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Animales

El debate sobre el bienestar animal se abre paso en el consumo

Imagen de una granja de cerdos en Castilla y León.

Las organizaciones animalistas trabajan por introducir en la agenda pública el debate sobre las condiciones de los animales destinados al consumo humano, y todo parece indicar que lo están consiguiendo. En países como Francia y Suiza los gobiernos comienzan a legislar para mejorar el bienestar de animales como las gallinas, impidiendo su cría en jaulas, mientras que en España las continuas campañas de las asociaciones animalistas para evidenciar las prácticas de la industria comienzan a calar en las empresas distribuidoras. El pasado domingo 4 de febrero, el programa que conduce Jordi Évole en La Sexta, Salvados, alcanzó un 12,8% de audiencia en su emisión sobre las condiciones laborales y animales en granjas de cerdos.

El creciente interés ciudadano, en sintonía con el trabajo de las organizaciones animalistas, abre camino a un posible cambio en el país. Los resultados del Eurobarómetro publicado en octubre del 2016 muestran la inquietud de los españoles por el bienestar de los animales de granja. En el 2006 el 71% de los ciudadanos opinaban que el bienestar y protección de los animales de granja era importante o muy importante. Casi una década después, en diciembre de 2015, la cifra ha subido hasta el 94%

Los problemas de hacinamiento, prácticas habituales como la mutilación, la falta de higiene o el contagio de enfermedades son algunas de las principales denuncias de los animalistas respecto a la industria. Javier Moreno, director de Igualdad Animal, constata tras más de una década de investigación que "el maltrato animal es inherente a la ganadería industrial”.

Industria porcina

Según el Ministerio de Agricultura, España es la cuarta potencia productora de porcino después de China, EEUU y Alemania, mientras que, a nivel europeo, ocupa el segundo puesto en producción con un 17,5% de las toneladas producidas en 2016, por detrás de Alemania.

Los animales, denuncia Igualdad Animal, se concentran en grandes naves, siguiendo métodos de la ganadería industrial que se empezaron a desarrollar en los años sesenta. Los cerdos viven "en condiciones de hacinamiento, siempre en el interior de las naves, sin acceso al exterior y sin ver la luz natural". Explican, asimismo, el uso de métodos estandarizados que consisten en la amputación de rabo, dientes y testículos al poco de nacer los animales y sin anestesia. Estas medidas se llevan a cabo, según Igualdad Animal, esencialmente para evitar episodios de canibalismo debidos al hacinamiento, mientras que el corte de los órganos reproductores se realiza "para evitar que los animales segreguen determinadas hormonas que hacen que el sabor de su carne no sea el preferido por los consumidores".

Huevos y gallinas enjauladas

A través del Real Decreto 3/2002 España asumió la normativa europea relativa a la protección de las gallinas ponedoras en los sistemas de cría, que fija un espacio mínimo para cada gallina de al menos 750 cm2 de superficie por cubículo. No obstante, el país fue expedientado por la Comisión Europea en 2012 como consecuencia de incumplir los parámetros de bienestar animal marcados.

Silvia Barquero, presidenta del partido animalista Pacma, sostiene que "el problema más grave" se produce con las gallinas destinadas a la producción de huevo. Las aves, denuncia, "siguen viviendo en un espacio ligeramente superior al tamaño de un folio. Esto no se puede llamar bienestar animal". Barquero recuerda que en España se crían millones de gallinas y su vida "transcurre en la más absoluta miseria porque no ven la luz del sol". A nivel estatal hay censadas más de 41 millones de gallinas ponedoras y el 90% son criadas en jaulas, según datos del Ministerio de Agricultura

Igualdad Animal denuncia que las "condiciones de hacinamiento" van acompañadas de problemas como la "alta mortalidad semanal de gallinas debido a enfermedades producidas por la falta de higiene", así como aves con "el pico mutilado, práctica estándar en la industria del huevo" o gallinas "que agonizan en el interior de las jaulas".

