El 2008 está marcado a fuego en el imaginario colectivo como un punto de inflexión. Fue el año de la segunda victoria de José Luis Rodríguez Zapatero, de la explosión de Lehman Brothers y del comienzo de un maremoto económico que durante años pondría en serios aprietos a una Unión Europea que veía en la feroz austeridad la única vía de escape ante la que se le venía encima. Pero también el del boom de la natalidad. Nacieron, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), poco más de medio millón de bebés –519.779 alumbramientos–. Es cierto que nada tiene que ver con las cifras registradas durante el llamado baby boom. Pero es el récord registrado en lo que va de siglo XXI. Desde entonces, los nacimientos no han parado de caer progresivamente. El 2021 se cerró con 336.811 nuevos niños y niñas. Y las estimaciones a futuro tampoco son esperanzadoras.
España afronta desde hace años un invierno demográfico. Desde 2016, no se experimenta un crecimiento vegetativo en positivo –diferencia entre nacimientos de madre residente en España y defunciones de residentes en el país–. Y las primeras cifras sobre natalidad de 2022 tampoco anticipan cambio alguno de tendencia: solo en los seis primeros meses, se ha registrado el nivel más bajo de alumbramientos desde 1941, en plena posguerra. Eso no significa, ni mucho menos, que los jóvenes españoles no quieran tener hijos. De hecho, el último informe del Instituto de la Juventud (Injuve) pone de relieve que más del 60% de hombres y mujeres con edades comprendidas entre los 20 y los 29 años los incluyen en sus planes de futuro. Sin embargo, son muchos los frenos con los que se encuentran a la hora de dar el paso. Pero, ¿cómo ha cambiado, en este sentido, el país desde el boom de 2008?
Criar a un niño o niña resultaba, hace tres lustros, más barato que en la actualidad. Tomemos como referencia el amplio estudio que en 2006 elaboró la Confederación Española de Organizaciones de Amas de Casa, Consumidores y Usuarios (Ceaccu). Y pongamos el foco en las horquillas de gasto más bajas, las que no incluyen, por ejemplo, educación o sanidad privada. La crianza desde el nacimiento hasta la mayoría de edad suponía en el momento de la elaboración del informe un desembolso de al menos 98.205 euros, lo que equivalía a 454,6 euros mensuales –si bien en algunas etapas los costes son mayores que en otras, para la elaboración de este reportaje se ha calculado el gasto medio mensual de los primeros 18 años–. Las cifras puestas sobre la mesa por la organización son el resultado de entrevistar a casi medio centenar de familias españolas sobre los desembolsos en alimentación, higiene, ropa, educación, ocio, sanidad, juguetes y otros complementos.
Aunque la Ceaccu se disolvió en 2017, otros colectivos han continuado realizando análisis similares. Uno de ellos es Save the Children. En su último informe, cifraba en 672 euros mensuales el gasto medio. Es decir, un 47,8% más que en la época del boom de nacimientos. Es cierto, no obstante, que en estos cálculos se incluyen dos derivadas que no se tenían en cuenta en el otro estudio: vivienda y gastos corrientes de vivienda. Si extraemos ambas, a fin de ajustar al máximo la comparación, el coste mensual se quedaría en 562 euros, lo que equivale a un incremento del 23,6% respecto a los cálculos de la primera década de siglo. Madrid y Barcelona son, de lejos, las regiones donde es más elevado: 814 y 819 euros, respectivamente. Y, al mismo tiempo, los territorios donde están asentados tres de cada diez jóvenes con edades comprendidas entre los 15 y los 34 años.
Sueldos bajos e inestabilidad laboral
A pesar de la subida de precios, la juventud continúa hundida en el pozo de la precariedad. A cierre de 2008, la tasa de paro entre los jóvenes menores de 25 años era, según los datos del INE, del 29%. Trece años después, a cierre de 2021 y tras el crecimiento exponencial experimentado durante la Gran Recesión, esa cifra se situaba en casi el 30,7%, casi dos puntos por encima. Y los que podían trabajar, lo hacían, en algunos casos, por salarios inferiores. En 2020, último ejercicio sobre el que versa la Encuesta Anual de Estructura Salarial, los empleados menores de 20 años cobraban unos 566 euros anuales menos que en 2008, mientras que aquellos con edades entre los 20 y los 24 años la diferencia era de 368 euros. En el caso de las horquillas comprendidas entre los 25 y los 34 años, el salario en 2020 era algo más elevado que en el año del estallido de Lehman Brothers.
