro del covid en Europa, no cerró en ningún momento ni el interior ni el exterior de los bares y restaurantes. Utilizó una estrategia de confinamiento perimetral por Zonas Básicas de Salud (ZBS) que fue ampliamente criticada por expertos en gestión sanitaria y epidemiólogos madrileños por señalar a las poblaciones más vulnerables, por segregar y por su efecto limitado dada la alta movilidad laboral de la periferia al centro que se produce en la capital. Los datos, según explica el médico de familia y coautor de Epidemiocracia Javier Padilla, no muestran una evolución diferente de las zonas con movilidad restringida. "Además, las estabilizaciones o bajadas preceden a los confinamientos selectivos", señala. Pero es evidente que la situación epidemiológica en la región gobernada por Isabel Díaz Ayuso es mucho mejor que hace unas semanas. Sin clausurar la hostelería.

Así lo muestran las hospitalizaciones, el rato que mejor refleja la situación epidemiológica, con poco margen de error o distorsión: bajan de manera lenta pero constante los ingresados en planta por covid-19 desde el pico registrado el 27 de septiembre. Los ingresados en Unidades de Cuidados Intensivos, sin embargo, se mantienen altos, sin llegar al colapso pero en una situación clara de riesgo. Los casos registrados, sin embargo, muestran una caída mucho más pronunciada: a finales de septiembre se rondaban los 700 casos de incidencia acumulada a 14 días y en la última semana están en 300, de las más bajas de todo el país. "La población pudo haber tenido más miedo a que se aproximara un nuevo confinamiento estricto", apunta la epidemióloga de la Universidad Europea de Madrid Patricia Guillem. La propia contención de los ciudadanos, que han percibido una clara situación de riesgo y han contenido su movilidad y contactos, ha ayudado, apuntan todos los analistas.

Sin embargo, la estrategia de detección de Madrid puede estar haciendo que, de nuevo, se dejen muchos casos sin detectar. La región hace muchos más test de antígenos que PCR. Tienen dos obvias ventajas: su coste, mucho más barato que la prueba habitual aún en otras comunidades, y la rapidez en dar un resultado. tarda minutos. Sin embargo, varios análisis independientes advierten de que dan falsos negativos en asintomáticos. "Los [test de] antígenos no tendrían que ir en detrimento de las pruebas PCR. Tendrían que servir simplemente como un complemento", que se aplicara en caso de pacientes cuyos síntomas redujeran la posibilidad de un resultado falso, afirma Guillem. Además, la región dejó de hacer, durante su pico, pruebas a contactos estrechos que no sean convivientes o pertenecientes a un grupo de riesgo: por lo que la infradetección es un peligro real, más allá de que los hospitalizados reflejan una mejora. 

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Los expertos piden cautela

Tanto el caso de Madrid como el del resto de comunidades autónomas muestran que la situación puede mejorar, aunque sea de manera lenta, sin cerrar al menos el interior de los bares y los restaurantes: y que, por el contrario, algunas regiones no descienden de golpe sus casos tras aplicar la medida. No es ninguna varita mágica, aunque los epidemiólogos siguen reconociendo su papel, en base a las experiencias de Navarra y Aragón. El biotecnólogo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) Saúl Ares, especializado en interpretar los datos del covid, lo explica: "Casi nunca vamos a encontrar correlaciones claras de nada, porque si fuese sencillo identificar el factor clave con el que controlar la situación, todo el mundo lo estaría haciendo. Es un sistema complejo, multifactorial, y lo que en un lugar puede ser clave, en otro es irrelevante".

Con respecto al baremo de los 15 días en el que insiste Sanidad antes de comprobar la eficacia de una medida, a Ares le parece "conservador". "Si en 15 días no se nota bajada, puede ser por varios motivos: en realidad la medida no tiene mucho efecto, o a lo mejor sí lo tiene y sin ella la subida sería aún peor, o por la dinámica de realización de pruebas a lo mejor 15 días antes y después las incidencias no son comparables…", asegura. "Las medidas de la hostelería tienen un impacto, pero es muy difícil saber de forma aislada si una reducción se debe solo a esa medida", coincide Guillem. 

La principal medida que han tomado las comunidades autónomas para frenar la escalada de contagios ante la llegada del invierno, que ha endurecido la emergencia sanitaria en España y en Europa, ha sido cerrar la hostelería. Ya sea clausurando solo los espacios interiores o todos los comercios, se trata de una de las medidas más duras antes de volver a una situación parecida a la de marzo, el confinamiento domiciliario, la única que garantiza con casi total seguridad el doblegamiento de la curva. Los epidemiólogos aseguran que los eventos sociales en los que se comparte comida y bebida, en lugares cerrados donde la transmisión por aerosoles se hace fuerte, son peligrosos: y ante la dificultad de controlar los eventos en domicilios sin un estado de alarma como el de esta primavera, los bares y restaurantes son los perjudicados.

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