"No es tiempo de renuncias, sino de mover ficha y sumar, ofreciendo herramientas a la indignación y el deseo de cambio. En las calles se repite insistentemente 'Sí se puede'. Nosotras y nosotros decimos: 'Podemos". Esas fueron las palabras con las que quedó sellado el 17 de enero de 2014 el nacimiento de Podemos, una formación que inauguró y ha sido la principal protagonista del vuelco del sistema de partidos en España pero que no ha cumplido –al menos por el momento– su principal objetivo: "tomar el cielo por asalto" y gobernar. Este jueves se cumplen cinco años de aquel momento y el partido está consolidado, tiene presencia en todos los parlamentos autonómicos y la mayor fuerza que ha tenido nunca una formación a la izquierda del PSOE. Pero también se encuentra estancado en las encuestas y teniendo que hacer frente a una nueva amenaza: el ascenso de Vox, que ha señalado directamente a Podemos como su antagonista.
El partido morado cumple cinco años con unas elecciones europeas a cinco meses vista, como en el momento de su fundación. Pero su situación es muy diferente. En 2014, Podemos ni siquiera contaba con estructura territorial y se basaba en un grupo de activistas y militantes encabezados por Pablo Iglesias, entonces la única cara conocida de la formación por su participación en tertulias televisivas. En 2019, la formación está completamente institucionalizada y acudirá a las elecciones en coalición con una IU que, hace cinco años, rechazó que Iglesias liderase sus listas. El Podemos de 2014 buscaba el voto apelando a la "ilusión" de los desencantados. El Podemos de 2019, por el contrario, tiene en generar ilusión uno de sus principales retos, habida cuenta de que la abstención ha sido uno de sus principales problemas en las elecciones andaluzas de diciembre.
Por el camino, Podemos ha atravesado varias fases. En sus inicios, el movimiento hizo de la necesidad, virtud y aprovechó la estructura territorial de Izquierda Anticapitalista para montar una campaña electoral de bajo coste a través de entrevistas en digitales, mítines en teatros y en la calle –a veces con Iglesias subido a unos palés y megáfono en mano– y carteles apelando a la "ilusión". Sacó cinco eurodiputados cuando las encuestas pronosticaban como mucho dos. Y su éxito sorprendió incluso a los propios dirigentes de Podemos, cuyo plan inicial era que Iglesias comenzara a construir poco a poco el partido desde su escaño de parlamentario europeo, el único que preveían obtener en las elecciones.
Tras el éxito de las europeas vino la tarea de conformar orgánicamente el partido desde cero. La primera estructura de círculos prácticamente autónomos fue sustituida, en el congreso fundacional de Vistalegre celebrado en otoño de 2014, por una estructura netamente vertical que costó a Podemos sus primeros choques internos. Por un parte, Iglesias contaba a su lado con los que entonces se conocían como el "grupo promotor": Íñigo Errejón, Juan Carlos Monedero, Carolina Bescansa y Luis Alegre. Enfrente, como cabezas visibles del sector crítico, el ahora eurodiputado Miguel Urbán, la entonces europarlamentaria y ahora líder andaluza Teresa Rodríguez, y Pablo Echenique, que años después pasaría a formar parte del núcleo de confianza de Iglesias como su secretario de Organización.
Cinco años después, tanto el sector crítico como algunos de los que entonces integraban el bloque oficialista entienden que fue un error configurar un modelo tan vertical. "El primer error importante de Podemos sucedió en Vistalegre I, cuando se intenta construir un partido en contra de los círculos, de la autoorganización y de la participación de la gente", lamenta Urbán, que asegura que en aquel 2014 se subordinó "la democracia interna a una supuesta idea de ganar". Bescansa, por su parte, también critica un modelo de partido de cuya construcción se siente "corresponsable". "Hemos construido una organización poco garantista" con una estructura vertical que permitió mucha agilidad en los inicios, pero que ahora mismo "es muy ineficaz". "Nos hace falta mucha más organicidad y previsibilidad", lamenta la cofundadora, que critica el "exceso de confianza" de la dirección de la que formaba parte a la hora de diseñar la estructura de Podemos.
