Salvador Illa entraba en la vivienda que tenía asignada como recién nombrado ministro de Sanidad en la última planta de un edificio en la Plaza de España. Era viernes por la noche y llevaba en la mano una bolsa con comida japonesa para cenar. Suena el teléfono, al otro lado de la línea estaba Fernando Simón. Se confirmaba. España tenía el primer caso oficial de coronavirus: un turista alemán de vacaciones en La Gomera.
Le tocaba entonces descolgar otra vez su teléfono. Pero esta vez era él quien daba la noticia: “Presidente, tenemos confirmado el primer positivo en España”. El exministro de Sanidad ha decidido desnudar sus emociones y muchos episodios inéditos ahora en un libro, bajo el título de El año de la pandemia: del estado de alarma al inicio de la vacunación, que saca al mercado Península.
A través de 318 páginas, con prólogo de Fernando Simón incluido, narra en primera persona cómo fue aquella etapa al frente de Sanidad y su salida posteriormente como candidato a la Generalitat de Cataluña. “Se actuó (es lo mínimo que puedo decir) con decencia”, “No me afectaban las acusaciones de tal o cual presidente autonómico, de tal o cual partido. Lo que me afectaba, y mucho, era saber que había médicos y enfermeras que estaban atendiendo con bolsas de plástico porque carecían de EPI en sus hospitales”, “Me ha ocurrido en al menos dos ocasiones que, al rememorar meses después algún episodio, no soy capaz de contener mis emociones. Como si todavía no hubiera procesado emocionalmente lo vivido”, desliza a lo largo del texto.
Le tocó gestionar la peor pandemia en los últimos cien años recién llegado de la política catalana. Apenas había accedido al cargo en enero, como miembro del primer Gobierno de coalición. El viernes 10 de enero le entraba una llamada con número oculto. Era Sánchez: “Salva, he pensado en ti para formar parte del Consejo de Ministros”. “Presidente, es un honor, cuenta conmigo”, respondió, aunque al saber que le asigna Sanidad le dijo que no era su campo de acción. El jefe del Ejecutivo no dudó: “Lo harás muy bien, requiere habilidades negociadoras con las comunidades autónomas, con otros ministerios, con los sindicatos, con las asociaciones profesionales…” A lo que el dirigente catalán respondió: “Si tú lo crees, acepto”. Entonces se lo contó a dos personas: su mujer y el entonces líder del PSC, Miquel Iceta.
A su llegada al Ministerio, sólo hizo una petición: utilizar la misma mesa de Ernest Lluch. Maciza, con tapete de cuero rojo y con la marca de quemadura de uno de sus cigarrillos. “Me hacía especial ilusión trabajar sobre ella”, relata.
El ministro revela cómo conoció al director del CCAES, Fernando Simón, que se convertiría en uno de sus más estrechos colaboradores. El primer encuentro fue en el despacho del ministro: “Fernando me habló de un virus que circulaba en Wuhan, una localidad del sureste de China”. Narra a continuación: “Fernando Simón es un tipo atlético, de ojos azul profundo, que te mira a los ojos cuando habla, sereno y con una capacidad extraordinaria para explicar conceptos que yo desconocía. Me cayó bien. Conectamos”.
"Voy a proponeros decretar el estado de alarma"
Illa describe cómo fueron aquellos días previos al estado de alarma. Relata el fin de semana de 7 y 8 de marzo, en el que su mujer estuvo en Madrid. Sobre los grandes eventos de esos días, subraya: “Llevábamos días abordando la celebración de esas movilizaciones ciudadanas en la reuniones de seguimiento del coronavirus. No había razones de salud pública para prohibir las marchas al aire libre y tampoco los países de nuestro entorno las encontraron”.
Otro de los capítulos es la narración de la semana del 9 al 15 de marzo de 2020, cuando se gestó el estado de alarma. El miércoles 11 la OMS declaraba que era una pandemia. El viernes 13 Illa recibe, como desvela, una llamada del presidente. “Me formuló tres preguntas. La primera, si creía que había que declarar el estado de alarma. Mi respuesta fue afirmativa. Entonces me preguntó por qué”, dibuja el exministro, para continuar que le dijo: “Presidente, con el marco actual de competencia de trabajo de coordinación nos resta una agilidad que en estos momentos resulta vital, imprescindible. Y, además, hemos de trabajar coordinados también con nuestros socios europeos, necesitamos tomar medidas globales”.
La tercera cuestión de Sánchez fue: “¿El ministro puede dirigir la sanidad de este país?” A lo que Illa contestó: “No, presidente”. Haciendo esta reflexión al hilo: “Podíamos dirigir la salud pública y la lucha contra la pandemia, pero no la sanidad”. Era partidario de que las comunidades siguieran gestionando esa competencia.
Un poco más tarde le convocaba a una videoconferencia Sánchez. Illa estaba junto a Fernando Simón: “Voy a proponeros convocar el estado de alarma”. Sobre las cuatro de la mañana de ese sábado recibió el primer borrador del real decreto de estado de alarma, agrega en el texto. Rumbo a, un poco más tarde, la sala Barceló, donde se iba a celebrar el Consejo de Ministros, tuvo estas sensaciones: “Recuerdo que en ese breve camino pensé que estábamos dando un paso a un terreno desconocido. Tenía un doble sentimiento: por un lado, estaba seguro de que había que aprobar el estado de alarma y por otro pensaba que podía pasar de todo”.
