"La acusación de brujería es muy grave en Camboya. Podría hacer grandes bromas sobre el tema, pero la verdad es que no quiero jugar con eso", afirma Marga Bujosa Segado, mallorquina de 39 años, recién deportada desde Camboya. La historia de sus dos últimas semanas ha sido vertiginosa. Expulsada de Camboya el pasado miércoles 17 de agosto tras su asistencia a una protesta pacífica en Phnom Penh, la capital, ahora trabaja como camarera en Tossa de Mar, en la costa de Girona, mientras continúa enfrascada en su tesis sobre la resistencia de las mujeres del barrio de Beoung Kak, escenario de un agresivo programa de expropiaciones y desalojos en un contexto de malestar social. Y desde aquí Bujosa asiste atónita a cómo las autoridades camboyanas intentan destruir su imagen lanzando acusaciones sin fundamento contra ella.
Bujosa, licenciada en Ciencias Políticas, visitó por primera vez Camboya en 2007 y se instaló allí en 2009. Máster en Cooperación al Desarrollo, decidió especializarse en género. Actualmente realiza su tesis en el marco del Instituto Universitario de Estudios de las Mujeres y de Género de la Universidad de Granada.
Su trabajo se centra en la "resistencia" social en el barrio de Beoung Kak, fundamentalmente de mujeres que "fueron víctimas de desalojo forzado", en el contexto de agresivas operaciones urbanas promovidas por las autoridades locales.
"Más de 4.000 familias fueron expulsadas en Beoung Kak", explica Bujosa, que reside en este mismo barrio. La investigadora incide en que las movilizaciones son encabezadas fundamentalmente por mujeres. "Los hombres tienen miedo de la violencia de la policía. Las mujeres son agredidas en menor medida. Las mujeres lo hacen para proteger a sus parejas", explica.
Bujosa incide en que su trabajo de campo era de carácter etnográfico, es decir, descriptivo de costumbres, comportamientos y tradiciones. "He participado en actividades que el Gobierno considera políticas o de oposición", explica Bujosa, que denuncia que "el Gobierno del Cambodian People's Party se está radicalizando y presionando, por no decir eliminando, todas las voces discordantes". Ella describe su papel en las protestas así: "Documentar las actividades". Y añade, cuestionada sobre el interés concreto de su estudio: "Yo investigo sobre la resistencia de estas mujeres, más que sobre las vulneraciones de los derechos humanos".
'Black Monday'
El lunes 15 Bujosa acudió a la comisaría donde se encontraban dos mujeres detenidas durante las protestas que cada semana se celebran en el conocido como Black Monday, en las que se exige respeto a los derechos humanos, así cómo la liberación de activistas presos. El mismo martes fue detenida. "Les dije que estaba haciendo una investigación etnográfica. Tengo mi pasaporte y mi visado. Al final me enviaron a casa sin pasaporte, diciéndome que lo guardaban por motivos administrativos", explica Bujosa.
Se fue "intranquila", porque sabía que sin pasaporte podía ser detenida y expulsada en cualquier momento, recuerda. Antes de su liberación había sido golpeada, denuncia. "Cuando me dijeron que no me daban el pasaporte, insistí. El jefe de inmigración me amenazó y me dijo que si no quería irme sin pasaporte, me deportaban o me metían en la cárcel. Yo dije que quería llamar a la embajada. Mi teléfono estaba fuera, así que pidió que me impidiesen salir. Varios agentes se tiraron contra mí. Creo que su intención era asustarme".
"Patadas en la barriga"
Cuando llegó al barrio, unas amigas le advirtieron, para su sorpresa, de que las autoridades habían ya hecho público que había sido "deportada". "Yo intenté pensar que no iba a pasar", afirma. Pero sí pasó. Fue al día siguiente, miércoles 17. "Me dijeron que tenía que ir a recoger el pasaporte. Yo pensaba que querían tenerme allí todo el día esperando, pero me comunicaron que me iban a deportar", cuenta Bujosa, que denuncia que sufrió una agresión aún más grave que el día anterior.
"Me metieron en una celda. Al principio me dejaron con un teléfono, porque tenía que arreglar el tema del billete. Luego el mismo que el día anterior me había impedido la salida vino con seis más para quitarme el teléfono. Me dieron tres patadas en la barriga y otra en el costado. Creo que era más para asustarme que para hacerme daño", afirma. Bujosa asegura que los agentes grabaron un vídeo de la agresión. Las autoridades camboyanas lo niegan.
Regreso a Barcelona
Le dieron tiempo para hacer su maleta en el apartamento. Cuando salió del mismo, la esperaban diez agentes de policía de inmigración, que la metieron en una furgoneta y la llevaron al aeropuerto, según informó The Cambodia Daily. Bujosa cogió al avión "sobre las 21.30 horas" y, tras perder un primer enlace en Bangkok (Tailandia), llegó a Barcelona el viernes por la mañana, detalla.