En cualquier caso, una de las primeras decisiones de aquellos recién formados órganos fue convocar para el 31 de enero de 2015 una manifestación que fue bautizada como la Marcha del cambio. La concentración fue todo un éxito que colapsó las calles de Madrid y demostró el tirón de Podemos. Pero el éxito de convocatoria pronto se vio eclipsado cuando salió a la luz pública que Monedero había cobrado 425.000 euros por un estudio para varios países latinoamericanos, un asunto que coleó en los medios de comunicación durante varias semanas y que obligó a Monedero a ofrecer explicaciones en una multitudinaria rueda de prensa y provocó su dimisión meses después. Se trató del primer escándalo serio de Podemos, y pinchó parte de la burbuja de ilusión que generaba el partido, que pasó de liderar las encuestas a situarse tras PP y PSOE.
Unos meses después, en las elecciones autonómicas de 2015, Podemos entraba en todos los parlamentos autonómicos, y aunque en ninguno de ellos conseguía mejorar el tercer puesto, obtenía los mejores resultados históricos de una fuerza a la izquierda del PSOE. El partido morado fue clave para sacar a la derecha del Gobierno en Castilla-La Mancha, Comunidad Valenciana, Extremadura, Baleares, Aragón, Cantabria y Navarra, y las candidaturas en las que participó a nivel municipal se hicieron con las alcaldías de Madrid, Barcelona, Zaragoza, A Coruña o Cádiz. Las noticias no fueron tan buenas en septiembre de ese año, cuando se celebraron las elecciones autonómicas en Cataluña: la candidatura de Catalunya Sí que es Pot –una coalición entre ICV, EUiA y Podemos– encabezada por el activista vecinal Lluís Rabell no llegó al 9% de los votos.
Del asalto a los cielos al cerrojazo al pacto PSOE-Cs
Pero el objetivo era "asaltar los cielos", ganar las elecciones generales. Podemos se empleó durante todo el otoño de 2015 para dar la vuelta a los malos pronósticos de las encuestas, que los relegaban a ser cuarta fuerza. La campaña de las elecciones del 20 de diciembre estuvo protagonizada por una palabra: "remontada". Y el partido morado la materializó obteniendo a la primera 69 diputados y el 20,7% de los votos, pese a su decisión de no alcanzar un pacto de coalición con IU, que intentó durante meses que Podemos cambiara de opinión. No obstante, la formación no ganó las elecciones, y en los meses posteriores comenzó a tomar forma la división del partido en dos corrientes referenciadas en Iglesias y Errejón, respectivamente.
Buena muestra de ello es que, durante esos meses, los 69 diputados de Podemos tuvieron que enfrentarse a un dilema que marcaría como ningún otro hasta entonces al partido: el referente a si apoyar o no el pacto del PSOE con Ciudadanos para la investidura del líder socialista, Pedro Sánchez. La decisión la terminaron tomando las bases, que rechazaron en una votación de manera aplastante apoyar el acuerdo, pese a que algunas voces dentro del partido morado llegaron a plantear la posibilidad de prestarse a este acuerdo para sacar a Mariano Rajoy de la Moncloa.
Jesús Montero, por entonces secretario general de Podemos en la ciudad de Madrid y un dirigente muy próximo a Iglesias, resta trascendencia a esta decisión. "Lo cierto es que solo un compañero, Alberto Montero, se pronunció en el Consejo Ciudadano a favor de votar la investidura, y vista cuál ha sido la deriva de Ciudadanos queda claro que era imposible apoyar un programa de gobierno así", defiende. Montero, además, sostiene que la culpa de que no se pudiera conformar un gobierno progresista tras el 20D no es de Podemos, sino que vino causada "porque el Comité Federal del PSOE había prohibido a Pedro Sánchez" negociar con los independentistas.
El cisma entre pablistas y errejonistas
Sea como fuere, si el 20D había sido la cara para Podemos, las segundas elecciones que tuvieron lugar el 26 de junio de 2016 fueron la cruz para el partido morado, que coaligándose con IU pretendía dar el sorpasso al PSOE y terminó perdiendo un millón de votos y obteniendo los mismos 71 diputados que ambas formaciones habían conseguido meses antes por separado. El fracaso en esas elecciones fue solo el preludio de los meses duros que vendrían para Podemos, que comenzó una fase de enormes tensiones internas que desembocó en su segundo congreso, el de Vistalegre II, donde Iglesias y sus tesis se impusieron claramente a Errejón y sus partidarios.