Y especifica lo que ocurrió en aquella larguísima reunión: “La discusión en el Consejo fue minuciosa. Se revisó artículo por artículo, con un detalle tal que en ocasiones llegó a exasperarme. Hicimos incluso un receso, momento en el que se produjo una filtración del primer borrador y que causó un enorme enfado al presidente del Gobierno, que dirigió la reunión con aplomo envidiable”.
"Somos el fusible del Gobierno"
Además, el exministro revela la conversación que tuvo posteriormente con su equipo: “Tenemos que prepararnos para el cambio de escala. Nos ha tocado este papel. No queda otra, somos el fusible del Gobierno y, en estas circunstancias, es mejor tener la responsabilidad que no tenerla, puesto que en cualquier caso, si esto no va bien, nosotros somos el fusible”.
También se adentra a lo largo de las páginas en la lucha con la Comunidad de Madrid y la declaración del estado de alarma para esa región en octubre de 2020. “No fueron días fáciles ni decisiones sencillas o unánimes. Hubo un intenso debate tanto a nivel técnico como en el propio Gobierno, pero la política está para servir y, en este caso, para frenar el virus”, deja negro sobre blanco.
Illa relata que al inicio de la pandemia tenía “muy buena relación” con el consejero madrileño del ramo, Enrique Ruiz Escudero. Lo define así: “Un hombre serio, médico, elegante en las formas, inalterable, que conoce la materia”. Podían llegar a hablar “cuatro o cinco veces al día”, confiesa. A pesar de algunas diferencias durante la desescalada, seguían manteniendo una “relación cordial”. “Enrique, tenéis que tomar medidas y tenéis que hacerlo ya”, le llegó a decir el 17 de septiembre. El socialista empezó a ver que Ruiz Escudero tardaba más en responder sus llamadas y no atendía las reclamaciones del Ministerio en los siguientes días.
Después de la reunión de Sánchez e Isabel Díaz Ayuso en la Puerta del Sol, el cauce debía ser entre ellos dos. Le mandó un mensaje, pero no recibió respuesta. Lo llamó al día siguiente y tampoco se puso, confiesa el exministro. “Me molestó mucho que no me cogiera el teléfono. Fue la primera vez que me enfadé de verdad con Enrique”, explica.
Y señala que le envió el siguiente mensaje al consejero: “Estoy bastante molesto. Es inaudito que no pueda hablar contigo desde ayer noche, la verdad. Espero tu llamada, gracias”. La conversación fue tensa, añade Illa, que refleja literalmente sus frases: “Si te llama el ministro de Sanidad en medio de una pandemia, lo mínimo es que me cojas el teléfono. Así no vamos a trabajar, Enrique. Estamos haciendo todo lo posible para echaros una mano, para salir de esto juntos, te estoy dando toda la cobertura para ayudarte a tomar medidas…”. Durante esos días, comenta Illa, también hablaron Iván Redondo y Miguel Ángel Rodríguez. Escudero tardaba hasta dos días en contestar sus mensajes. Las medidas que fueron al Consejo Interteritorial fueron votadas en contra por las autonomías del PP, excepto Murcia, que se abstuvo. El consejero de la Región intentaría luego cambiar las actas ante la presión de los suyos.
Es inaudito que no pueda hablar contigo desde ayer noche, la verdad. Espero tu llamada, gracias
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Hasta última hora del Consejo que debía declarar el estado de alarma para Madrid se esperó intentando una solución. Pero, cuenta el ministro, sucedió lo siguiente: “La presidenta Díaz Ayuso llamó al presidente Sánchez para pedirle más tiempo. La respuesta fue negativa, no había más tiempo que perder, nuestra responsabilidad era proteger la salud de los madrileños y del resto de los españoles. No había marcha atrás”.
“De los muchos episodios desagradables que he vivido durante la pandemia este fue uno de los más destacados. He pensado una y mil veces si pudimos hacer algo distinto, si en algún detalle no supimos generar la suficiente confianza en nuestros interlocutores de Madrid. Y seguro que es así, y que algo pudimos hacer mejor. Pero no tengo ninguna duda de que, con carácter general, actuamos correctamente, haciendo lo que debíamos. De hecho, el único desafío serio a la autoridad del Gobierno de España que yo percibí en toda la pandemia es el episodio que he descrito en este capítulo”, resume Illa.
El exministro también tiene muy grabada otra fecha: "El 29 de marzo tuvimos que aprobar la orden de la que peor recuerdo tengo. Prohibía los velatorios en todo el país y restringía la comitiva fúnebre en los cementerios a tres familiares o allegados, los cuales debían guardar una distancia de un metro". Y siempre recordará la "mirada" del presidente en la conversación para adoptar aquella medida. "¿Es necesario, ministro?", le preguntó el presidente, a lo que Illa contestó: "Sí". Sánchez continuó: "Bien, entonces hagamos lo que haya que hacer".
Salvador Illa entraba en la vivienda que tenía asignada como recién nombrado ministro de Sanidad en la última planta de un edificio en la Plaza de España. Era viernes por la noche y llevaba en la mano una bolsa con comida japonesa para cenar. Suena el teléfono, al otro lado de la línea estaba Fernando Simón. Se confirmaba. España tenía el primer caso oficial de coronavirus: un turista alemán de vacaciones en La Gomera.