Las dificultades de la izquierda andaluza: voto, pérdida de hegemonía y el sistema electoral
La izquierda andaluza no pasa por un buen momento. Los últimos acontecimientos protagonizados por una buena parte de la izquierda —más allá del espacio socialista— han generado un estado de ánimo que, desde luego, no es la esperada para un inicio de campaña donde la izquierda, en su totalidad, ya partía con desventaja.
Según el promedio de encuestas, el bloque de la izquierda, configurada por el Partido Socialista, Por Andalucía y Adelante Andalucía, sumaría hoy el 40% de los votos, cinco puntos por debajo del resultado en las pasadas elecciones autonómicas y a ocho puntos de lo cosechado en las elecciones generales de noviembre de 2019 en esta misma región.
Por el contrario, el bloque de la derecha —PP, Vox y Cs— goza de un buen momento electoral, tanto a nivel estatal como autonómico. En Andalucía, la suma de las tres derechas alcanzaría el 55% de los votos, 4 puntos más que en 2018, cuando Juanma Moreno Bonilla consiguió, por primera para el PP en cuarenta años, alcanzar la presidencia de la Junta con el voto favorable de Ciudadanos y Vox.
Pero para hablar de la posición de debilidad del bloque de izquierdas en la actualidad, hay que echar la vista atrás. Desde 1982, cuando se celebraron las primeras elecciones autonómicas en Andalucía, la izquierda ha dominado el escenario electoral con mucha claridad. Tanto es así que, en los años 80, la ventaja de la izquierda sobre la derecha se encontraba por encima de los treinta puntos porcentuales.
Con el tiempo, esa diferencia se ha ido estrechando. Durante la etapa de José Luís Rodríguez Zapatero al frente de la Moncloa, entre 2004 y 2011, el PSOE andaluz pierde 11 puntos, de los cuales el 70% se produce durante la segunda legislatura del expresidente. Unos meses más tarde, en los comicios de mayo de 2012, ya con Mariano Rajoy como presidente y con la pulsión del 15M en las calles, el PP supera al PSOE en votos en Andalucía, aunque la derecha no suma la mayoría requerida para gobernar.
Según el barómetro preelectoral del CIS de las elecciones autonómicas de Andalucía de ese mismo año, el PSOE de José Antonio Griñán consigue mantener a 6 de cada 10 votantes de 2008, una cifra que contrasta con el 80% de fidelidad que habían tenido los socialistas en las dos citas electorales previas.
Con la llegada de Podemos en 2015, se acrecientan las fugas de votantes de los socialistas –solo consiguen mantener a 1 de cada 2 votantes—, aunque buena parte de ellos permanecen dentro del bloque de la izquierda. Esta dinámica se prolonga en el tiempo, y, tres años después y por primera vez en los últimos cuarenta años, la derecha supera a la izquierda en 5 puntos porcentuales. Esta caída se debe, principalmente, a la baja participación de los exvotantes socialistas en aquellos comicios, sobre todo en zonas rurales y municipios pequeños, bastiones socialistas, según apunta un estudio realizado por José Mª Ramírez Dueñas, investigador postdoctoral en la Universidad Complutense de Madrid.
Hoy, las encuestas apuntan a que esa diferencia podría triplicarse, aupando a la derecha a una ventaja neta (sobre la izquierda) de 15 puntos (55% vs. 40%).
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Más allá del lío administrativo en el que ha sucumbido parte de la izquierda después de registrar fuera de plazo la candidatura conjunta –entre IU, Más País y Podemos— y la posible desafección que eso puede acarrear en su potencial electorado, el sistema electoral puede terminar pasándoles factura por dos vías:
1) Los partidos pequeños en las provincias poco pobladas tendrían que superar el umbral efectivo del 7% (el umbral mínimo establecido por ley es del 3%) para conseguir representación en el parlamento. Con toda la campaña aun por delante, los sondeos apuntan que, Por Andalucía, que ronda el 9/10% de voto en la comunidad, podría estar cerca del umbral efectivo en provincias como Huelva o Jaén, con un riesgo alto de no obtener ningún escaño por estas circunscripciones. Por otro lado, Adelante Andalucía, que está cerca del 4/5% de los votos en este momento, no parece que pueda ser competitiva más allá de las provincias más pobladas, lo que merma la capacidad de sumar escaños a las formaciones de izquierda más allá del PSOE. De hecho, los partidos que, históricamente, han superado el umbral mínimo y se quedan por debajo del 10% de los votos, han conseguido la mitad de los escaños que les correspondería en un sistema electoral 100% proporcional.
2) Según el promedio de encuestas, el Partido Socialista no superaría el 25% de los votos (entre 23 y 30%). En términos históricos, los partidos que han rondado estos resultados —contando con el margen de error— han conseguido el 28% de los escaños. Es decir, el sistema electoral les beneficia con una sobrerrepresentación de, aproximadamente, dos puntos porcentuales; una cifra inferior a la media histórica del PSOE, que había sido de cinco puntos.