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La cumbre del clima de Madrid insta a los países a hacer más recortes de emisiones en 2020 tras esquivar el fracaso total

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La cumbre del clima de Madrid ha celebrado su plenario de clausura a partir de las 9:30 horas del domingo, convirtiéndose en la Conferencia de las Partes más larga de la historia. Tras unas horas en las que se trabajó con un borrador tachado de "inaceptable" por las organizaciones de acción climática, y varios momentos en los que las negociaciones parecían absolutamente rotas, los países presentes en la reunión han logrado consensuar un texto que insta a mejorar sus objetivos de reducción de emisiones durante el próximo año. No obliga a nada, pero el documento es mucho más contundente que otras versiones que se trabajaron durante el sábado. La COP25, así, logra mantener vivo el Acuerdo de París y las esperanzas de un multilateralismo que aborde con eficacia el gran reto, esquivando así el fracaso absoluto que, según los observadores, ha estado demasiado cerca. Algunas voces de la sociedad civil, eso sí, están manifestando su decepción por la ausencia de grandes compromisos de los grandes emisores, exceptuando la Unión Europea, y por la falta de exigencias vinculantes, así como el fracaso a la hora de intentar reglar los mercados de carbono. La brecha entre las exigencias ciudadanas y lo conseguido en la COP25 se amplía.

El texto "recalca con grave preocupación" la necesidad "urgente" de abordar la "brecha significativa" entre los compromisos realizados por los países hasta el momento y los compromisos que serían necesarios para mantener el aumento de las temperaturas medias por debajo de los 2 grados y, si es posible, por debajo de los 1,5 grados. Tras dos noches consecutivas sin dormir de intensas negociaciones, y con la resistencia del Brasil de Bolsonaro hasta última hora a aprobar el documento –ya que las partes referidas al uso de la tierra y los océanos no le convencían– se logró el consenso entre los presentes. Tanto los observadores como la presidencia chilena, representada por Carolina Schmidt y puesta muy en duda en los últimos momentos, han reconocido la labor de la ministra española para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, a la hora de desatascar las discusiones acerca de la ambición del recorte de emisiones en las últimas horas de una conferencia histórica. 

La presidenta de la COP25, Carolina Schmidt, ha reconocido en la clausura sus "sensaciones encontradas", ya que no se ha conseguido cerrar acuerdos con respecto a los mercados de carbono. Se congratula, sin embargo, de un texto aceptable con respecto a la ambición de las Partes. Se ha conseguido evitar la ruptura total, pero la cumbre del clima de Madrid está lejos de ser exitosa. "Aún no están los consensos para aumentar la ambición en los niveles que necesitamos", ha afirmado. Ha celebrado la aprobación del plan de acción de género. La ministra Ribera ha declarado, por su parte, que "el mandato es claro": "Los países tenemos que presentar contribuciones nacionales más ambiciosas que las actuales en 2020, es importante responder a las demandas de la gente y de la ciencia, y comprometernos a hacer más y más rápido". El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, ha dicho en Twitter que ha sido una conferencia "complicada" que reafirma "el valor de la cooperación internacional".

El documento, además, recoge la necesidad de aumentar la financiación que se transfiere de los países más desarrollados a los menos desarrollados para abordar la adaptación y la mitigación del cambio climático. Sin embargo, con respecto al Mecanismo de Varsovia, que regula las llamadas "pérdidas y daños" (los efectos de los fenómenos extremos amplificados por el cambio climático) no se ha llegado a un acuerdo para financiar separadamente este concepto y que las naciones más vulnerables cuenten con una ayuda considerable al respecto, separada de otros fondos. Además, países africanos e insulares han manifestado su decepción por que el mecanismo, finalmente, no se rija por la COP sino por el CMA, el organismo secundario dedicado a velar por el cumplimiento del Acuerdo de París: le resta eficacia. Estados Unidos ha sido el principal bloqueador en este sentido. El representante de Tuvalu ha llegado incluso a decir que "podría interpretarse como un crimen contra la humanidad". La importancia del mecanismo abreviado como WIM (por sus siglas en inglés) es vital para los países que sufren el cambio climático a día de hoy: necesitan apoyo para lidiar con los efectos de huracanes, ciclones tropicales, sequías, inundaciones y subidas del nivel del mar que pueden hacer desaparecer naciones enteras.

El artículo 6 sigue sin abordarse

Qué habrían hecho los principales autores del Acuerdo de París si hubieran sabido que el artículo 6, que sienta las bases de la cooperación entre países para reducir emisiones, iba a dar tantos quebraderos de cabeza por su pretendida ambigüedad. La cumbre del clima ha decidido postergar a más adelante, a ser posible antes de la COP26 de Glasgow, las reglas que deben regir este artículo, entre ellas las que ordenan los mercados de carbono. El pacto de 2015 refleja la posibilidad de crear un mercado donde los países pueden vender y comprar derechos de emisión. Países como Australia, Brasil y Estados Unidos han estado insistiendo durante todo el encuentro en unas normas que, a juicio del resto de la comunidad internacional, desvirtuaban el sistema y dificultaban una acción ambiciosa. El país oceánico quería mantener sus créditos del anterior mercado, bajo el paraguas del Protocolo de Kyoto, y no perder los privilegios conseguidos. Brasil apostaba por la doble contabilidad, una trampa mediante la cual tanto el vendedor como el comprador se apuntan el tanto a la hora de rendir cuentas, por lo que los resultados finales se falsean. Y a Estados Unidos, sencillamente, no le gusta la acción climática: al menos a su gobierno. La cumbre del clima ha fracasado a la hora de lograr un consenso acerca de este tema, uno de sus principales objetivos. Se sigue la máxima que, aún puesta en duda, ha seguido la presidencia chilena: mejor un no acuerdo que un mal acuerdo.

