Las derechas pierden la mayoría absoluta tras 16 meses liderando el CIS

Un ninot que representa a Carlos Mazón, disfrazado del personaje de 'Busca a Wally', junto a otro de Alberto Núñez Feijoo como Forest Gump, en las Fallas de València.

La derecha pierde la mayoría absoluta –situada en 176 escaños– tras dieciséis meses consecutivos por encima. PP, Vox y SALF sumarían hoy 174 diputados y se quedarían a las puertas de obtenerla. Podemos verlo en el cuadro siguiente.

El análisis independiente de las tablas del CIS de marzo introduce pequeñas novedades, pero importantes, respecto a la fotografía electoral de febrero. No se produce un movimiento abrupto, sino que todo se dilucida en distancias cortas. Parafraseando a Al Pacino (Un domingo cualquiera), el resultado final está en la pelea por esas pulgadas que hacen la diferencia.

A saber, respecto a febrero:

1.- Vox retrocede del 14,5% al 12,4%. No se hunde, como dicen algunos medios, sino que viene moviéndose en la horquilla del 12-14% desde hace meses. En esta ocasión le pasa factura su posición respecto a Ucrania, que le hace perder parte del terreno ganado en el presente curso político. Reduce su lealtad electoral del 80% al 72% y vuelve cerca de la casilla de salida de julio’23, cuando obtuvo los mismos votos, pero cuatro escaños menos. El factor discriminante en el lado derecho es Trump o mejor dicho Putin, lo que quiere decir que esto es volátil, en ocasiones poco comprensible y muy cambiante.

2.- El efecto directo de la caída de Vox es el alza del PP, que del 31,0% pasa al 32,2%, aún por debajo en número de votos del resultado que obtuvo en las pasadas elecciones generales (33,1%). Los de Feijóo han reducido de sopetón la transferencia hacia Vox del 10% al 5% y suben 3 diputados entre febrero y marzo, una cifra insuficiente para alcanzar mayoría, toda vez que la franja en la que se mueve Vox reparte más escaños por las particularidades de la ley D’Hondt que ya explicamos aquí en su día. La guerra fratricida que mantienen PP y Vox –distanciados en las formas, pero no en el fondo de muchas de sus medidas– le cuesta escaños a la derecha en su conjunto. 

3.- El otro gran beneficiado es Se Acabó La Fiesta (SALF) de Alvise, que con el 2,1% supera el medio millón de votos y resucita tras un mes de febrero que parecía enterrar sus opciones. La fuga de votos de los de Abascal a SALF pasa del 7% al 10% y le devuelve las opciones de sacar escaño por Madrid. 

 4.- El PSOE alcanza su mejor registro en año y medio. Da un paso más en la estimación al subir medio punto respecto a febrero y mejora por vez primera el resultado de las últimas elecciones en votos y escaños (132 ahora frente a los 121 de julio de 2023). La mejora del PSOE no se produce esta vez a costa de Sumar, sino que reduce la desmovilización y capta más desde el ‘no votó’.

5.- El desencuentro entre Sumar y Podemos sigue restando opciones a la izquierda. En marzo, son 14 escaños los que lograrían por separado, cuando yendo juntos alcanzaron 31. Esos 17 diputados que se quedan por el camino no van íntegramente a la izquierda, sino que una parte acaba en el PP y Vox, al llevárselo opciones más votadas en provincias de tamaño medio. Una vez más la circunscripción provincial y la ley D’Hondt se convierten en factores determinantes para la traducción final de los votos en escaños. 

España ingobernable

El panorama actual es el de un país abocado al bloqueo, donde los movimientos entre izquierda y derecha son minoritarios e insuficientes para alterar el equilibrio de bloques. Los partidos, conocedores de esto, lo fían todo a la movilización, lo que alimenta la espiral de polarización en la que nos encontramos. Si tras los últimos comicios la conformación del gobierno fue un quebradero de cabeza por la difícil aritmética resultante, unas nuevas elecciones dificultarían aún más las cosas y volverían a situar a Junts –junto al resto de partidos nacionalistas– como la llave de gobierno indispensable. Un difícil puzle que obligaría al gobierno a pasar un examen en cada votación, como está sucediendo desde hace ya demasiado tiempo. 

En línea con lo anterior, de lo poco que une a los españoles es su hartazgo con la clase política, que vuelve a copar la lista de los principales problemas (clase política, partidos, políticos, gobierno, etc). Lo mismo sucede con la vivienda, que no da un respiro y es habitual verla ya como el otro gran problema de nuestro país. 

Sánchez ante su referéndum de la OTAN

La política internacional, y en concreto las guerras, tanto la de Ucrania como la de Oriente Medio, apenas son citadas como problema en espontáneo por un 1% de ciudadanos, aunque una buena parte de los mismos se muestra preocupado cuando se les pregunta en concreto por cualquiera de las dos. 

El CIS pregunta de manera indirecta por el apoyo a un hipotético rearme de la Unión Europea en el que participe España. La pregunta que formula es ¿cree usted que en estos momentos la Unión Europea debería aumentar su propia capacidad de defensa?,  y bajo esa formulación encuentra el respaldo de tres de cada cuatro electores, incluido el apoyo de los votantes del PSOE (76%), ERC (61%), Junts (58%) y Sumar (52%).

Unas cifras que nada tienen que ver con las de principio de siglo. Si echamos la vista atrás, hasta la guerra de Irak, 9 de cada 10 españoles se manifestaba en contra de una intervención militar. Aquello fue el principio del fin del gobierno del PP. El expresidente Aznar perdió un capital político que nunca recuperaría. Eran otros tiempos. Tiempos en los que la guerra era el tercer problema que más preocupaba a los españoles

Si retrocedemos aún más, Felipe González ganó el referéndum sobre la entrada en la Alianza Atlántica de marzo del 86 con un exiguo 57% de apoyos y hubo territorios en los que ganó el no: Cataluña, País Vasco y Canarias. González aún conseguiría dos mayorías absolutas (86 y 89) y se mantendría en el poder hasta las elecciones de 1996.

Mucho ha llovido desde entonces y han cambiado las prioridades. Ni siquiera cuando se produjo la invasión de Rusia a Ucrania, en febrero de 2022, esta cuestión llegó a ser mencionada como un problema importante de los españoles, quedándose en un discreto 8% de menciones. No es tanto una cuestión de banderas sino que las prioridades han cambiado y las preocupaciones se sitúan en otros ámbitos. De ahí el empeño del Gobierno en que no habrá recorte social. Ahora la pregunta es: ¿Quién paga la factura?

Según el barómetro de este mes de marzo, los españoles en su conjunto están mayoritariamente a favor de un ejército europeo (también la izquierda) y esto implica necesariamente ajustarse el cinturón en otros ámbitos. 

En una reciente encuesta del CIS sobre el Estado del bienestar (noviembre de 2024, 4.000 entrevistas), previa a la victoria de Trump, solo el 40% de los españoles estaban a favor de un aumento del gasto militar. En Sanidad eran un 92%.  Otros sondeos más recientes (Cluster 17, Gesop, NC Report ) aumentan el apoyo de los españoles hasta el 57%, pero cuando se pone la lupa en el electorado de la izquierda apuntan a la misma estampa que ya daba el CIS: un votante del PSOE dividido en relación a un mayor gasto militar y un electorado de Sumar mayoritariamente en contra. 

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Rafael Ruiz es consultor y analista de datos en asuntos públicos en Logoslab.

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