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La situación en el PP

¿En qué cree Feijóo? Los mensajes clave de un discurso repleto de incógnitas

Alberto Núñez Feijóo saluda a Pablo Casado ante Isabel Díaz Ayuso, durante la segunda jornada del XX Congreso Nacional del PP que se celebra en Sevilla.

Unidad para ampliar la mayoría, “moderación” sin “tibieza” y valores incompatibles con la extrema derecha. El primer discurso de Alberto Núñez Feijóo como presidente del PP, el más importante de su carrera hasta la fecha, resumió gran parte de las ideas que el presidente de la Xunta ha venido manejando desde que se decidió a convertirse en el sucesor de Pablo Casado y sentó algunos principios con los que quiere dar comienzo a su mandato como nuevo líder de la oposición. Pero sin resolver muchas incógnitas.

Unidad

“Lo importante ahora es seguir juntos para que los españoles nos elijan para gobernar su futuro”. Rehacer la imagen del PP como un partido unido, sin facciones ideológicas enfrentadas ni territorios disidentes, es la obsesión de Feijóo. Consciente de que todo el mundo le sitúa en el marianismo, el sector que controló el partido durante el mandato de Mariano Rajoy, reivindica por igual a José María Aznar, cabeza visible del ala más derechista del PP. “Quiero que quede constancia de que para mí tanto el presidente Aznar como el presidente Rajoy son mis referentes, mis ayudas imprescindibles”.

“Tenemos que sacar la política española del enfrentamiento” y “de la hipérbole permanente. Mi proyecto es de entendimiento interno: si no te apoyan en casa, mal puedes acreditar entendimiento fuera”. Y hacer crecer el PP como Manuel Fraga. “Lo que hizo fue ensanchar el partido acoger a las gentes, sumar, sumar y sumar. ¿Se puede hacer algo restando? Nuestras vocación es integradora y os propongo que no cambiemos”.

Recuperar la mayoría es posible

Uno de los empeños principales de Feijóo, como lo fue durante tres años de Casado, es convencer a los suyos y a sus votantes de que es posible reunificar todo el voto del centro derecha y conseguir incluso repetir las mayorías absolutas de José María Aznar en 2000 y de Mariano Rajoy en 2011. “Que nadie intente hacer creer que no se pueden cambiar las cosas”. “Hay hambre, de cambio y yo os pido que cuando regreséis a vuestras casas les digáis a vuestros vecinos que ese cambio ya se ha iniciado”. “España nos está esperando. Siempre lo hace en los momentos difíciles. No podemos conformarnos con lo que hay”. 

“No vamos a esperar a que caiga el Gobierno como consecuencia e su propia ineficacia”, aseguró. “Se trata de mostrar a los españoles que hay otra manera de gobernar”. “Salimos a ganar, ese es nuestro objetivo”. Lograr una “gran mayoría es posible”, repitió. En Galicia “aprendí que si te reúnes con la gente, si escuchas a la gente, si eres capaz de escuchar las críticas, si la gente entendió que formas parte de la gente, la gente te responde”.

Moderación sin tibieza

La disposición real de Feijóo a alcanzar pactos de Estado con el actual Gobierno está por probar. De momento ha desoído los llamamientos de Pedro Sánchez a alcanzar un acuerdo de Estado para hacer frente a las consecuencias de la crisis derivada de la invasión de Ucrania, pero eso no le impidió anunciar que lo que va a ofrecer está en otras coordenadas distintas de las de su antecesor: “fiabilidad, madurez, sentido de Estado”, “un rumbo claro”, responsabilidad, sosiego e ilusión”. Y “mientras estemos en la oposición haremos lo posible para que a España le vaya mejor”. 