Durante el sábado, más de 20 países se adhirieron a los "principios de San José", propuestos por Costa Rica, que fijaban lo que en palabras de su ministro de Medio Ambiente representan "unos principios que definen el éxito" de los mercados de carbono: el respeto a la "integridad ambiental" a la hora de que dicha colaboración, cuando se cristaliza en la construcción de grandes plantas energéticas o la plantación masiva de árboles, respete el territorio. Los principios también recogen el rechazo a la doble contabilidad y la defensa de los derechos humanos de las comunidades, habitualmente indígenas, que viven en el territorio afectado por estos proyectos. Suiza aseguró que seguirá dicha declaración a la hora de plantear actuaciones entre países, aunque no se hayan aprobado formalmente.

"Es triste no haber podido llegar al acuerdo final. Estuvimos tan cerca, estuvimos a punto", se ha lamentado Schmidt, aunque ha celebrado los avances en una discusión que queda pendiente hasta la COP26 de Glasgow.

"No podemos entender ambición sin financiación"

Hay diversos ejes que marcan los bloques en los que se integran los países que participan en la cumbre del clima. El plenario de clausura se ha alargado con respecto a la financiación, articulada por el Fondo Verde por el Clima y otros mecanismos, porque los países menos desarrollados, liderados por el Grupo Africano y con intervenciones contundentes de otros como Malasia, han exigido hasta el último momento que el lenguaje sea más ambicioso. Lo consideran esencial por una cuestión de justicia climática entre países: las Partes con más recursos deben ayudar con dinero a los que tienen menos. Finalmente se ha concluido, tras media hora de intervenciones y de acusaciones cruzadas entre la Unión Europea, Estados Unidos y el resto, seguir con esta discusión más adelante. Ante la decepción manifiesta de la mayoría. Cabe destacar que Arabia Saudí, con muchísimos recursos procedentes del contaminante petróleo y que no dedica a la redistribución entre su población, se alinea con la postura de los países "menos desarrollados". Pretende que parte de la transición energética que necesita sea pagada por el Norte Global.

 

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Dos días de tensión cercanos al esperpento

Los negociadores de las distintas partes han estado discutiendo sin descanso desde el viernes, que se supone que era el último día de COP25, hasta el domingo por la mañana. La última noche fue especialmente tensa, con plenarios que se anunciaban y que minutos después se cancelaban, teniendo los encargados de seguridad de Naciones Unidas que desalojar el espacio. Las discusiones y los flecos de última hora se producían en los pasillos y la clausura oficial se cancelaba una y otra vez hasta que finalmente comenzó a las 9:30 horas del domingo. El papel de la presidencia chilena ha sido muy cuestionado por observadores y por algunos países: consideran que no ha sido capaz de liderar las conversaciones con todo el éxito que cabría esperar y que no ha sido muy prolífica a la hora de publicar diversos borradores con los que poder trabajar en búsqueda de un consenso. 

El plenario de clausura ha sido una concatenación de errores, malentendidos y quejas producto del cansancio de dos noches sin dormir. Los delegados de los distintos países no encontraban los documentos que se estaban intentando aprobar; la presidenta se equivocaba a la hora de nombrar los textos; la web estaba caída y los negociadores trabajaron con copias subidas a una carpeta a la nube, en concreto de la aplicación Dropbox. El sistema empezó a fallar y se concedían palabras que no se habían pedido, especialmente a Brasil, uno de los países más bloqueadores. Pero finalmente se consiguió cerrar, con sus más y con sus menos, la cumbre del clima más larga de la historia.

La cumbre del clima de Madrid ha celebrado su plenario de clausura a partir de las 9:30 horas del domingo, convirtiéndose en la Conferencia de las Partes más larga de la historia. Tras unas horas en las que se trabajó con un borrador tachado de "inaceptable" por las organizaciones de acción climática, y varios momentos en los que las negociaciones parecían absolutamente rotas, los países presentes en la reunión han logrado consensuar un texto que insta a mejorar sus objetivos de reducción de emisiones durante el próximo año. No obliga a nada, pero el documento es mucho más contundente que otras versiones que se trabajaron durante el sábado. La COP25, así, logra mantener vivo el Acuerdo de París y las esperanzas de un multilateralismo que aborde con eficacia el gran reto, esquivando así el fracaso absoluto que, según los observadores, ha estado demasiado cerca. Algunas voces de la sociedad civil, eso sí, están manifestando su decepción por la ausencia de grandes compromisos de los grandes emisores, exceptuando la Unión Europea, y por la falta de exigencias vinculantes, así como el fracaso a la hora de intentar reglar los mercados de carbono. La brecha entre las exigencias ciudadanas y lo conseguido en la COP25 se amplía.

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