La juventud empleada tampoco ha disfrutado de una mejora de sus condiciones de trabajo. Los chavales, a pesar del paso de los años, han seguido encadenados a una precariedad insoportable. Solo hay que ver, por ejemplo, la calidad de los empleos. En 2008, el año del boom de los nacimientos, la tasa de temporalidad de los jóvenes de entre 16 y 24 años se situaba en el entorno del 60%, según las cifras recopiladas por el INE. Varios puntos por debajo de la que se registraba en el primer trimestre de 2021, cuando se movía en el 64,9%, tal y como recoge la Secretaría de Estado de Empleo y Economía Social en su informe Jóvenes y mercado de trabajo. Un problema que el Ejecutivo quiere atajar a través de la nueva reforma laboral. De hecho, según afirmó recientemente el ministro de Seguridad Social, la creación de empleo indefinido se está concentrando en los sectores más jóvenes.
Todas estas barreras económicas suponen un freno importante a la hora de empezar a construir una vida adulta independiente. Los jóvenes españoles cada vez tardan más en salir de sus casas. En 2021, la edad media para abandonar el nido era de 29,8 años, cuando la media comunitaria se sitúa en los 26,5 años. De ahí que las tasas de emancipación sean cada vez más bajas. El año de menor natalidad de siglo, solo un 4% de los chicos y chicas de entre 16 y 24 años vivían fuera del núcleo familiar, frente al 35,8% de los de entre 25 y 29 años. Quince años antes, en 2008, esas mismas cifras eran superiores: un 12,9% en el caso de la primera horquilla de edad y un 47,7% en el de la segunda, casi doce puntos superior a la actual.
El problema de la vivienda
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La evolución de los precios tiene mucho que ver en que la juventud continúe encadenada a sus padres. Entre los dos años mencionados anteriormente, la renta media de vivienda libre para alquilar subió un 24,3%, pasando de los 682 a los 848 euros, datos del Consejo de la Juventud de España (CJE). Cantidades prohibitivas en la actualidad para la mayor parte de los jóvenes. Pongamos el foco, por ejemplo, en un muchacho que tenga pensado irse a vivir solo a un inmueble alquilado. Si tuviera entre 16 y 29 años, el alquiler se comería en la actualidad de media un 79,2% de su salario, según las cifras del Observatorio de Emancipación del organismo. Entre los 30 y los 34 años, esa cifra se situaría en el 59,9%, casi diez puntos más que durante 2008.
Lo que sí se ha suavizado ha sido el coste de la venta. Los estudios del CJE señalan que hace catorce años el precio medio de la vivienda se situaba en los 207.107 euros, un 22,25% más cara que en la actualidad –169.410 euros–. Y, a pesar de esta bajada, cada vez hay menos jóvenes propietarios. Son, en definitiva, una rara avis. En 2008, la Encuesta Financiera de las Familias del Banco de España señalaba que un 65,8% de los hogares con un cabeza de familia menor de 35 años tenía una vivienda en propiedad, una cifra que en 2020 –último estudio disponible– era del 36,1%, casi la mitad.
La dificultad de la juventud a la hora de hacer frente a la entrada es uno de los principales motivos que les impiden embarcarse en la compra de un inmueble. Por lo general, es necesario adelantar un 20% –dejando de lado otros gastos asociados–, lo que, tomando como referencia el precio medio que fijaba el Consejo de la Juventud en el segundo trimestre de 2021, equivaldría a 33.882 euros. Sin embargo, a finales de 2020, los jóvenes españoles tenían unos ahorros medios de 12.758 euros, un 37,6% de lo necesario, según se recoge en el Estudio Jóvenes y Vivienda 2020, elaborado por la promotora inmobiliaria Aedas Homes.
El 2008 está marcado a fuego en el imaginario colectivo como un punto de inflexión. Fue el año de la segunda victoria de José Luis Rodríguez Zapatero, de la explosión de Lehman Brothers y del comienzo de un maremoto económico que durante años pondría en serios aprietos a una Unión Europea que veía en la feroz austeridad la única vía de escape ante la que se le venía encima. Pero también el del boom de la natalidad. Nacieron, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), poco más de medio millón de bebés –519.779 alumbramientos–. Es cierto que nada tiene que ver con las cifras registradas durante el llamado baby boom. Pero es el récord registrado en lo que va de siglo XXI. Desde entonces, los nacimientos no han parado de caer progresivamente. El 2021 se cerró con 336.811 nuevos niños y niñas. Y las estimaciones a futuro tampoco son esperanzadoras.