Pero el apoyo que propone al Gobierno, de momento, esta lejos de representar una oferta susceptible de negociación. El PP estará con Sánchez, dice, pero para “rectificar lo que hace mal”, para “dejar de ocultar los problemas que hay y que vendrán”, para “agilizar las medidas que los españoles necesitan”, para “cesar a los ministros” de Unidas Podemos, para “bajar impuestos a la energía” o para dejar de depender de Esquerra y Bildu. “Qué bueno sería tener un jefe de la oposición, cuando lleguemos al Gobierno”, como él mismo, se jactó. “Qué fácil seria entendernos, construir y avanzar”.

En todo caso, “que no se equivoquen: moderación no es tibieza; diálogo no es sometimiento. Los intereses de España no son los de este Gobierno, por eso no nos van a intimidar ni con presiones” uni con “descalificaciones” ni “propaganda”. “No van a decir al PP qué es lo que tenemos que hacer, que pensar y que decidir en cada momento”. “Por más que les moleste no vamos a dejar de hacer oposición”. 

Aún así, añadió dando una de arena, para distinguirse de los demás el PP va a hacer propuestas “porque sabe gobernar”. Aunque en su discurso no anticipó ninguna. “Si dejo Galicia no es para presentarme a un juego, vengo a hace política seria, si no, no hubiera venido”, dijo más tarde.

Distancia con Vox

No les mencionó por su nombre, pero sí defendió algunas ideas que claramente marcan distancia con la ultraderecha. “Guárdense sus carnés de demócratas, de gentes del común, de españoles y de patriotas, Guárdense las soflamas y empecemos a trabajar como adultos en la política española. Dejemos de ser más españoles y más patriotas que nadie, aquí cabemos todos”. España, proclamó, es “de todos”, y el PP es el partido “de todos, de todos los que quieran unirse a la España común”.

“No somos un partido de mera contestación, rechazo o consigna. Somos un partido de Gobierno. Y gobernar es moderar la vida política, hacer las reformas que son necesarias con serenidad y tender puentes con los que no piensan como nosotros. No somos un partido del destruyámoslo todo”.

El PP, añadió distinguiéndose de Vox, no es un partido “antieuropeo” —hay que defender Europa de “sus enemigos internos”, destacó— y apoya “la España de las autonomías, la unidad en la diversidad, la nación española”, aunque también un “partido nacional, único, autonomista y que defiende la nación española”. “Querer a España es que se te erice la piel cuando oyes el himno de España”, destacó enfáticamente antes de proclamar su respaldo a Felipe VI: “Yo respeto al jefe del Estado y reivindico sus aportaciones a la nación, sin ninguna duda y sin ninguna enmienda”. “Nuestra soberanía y nuestra integridad territorial no se negocia con nadie”, pero “respeto el Estado Autonómico, que es la garantía de la unidad de la nación”.

En su listado de los valores con los que se identifica citó algunos más, varios de ellos claramente diferentes de los de Vox. Proclamó su respeto a la justicia, aunque no le gusten algunas sentencias, a los agentes sociales y muy expresamente a los sindicatos. Con ellos se comprometió a “negociar y acordar, pero sin acritud. Vamos a firmar acuerdos y, si no es posible, a pactar los desacuerdos”.

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Defendió las familias, cualquiera que sea su forma, en clara alusión al matrimonio entre personas del mismo sexo. Y reafirmó que, además de “en la lengua común de todos los españoles”, también cree en “todas las lenguas que se hablan en España”.“No somos un partido bisagra, que quede claro. Un partido de aspiraciones pequeñas. Somos el partido de las mayorías para gobernar con las mayorías”.

“No nos despistemos”, remarcó. “Nuestra aspiración no es lidera un bloque de unos partidos contra otro, es ofrecer un Gobierno con una mayoría de españoles; si es posible, con la mayor mayoría de españoles”. “Vamos a asumir las críticas, yo el primero. Pero que nadie cuente conmigo”, advirtió, “para participar más de este entretenimiento infantil en el que ha degenerado la política española”.

Eso sí, precisó, en línea con lo que sostiene Vox: no estará “obsesionado”, dijo, con revisar o juzgar el pasado, en referencia a la memoria democrática, ni con la “cuestión de género”.

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