Vistalegre II marcó un antes y un después en Podemos, y no únicamente por el cisma que afrontó el partido en esos meses entre pablistas y errejonistas, sino por las diferencias políticas que –en parte– lo motivaron. Para Bescansa, en aquel periodo es cuando se fraguó el cambio de estrategia de Podemos y su conversión en un partido clásico a la izquierda de la socialdemocracia. "Creo que los errores que hemos cometido no están vinculados a lo programático, sino a la comprensión del funcionamiento de la organización y del sentido del proyecto", sostiene la cofundadora, que lamenta que en el congreso se impusieran "quienes defienden Podemos como un estilo de vida, como una formación política de la izquierda clásica europea".
El cambio de modelo, según Bescansa, se produjo "en 2016, en el tránsito entre las elecciones del 20 de diciembre y las del 26 de junio", cuando Podemos pasó a tener un discurso basado en "afirmar nuestra fe en nuestras premisas" en lugar de "representar un país que ya ha cambiado". "Podemos no nació para hacer pedagogía, no tenemos que enseñarle nada a la gente, sino que tenemos que expresar lo que piensa la gente", plantea la cofundadora de la formación, que sostiene que el partido ha conseguido dar un vuelco al sistema de partidos "de manera irreversible", pero lamenta que ese cambio no haya conllevado una "transformación" social real por el momento.
Urbán discrepa y cree que el hecho de que Podemos no consiguiera ganar las elecciones tuvo que ver, precisamente, con su moderación programática y su verticalización interna. "Nos dejamos una parte importante de la ilusión que generó nuestro primer programa, nos normalizamos mucho, nos moderamos bastante, nos dejamos por el camino la autoorganización popular y la democracia interna", analiza el líder de la corriente anticapitalista, que afirma que, con un modelo similar al utilizado en Ahora Madrid en las municipales de 2015, "el desborde ciudadano y la participación política popular hubieran hecho que el resultado de las generales hubiera sido otro". "Y tampoco podemos ser ajenos al contexto: Podemos ha sido el enemigo a batir, se nos ha golpeado con todo tipo de noticias falsas, y eso se va quedando", recuerda.
La vuelta al eje izquierda-derecha
Sea como fuere, llegar al Congreso supuso un cambio brusco en la estrategia de Podemos, que pasó a tratar de erigirse como el único partido de la oposición frente a un "bloque monárquico" compuesto por PP, Ciudadanos y un PSOE que había facilitado –dimisión de Pedro Sánchez mediante– la investidura de Mariano Rajoy como presidente del Gobierno, pero que tuvo que dar otro viraje cuando Sánchez fue reelegido al frente de los socialistas con un discurso muy próximo a algunos postulados de Podemos. El ahora presidente del Gobierno basó su campaña interna en reivindicarse como "la izquierda" de los socialistas y en promover un acercamiento a Podemos como su aliado natural.
Pese a que el partido morado había nacido impugnando el eje izquierda-derecha a la hora de entender la política, la vuelta de Sánchez a la primera línea volvió a alterar el mapa y estableció un sistema de dos bloques ideológicos claramente definidos, que quedaría definitivamente certificado con el triunfo de la moción de censura liderada por Sánchez, el pasado junio. "Pero el responsable de que Podemos sea percibido como un partido de izquierdas" y no como un movimiento transversal "es nuestra, o para ser más precisos, de quien ha recuperado" ese esquema, critica Bescansa en referencia a la actual dirección morada.
En cualquier caso, la vuelta de Sánchez a la Secretaría General del PSOE provocó una caída de Podemos en las encuestas acompañada por una subida de los socialistas que fue diluyéndose poco a poco. Aunque lo que más perjudicó al partido morado fue el recrudecimiento de la crisis en Cataluña a partir de septiembre de 2017, que provocó que Unidos Podemos se hundiera en los sondeos y que sumió al partido en una nueva división interna que tuvo su principal referente en la propia Bescansa, que denunció que "Podemos no está explicando un proyecto para España" y criticó que estuviera hablando "solamente a los independentistas".
