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La cifra de fallecidos de la segunda ola es 10 veces menor a la primera pero se acerca a los registros de mayo

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El impacto de la primera ola del nuevo coronavirus en España no tuvo precedentes desde la gripe de comienzos del siglo pasado y, con gran seguridad, no se volverá a producir: ni a nivel de contagios, ni a nivel de saturación del sistema sanitario, ni a nivel de fallecidos. Se aplicó el confinamiento más estricto del continente y los niveles descendieron drásticamente, cortándose de raíz la transmisión comunitaria. La segunda ola no es tan incisiva y, aunque los datos de test PCR puedan ofrecer una visión distinta, los contagios aún están lejos de acercarse a los vividos durante marzo y abril, donde solo se detectaba una minoría de casos. Pero ahora, y por el momento, la idea de un confinamiento duro no está sobre la mesa, ni siquiera en Madrid, con la tasa de incidencia más alta del continente: por lo que no hay un horizonte a partir del cual las cifras de muertos, la última consecuencia de una pandemia, vayan a bajar. Siguen elevándose día tras día, con unas semanas de retraso con respecto a las cifras de positivos detectados, que siguen sin una estabilización clara en el conjunto del país. Hay regiones –destacan Canarias, Comunitat Valenciana y Asturias– que parecen estar surfeando los rebrotes con relativa calma: pero los datos de las zonas donde ya se produce transmisión comunitaria no invitan, ni mucho menos, al optimismo.

Según los datos de fallecidos diarios por fecha de defunción del Ministerio de Sanidad, desde el comienzo de la pandemia hasta el fin del Estado de Alarma, el 22 de junio, fallecieron 28.143 personas en España con coronavirus. Desde el Estado de Alarma hasta el pasado 22 de septiembre, y a falta de notificar los casos que llegan con retraso, fueron 2.607, una cifra 10 veces menor. Pero solo en agosto y lo que llevamos de septiembre fueron 2.462, lo que ofrece una idea de lo rápido que ha evolucionado el dato. La escalada de marzo fue meteórica y sin precedentes: mientras que el 8 de marzo se registraron 14 decesos, a finales del mismo mes, el 30, la cifra bordeó los 900 en solo 24 horas. Durante la segunda ola la evolución no es tan rápida, pero va cogiendo carrerilla. El covid necesitó un mes, desde finales de julio a finales de agosto, para pasar de apenas una decena de fallecidos al día a los 56 que se notificaron el 31 de agosto. Pero el 17 de septiembre se comunicaron 105. Y, con toda probabilidad, el número seguirá creciendo, ya que la segunda curva del covid-19, aunque sin la brutalidad de la primera, aún está por aplanar. 

Entre agosto y septiembre se registraron 2.462 fallecidos, una cifra que se acerca a los 2.831 de mayo. Sin embargo, la comparación entre semana sí permite vislumbrar que podemos estar dando pasos atrás. En la primera semana de mayo, la peor y con el país aún desconfinándose, se comunicaron 1.024 muertos. La semana del 14 al 20 de septiembre, con los datos ya aparentemente confirmados, se comunicaron 613. Dado que la incidencia acumulada (casos/100.000 habitantes) a 14 días sigue ascendiendo en España (aunque con un ligero retroceso en los últimos dos días, por primera vez), con claras diferencias entre comunidades autónomas, y con algunos hospitales ya muy tensionados, no se espera que el dato baje de manera significativa en las próximas semanas: y eso teniendo en cuenta que las medidas aplicadas ahora estén surtiendo efecto. 