Pollos y conejos

Las incubadoras de pollos para el consumo cárnico, denuncia también Igualdad Animal, son espacios que acogen con frecuencia prácticas dañinas para los animales. La organización destaca que los pollos "son tirados vivos a contenedores y aplastados con mazas", mientras que otros "mueren aplastados en cajas transportadoras" o bien "asfixiados en contenedores" tras ser descartados.

Según datos del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medioambiente, en España se matan más de 600 millones de pollos al año. "Para la producción de carne de pollo, la industria cárnica utiliza la raza broiler", explica Javier Moreno, "seleccionada para aumentar rápidamente de peso en poco tiempo". Este aumento de peso acelerado provoca que "a muchos pollos se les rompan las patas porque no soportan su propio peso".

Moreno recuerda que "el maltrato animal" existe igualmente en las granjas de conejos, industria que fue investigada durante dos años por la organización animalista. El resultado: un total de 70 granjas españolas fueron denunciadas por sus malas prácticas. "Vimos cómo los animales se mordían entre ellos en las jaulas debido al hacinamiento o cómo los operarios tiraban conejos vivos a los contenedores", relata el activista.

Industria láctea

Las críticas hacia los hábitos en la industria láctea pasan a menudo inadvertidas aun siendo de las más intensas por parte del colectivo animalista. Igualdad Animal expone las condiciones a las que se ven sometidas las vacas criadas para el suministro lácteo. "Las vacas que producen leche son inseminadas artificialmente una y otra vez para que sigan produciendo leche" y todo el ciclo de embarazos "está estudiado desde antes de que nazcan para que produzcan la mayor cantidad posible de leche". Su primer embarazo, dicen, será a los dos años de edad.

Entre dos o tres meses después de cada parto "las vacas vuelven a ser inseminadas artificialmente" con el objetivo de conseguir un parto al año, siguiendo un ritmo que "deja exhaustas a las vacas rápidamente". Además, "todas son descornadas para evitar que se produzcan heridas al vivir en condiciones estresantes para ellas". Muchos de estos animales, si no rinden suficiente, son enviados al matadero. Las causas van desde la baja producción, hasta la edad, la infertilidad o enfermedades "cuyo coste de veterinaria excede al de producción".

Acciones políticas

El clamor a nivel social tiene sus frutos. No sólo la ciudadanía ha comenzado a tomar conciencia sobre las condiciones de los animales destinados a consumo humano, sino que las empresas han percibido la demanda y la lógica del mercado les ha llevado a tomar cartas en el asunto. Esto se ha traducido, en algunos casos, en cambios políticos. En Francia, algunas de las cadenas de supermercados más importantes del país comenzaron a abandonar la distribución de huevos procedentes de gallinas enjauladas. El Gobierno ha recogido ahora el testigo y ha anunciado que la venta de este tipo de huevos quedará prohibida a partir del año 2022. En Suiza el Gobierno también ha hecho suyas las demandas animalistas. El Ejecutivo acaba de prohibir que las langostas sean cocinadas vivas en agua hirviendo. La normativa entrará en vigor en marzo y señala que los animales deberán de ser aturdidos antes de su sacrificio para consumo.

Silvia Barquero entiende que el primer paso consiste en "alcanzar las reivindicaciones" y llevarlas al plano político. Actualmente, la estrategia de las organizaciones animalistas se está centrando en "presionar a las empresas cuando ven que no hay posibilidad de avanzar a nivel político". Los efectos se perciben en casos como Lidl o El Corte Inglés, que han anunciado el fin de los huevos procedentes de gallinas enjauladas. Este tipo de empresas, dice Barquero, "se están adelantando a la normativa" y eso denota que "una vez más los partidos no están a la altura".

Para Javier Moreno, "la sensibilización es esencial para que las demandas de la ciudadanía se traduzcan en cambios legislativos" y para que las políticas empresariales "mejoren sin que haya una ley que lo requiera". España, considera, se encuentra en "un momento muy importante" en el que la sociedad está sensibilizada y "aunque las leyes no reflejan todavía esas demandas, las empresas están empezando a dar pasos".