La relación con el PSOE
No obstante, pese al estancamiento en las encuestas, en marzo de este año las bases del partido –de acuerdo con la postura defendida por la dirección– aprobaron mantener la coalición Unidos Podemos para las elecciones locales, autonómicas y europeas de 2019. Y tres meses más tarde, la alianza morada sería clave para el triunfo de la moción de censura que llevó a Pedro Sánchez a la Moncloa, con los votos favorables de PSOE, Unidos Podemos, Compromís y los nacionalistas vascos y catalanes.
El cambio de Gobierno del pasado junio tuvo un efecto demoscópico inmediato: el PSOE se disparó hasta la primera fuerza mientras el PP se hundió y Unidos Podemos bajó varios puntos de golpe. No obstante, los dirigentes del partido entrevistados no creen que apoyar a Sánchez haya sido perjudicial para el futuro de Podemos. "El intento de convertir a Podemos en una IU un poco más grande no se combate hablando del PSOE, sino con programa y con medidas", sostiene Jesús Montero.
Urbán, sin embargo, alerta ante una de las obsesiones de la corriente anticapitalista: la posibilidad de que Podemos termine acomodándose en una posición de hermano menor del PSOE. "Ese riesgo existe y es muy claro, aunque lo cierto es que no podemos mirar el presente y el futuro con gafas del pasado, porque el sistema de partidos español y europeo no es el mismo que hace cinco años", reflexiona el eurodiputado, que afirma que "con la igualdad tan importante que existe entre los cuatro principales partidos, pequeños aciertos o desaciertos pueden motivar quien consigue la hegemonía en cada campo".
Esa es, precisamente, la clave del sombrío análisis que hace Bescansa de la situación. "Existe una mayoría social en España que pide cambio y que sigue ahí, y lo demuestra el gran porcentaje de personas que sufren de falta de identificación con un partido y la enorme volatilidad que sigue existiendo", señala en relación a las encuestas de los últimos meses. Pero esa mayoría "no se está referenciando en Podemos", aunque existe "voluntad de cambio" y "condiciones materiales" para que éste tenga lugar.
¿Cómo combatir a Vox?
Y es que, desde luego, es un hecho que la tendencia de Podemos en su quinto aniversario es descendente, y buena muestra de ello son los resultados obtenidos por la coalición Adelante Andalucía –compuesta por IU y el partido morado– en las elecciones autonómicas del pasado 2 de diciembre. Lejos de reeditar los números conseguidos en 2015 por separado, la alianza perdió un cuarto de sus votos (5,5 puntos porcentuales) y retrocedió en tres escaños, una bajada que contrasta con la irrupción de Vox, que entró en el Parlamento de Andalucía con fuerza obteniendo tan solo cinco actas menos que Adelante.
El batacazo en la comunidad ha abierto un importante debate en el seno de Podemos: ¿cómo debe combatirse a Vox? Pablo Iglesias, nada más conocerse los resultados, decretó la "alerta antifascista" y llamó a la movilización social "para defender las libertades y los derechos sociales de una fuerza franquista sin complejos". Pero otros dirigentes han discrepado públicamente, entre ellos Íñigo Errejón, que se mostró convencido de que "no hay 400.000 andaluces fascistas" y aseguró que Vox es el "síntoma" de un problema que solo se puede combatir enfrentando sus "causas" y no mediante "aspavientos".
Con respecto a la forma de enfrentar a Vox, los tres dirigentes consultados –incluso Montero, el más próximo a Iglesias– coinciden: Podemos no puede enfrentarse a Vox concediéndole el papel de máximo enemigo porque en ese contexto la extrema derecha se siente cómoda. "Nosotros no hemos venido aquí a ser el anti-Vox, porque somos una respuesta al neofascismo, pero no solo eso, somos una herramienta para cambiar España, y eso neutraliza a los que son felicitados por Marine Le Pen", reflexiona el primer secretario general de Podemos Madrid, que asegura que la mejor forma en la que el partido puede combatir a la extrema derecha es "sacando adelante los Presupuestos Generales del Estado, preparando las elecciones de 2019 y proponiendo un buen programa de Gobierno".