La investigadora asegura que nadie del Ministerio de Exteriores se ha puesto en contacto con ella. "A mí me da igual, la verdad", dice. El Ministerio de Asuntos Exteriores explica a infoLibre que tiene escaso margen de maniobra, ya que la decisión sobre las expulsiones entra dentro del marco de soberanía de los Estados, aplicando su propia legislación. Exteriores defiende que la Embajada en Bangkok –no existe delegación diplomática española en Camboya– estuvo informada del proceso de deportación de Bujosa, que hubo el máximo interés y que realizó las gestiones que fueron posibles. Exteriores califica el caso de Bujosa como "bastante excepcional".
Residente allí desde 2009
Reticente a hablar de su vida personal, Bujosa se limita a decir que Camboya, donde residía en una vivienda en alquiler, era su "casa". "Vivía allí desde 2009. Allí tenía mi vida. Quiero volver, aunque no sé si podré. Quiero que me digan por qué me echaron. Ni siquiera me lo han dicho oficialmente. Quizás con el tiempo pueda entrar normalmente en el país, no lo sé. Ahora voy a dejar pasar un tiempo", afirma.
Bujosa tenía previsto terminar su tesis en febrero de 2017, aunque su expulsión de Camboya puede retrasarlo. Exteriores señala que el ministerio está "abierto a realizar las gestiones que sean posibles" en caso de que quiera regresar.
"No podemos dejarla vivir en este país"
Las autoridades locales señalan que la deportación de Bujosa se debe a su participación en el Black Monday y a que no tiene permiso de trabajo. Bujosa afirma que esta excusa es falsa, ya que no está trabajando, sino realizando una investigación de campo como doctoranda. "Ella es extranjera y se unió a manifestaciones y protestas contra nosotros. ¿Hay decenas de miles de extranjeros que viven en Camboya que se comportan como ella? No. Sólo hay una", dijo el jefe de investigación del departamento de inmigración, Uk Heisela, a The Cambodia Daily. Y añadió: “Cuando hay manifestaciones, solemos ver su cara, sobre todo durante la campaña del Black Monday, cuando se vestía de negro. No podemos dejarla vivir en el país porque sus actos afectan a nuestra seguridad pública".
La ley en Camboya no permite a ningún extranjero unirse a "acciones contra el Estado", en palabras de Uk Heisela. El portavoz del ministerio del interior Khieu Sopheak afirmó: "No podemos dejar a los extranjeros decidir nuestro futuro. En otros países cerca de Camboya, si los extranjeros se comportan de esta manera, acaban en la cárcel. Tiene suerte de que nuestra ley diga simplemente deportación [...] Ella no es camboyana. ¿Por qué tenía que unirse a ellos [a los que protestan]? Debería ceñirse a su propio trabajo".
Acusaciones infundadas
Bujosa ha recibido muestras de apoyo públicas y a través de los medios de comunicación en Camboya. Su denuncia de haber sido golpeada también ha recibido difusión. La reacción de las autoridades ha sido acusar públicamente a Bujosa de brujería, de usar contra los agentes artes marciales, de tomar drogas... "Si realmente la hubiéramos pateado, estaría muerta. [...] Intentó usar artes marciales contra nosotros", declaró el jefe de investigación del departamento de inmigración, Uk Heisela, a The Cambodia Daily.
Es más, Heisela aseguró que los agentes se "preocuparon" de que Bujosa "pudiera ser una bruja" al ver que les había tomado fotografías con su móvil, porque podía hacer "magia negra en nuestros estómagos".
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Una acusación para excluir y estigmatizar
La acusación de brujería es utilizada frecuentemente en Camboya como mecanismo de exclusión y para estigmatizar socialmente. "Por supuesto", afirma Bujosa, "si me quisieran muerta lo estaría porque no hay ningún control en su sistema de detención. Hacen lo que quieren sin seguir ninguna norma y son violentos", añade, aunque subraya que siempre tuvo la impresión de que los agentes eran agresivos con ella para asustarla, más que para dañarla físicamente. "Todas las acusaciones son completamente falsas e intentan destruir mi imagen", afirma. El motivo, asegura, es "el apoyo" que ha recibido tras su detención y deportación.
Bujosa es la segunda persona de nacionalidad española deportada por Camboya en el último año y medio. Alejandro González-Davidson, de la ONG Mother Nature, fue expulsado en febrero de 2015 por su participación en campañas medioambientales.
"La acusación de brujería es muy grave en Camboya. Podría hacer grandes bromas sobre el tema, pero la verdad es que no quiero jugar con eso", afirma Marga Bujosa Segado, mallorquina de 39 años, recién deportada desde Camboya. La historia de sus dos últimas semanas ha sido vertiginosa. Expulsada de Camboya el pasado miércoles 17 de agosto tras su asistencia a una protesta pacífica en Phnom Penh, la capital, ahora trabaja como camarera en Tossa de Mar, en la costa de Girona, mientras continúa enfrascada en su tesis sobre la resistencia de las mujeres del barrio de Beoung Kak, escenario de un agresivo programa de expropiaciones y desalojos en un contexto de malestar social. Y desde aquí Bujosa asiste atónita a cómo las autoridades camboyanas intentan destruir su imagen lanzando acusaciones sin fundamento contra ella.