A la pregunta sobre qué medidas podría poner en marcha la administración con el objetivo de atajar el problema, Silvia Barquero describe tres. En primer lugar, prioriza sobre el fin de la cría de animales en jaulas o en espacios pequeños donde son criados cerdos, terneros o vacas destinadas al consumo humano. Por otro lado, Barquero entiende fundamental el etiquetado. Del mismo modo que los huevos de gallinas criadas en jaulas se encuentran categorizados como tal, todos los alimentos de origen animal deberían estar clasificados según su procedencia. "Un consumidor que compre una bandeja de carne debe conocer las condiciones de la cría", considera Barquero. Finalmente, la animalista se detiene en la prohibición de amputar "rabos, testículos o colmillos sin anestesia en el caso de los cerdos" y "picos en el caso de las gallinas", prácticas que están permitidas a nivel normativo.

Javier Moreno se suma a las demandas y sugiere además la prohibición de la instalación de macrogranjas, "que están suponiendo no sólo un terrible maltrato animal, sino graves problemas medioambientales". Las inspecciones de las granjas, por otro lado, requieren "nueva legislación e inversión". A su juicio, "no puede ser que por normativa se avise con un plazo de 72 horas a las granjas antes de inspeccionarlas" y además "hace falta incrementar el mínimo de granjas inspeccionadas".

Ganadería extensiva

Hablar de maltrato respecto a los animales destinados a consumo humano es sinónimo de hablar de gran industria. ¿Pero qué ocurre con la ganadería extensiva? La cría de animales para consumo en espacios al aire libre, priorizando lo local, empleando recursos naturales y en pro de la sostenibilidad y el bienestar animal, son los principales valores que defiende este tipo de ganadería. Celsa Peiteado es coordinadora de Política Agraria y Desarrollo Rural en WWF. Explica, en conversación con este diario, que la ganadería extensiva es una fórmula que no limita a los animales. El escenario es, de hecho, radicalmente opuesto al de la intensiva. "Los animales ven la luz del sol y comen alimento natural, salvo en sequías o situaciones extremas", señala. Este tipo de modelo resulta ser, por tanto, "el más respetuoso con el bienestar animal que se conoce", especialmente cuando se trata de trashumancia.

El problema al que se enfrenta este modelo, sostiene la experta, "a parte de un apoyo insuficiente por parte de las administraciones", es que las normas actuales están "pensadas para un manejo muy intensivo". Los sistemas de control, por ejemplo, se ajustan a las naves industriales pero no tienen en cuenta la complejidad de la cría en libertad. "El tipo de normas no adaptadas al sector y con una alta carga burocrática les está llevando al cierre", lamenta Peiteado. Además, recalca, "en los mercados no hay un etiquetado que permita diferenciar" entre los dos modelos, de forma que "ni siquiera los consumidores más concienciados" cuentan con información accesible.

Cientos de activistas salen a la calle para protestar contra el maltrato a los animales de granja

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Pero en la apuesta por un modelo de ganadería extensiva se hace necesaria una reducción del consumo de proteína animal. "El volumen de consumo duplica las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS)", recuerda la activista. Por ello, sostiene, es fundamental un "cambio del modelo de producción pero también un cambio del modelo de consumo".

Silvia Barquero recuerda que el sistema industrial "existe porque hay una gran demanda de consumo". En este sentido, estima, "es necesaria una labor de concienciación dirigida a la ciudadanía para que sepan que todos los hábitos de consumo tienen una consecuencia". Mantener los niveles de consumo actuales a través de granjas ecológicas "sería imposible porque no habría espacio". A su juicio, la ganadería extensiva se presenta como "una medida paulatina" para la reducción del consumo de carne.

Javier Moreno se muestra más tajante. "Tenemos que empezar a pensar en otra forma de obtener proteína que no implique el uso de animales" en un contexto en el que "todo parece indicar que la transición hacia modelos de producción de proteína vegetal es la solución". El director de Igualdad Animal entiende esta fórmula como la respuesta definitiva para evitar "el maltrato animal, el impacto medioambiental y los problemas de salud pública".

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