"Nuestro objetivo no tiene que ser combatir a Vox, sino abordar la transformación institucional del país", coincide Bescansa, que teoriza que el partido de extrema derecha se nutre de votantes clásicos del PP. "Vox únicamente revela algo que hasta ahora convivía en el PP, que era la derecha reaccionaria, junto a una derecha conservadora y una derecha neoliberal" ya desgajada parcialmente con la expansión de Ciudadanos. "Ahora el PP se ha roto por su ala más identitaria, pero cualquier alternativa que quiera ganar no puede comportarse de manera identitaria", razona la cofundadora de Podemos.
Urbán, igualmente, asegura que "el verdadero reto es conseguir conformar una alternativa" a Vox y no tanto aislarlo. "Podríamos caer en la tentación de crear un frente republicano, como en Francia, pero ¿hasta qué punto ese frente no obligaba a elegir entre Macron y Le Pen obviando que las políticas de Macron, las políticas neoliberales, son las que han hecho posible el crecimiento del Frente Nacional?", sostiene el eurodiputado, que afirma que Podemos tiene que situarse en una tercera vía que no implique "aliarse con Macron para evitar a Le Pen". "Esos cordones sanitarios no solo no funcionan, sino que son muy perjudiciales y han favorecido a las fuerzas de extrema derecha", apunta.
Objetivos cumplidos... a medias
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Con un Podemos estabilizado en las instituciones y asentado en el panorama político cinco años después de su fundación: ¿se han cumplido los objetivos? Jesús Montero opina que sí. "Desde fuera, sin financiación, hemos roto el sistema bipartidista, tenemos representantes en todas las comunidades y obtuvimos cinco millones de votos el 20D. Con este poder institucional y esta presencia social, en un contexto de ataque permanente al liderazgo de Pablo [Iglesias], solo podemos sonreír", argumenta el dirigente, que afirma, además, que "de gobernar no estamos tan lejos, y que estemos en un 18% en las encuestas, con el reparto actual de fuerzas, es un indicador de la fortaleza de Unidos Podemos". Montero se muestra confiado en la posibilidad de entrar en el Ejecutivo en la próxima legislatura si la coalición y el PSOE suman los diputados necesarios.
Bescansa, por el contrario, no es tan optimista. "Es cierto que logramos articular la fuerza destituyente del 15M y transformamos de forma irreversible el sistema de partidos", relata la cofundadora, que sin embargo lamenta que el objetivo principal, gobernar para "transformar" la sociedad, no se ha conseguido. "El régimen, en las últimas semanas, ha dado otro tumbo, pero no se ha estabilizado y no va hacia atrás", hacia la vuelta al bipartidismo, analiza Bescansa, que sin embargo señala que esta inestabilidad es síntoma de que "no hemos llegado a la fase constituyente".
En cualquier caso, Podemos se enfrenta en mayo a la valoración de sus primeros cuatro años de actividad en la mayor parte de las comunidades autónomas y en todos los ayuntamientos de España. "El escenario sigue abierto y sigue existiendo voluntad de cambio y condiciones para ello, pero también es cierto que quienes quieren ese cambio no se referencian en nosotros", analiza Bescansa, que no obstante señala que, en tiempos tan impredecibles y volátiles, es difícil adivinar el futuro de Podemos. "Hemos visto cosas asombrosas y vamos a seguir viéndolas, y creo que el futuro de España será el de Podemos. Para bien y para mal".
"No es tiempo de renuncias, sino de mover ficha y sumar, ofreciendo herramientas a la indignación y el deseo de cambio. En las calles se repite insistentemente 'Sí se puede'. Nosotras y nosotros decimos: 'Podemos". Esas fueron las palabras con las que quedó sellado el 17 de enero de 2014 el nacimiento de Podemos, una formación que inauguró y ha sido la principal protagonista del vuelco del sistema de partidos en España pero que no ha cumplido –al menos por el momento– su principal objetivo: "tomar el cielo por asalto" y gobernar. Este jueves se cumplen cinco años de aquel momento y el partido está consolidado, tiene presencia en todos los parlamentos autonómicos y la mayor fuerza que ha tenido nunca una formación a la izquierda del PSOE. Pero también se encuentra estancado en las encuestas y teniendo que hacer frente a una nueva amenaza: el ascenso de Vox, que ha señalado directamente a Podemos como su antagonista.