Si la incidencia española, que ya bordea los 300 casos por cada 100.000 habitantes, sigue el ritmo ascendente de las últimas semanas, el horizonte en el que la cifra de fallecidos vuelva a descender está aún lejano. No se percibe, a la espera de cómo afecta, por un lado, la vuelta a la actividad completa tras el verano y, por otro lado, las medidas de contención de la Comunidad de Madrid, con confinamientos perimetrales en los barrios más afectados. Y el goteo constante de la segunda ola podría alcanzar, a largo plazo, a los números notificados durante la primera ola, sobre todo si siguen creciendo. El portavoz de la Sociedad Española de Salud Pública (Sespas) Ildefonso Hernández, cree que podría ayudar la vuelta a casa y la limitación de la actividad social de muchas personas "que se habían relajado". "Esa reacción individual podría contribuir a las políticas públicas". También ayuda al optimismo el caso de Aragón, que sin medidas duras ha logrado no solo estabilizar la curva, como en Cataluña, sino aplanarla hasta volver a una situación manejable. En todo caso, el experto no cree necesarias "medidas iguales para todas las comunidades", teniendo en cuenta de que, al igual que ha explicado este jueves en rueda de prensa la secretaria de Estado de Sanidad, Silvia Calzón, el impacto es muy diferente. 

La mortalidad, es decir, la relación entre el total de casos detectados y los que terminan en muerte, sigue muy baja en España en comparación con algunos países de nuestro entorno: del 4,4%, frente al 6,5% de Francia, el 10,2% de Reino Unido o el 11,8% de Italia. Aún no hay una explicación clara para esas diferencias: puede tener que ver con que en nuestro país se detecta más y mejor, aunque el número de test no es especialmente alto en comparación, por ejemplo. Puede tener también que ver la manera de identificar en qué casos se cuenta un "fallecido por/con coronavirus".

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Exceso en la mortalidad diaria

Las cifras del Sistema de Vigilancia de la mortalidad diaria (MoMo) reflejan que, en muchas comunidades, septiembre vuelve a registrar un exceso de muertes con respecto a lo esperado de un 11,8%, teniendo en cuenta la época del año. Esta brecha tuvo su máxima expresión durante los meses duros de la primera ola, y en la segunda se está empezando a manifestar de nuevo. En todo caso, no quiere decir que ese exceso con respecto a lo normal, 1.512 fallecidos, sean por consecuencia directa del covid. Hernández asegura que podrían explicarse por consecuencias indirectas, como el retraso en el diagnóstico de otras patologías por la saturación en el sistema sanitario, o más indirectas aún, por el impacto de la crisis económica asociada a la pandemia. También podría haber factores climáticos, como olas de calor o de frío, que modificaran el registro. Sin embargo, "grosso modo", explica, "permite ver la diversidad de cómo está afectando el covid en las distintas autonomías", asegura el experto en Salud Pública. 

El sistema de vigilancia, en su último informe del 21 de septiembre, explica que no se ha detectado un aumento significativo de la mortalidad durante la segunda ola en autonomías como Asturias, Canarias o la Comunitat Valenciana, lo que permite deducir que el impacto de esta segunda fase ha sido abordable. Otras comunidades, la mayoría, han registrado excesos en septiembre por primera vez desde el Estado de Alarma. Aún estamos lejos de marzo, pero la contención de la pandemia se ha convertido –si es que alguna vez no lo fue– en esencial para seguir descartando las comparaciones con aquel periodo de shock.

El impacto de la primera ola del nuevo coronavirus en España no tuvo precedentes desde la gripe de comienzos del siglo pasado y, con gran seguridad, no se volverá a producir: ni a nivel de contagios, ni a nivel de saturación del sistema sanitario, ni a nivel de fallecidos. Se aplicó el confinamiento más estricto del continente y los niveles descendieron drásticamente, cortándose de raíz la transmisión comunitaria. La segunda ola no es tan incisiva y, aunque los datos de test PCR puedan ofrecer una visión distinta, los contagios aún están lejos de acercarse a los vividos durante marzo y abril, donde solo se detectaba una minoría de casos. Pero ahora, y por el momento, la idea de un confinamiento duro no está sobre la mesa, ni siquiera en Madrid, con la tasa de incidencia más alta del continente: por lo que no hay un horizonte a partir del cual las cifras de muertos, la última consecuencia de una pandemia, vayan a bajar. Siguen elevándose día tras día, con unas semanas de retraso con respecto a las cifras de positivos detectados, que siguen sin una estabilización clara en el conjunto del país. Hay regiones –destacan Canarias, Comunitat Valenciana y Asturias– que parecen estar surfeando los rebrotes con relativa calma: pero los datos de las zonas donde ya se produce transmisión comunitaria no invitan, ni mucho menos, al optimismo.

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