Un dos sobre diez. Esta es la nota que tiene la monarquía entre los catalanes. Y, de esta manera, es la institución en la que menos confían en esta autonomía, donde los ciudadanos sitúan en los puestos más altos a los ayuntamientos, la Unión Europea y el Parlament. Ni el llamado efecto Leonor ni la situación de normalización política en Cataluña han ayudado para que la Casa Real levante cabeza en una comunidad donde sigue muy presente el recuerdo del discurso de Felipe VI el 3 de octubre de 2017.
Esta valoración consta en el último barómetro del Centre d’Estudis d’Opinió de la Generalitat, uno de los pocos organismos públicos que pregunta a los ciudadanos su percepción sobre la realeza (el CIS lleva sin hacer cuestiones sobre esta institución desde abril de 2015). La encuesta deja claro que la mayoría de la sociedad catalana apuesta por el modelo republicano (72%) frente al monárquico (16%), en tanto que un 10% no sabe o no contesta y un 2% preferiría otro tipo de organización.
Los más republicanos son los votantes de la CUP (100%), de Esquerra (98%), de Junts (93%) y de los comunes (91%). Pero también es abrumadora la mayoría a favor de esa opción por parte de los que apoyan al PSC (70%). Empatan los republicanos y los monárquicos entre el electorado de Ciudadanos en Cataluña, y en Vox están también muy divididos aunque ganan los que defienden a la Casa Real (45% frente a un 41%). El electorado más proclive a la realeza es el del PP (con un 61% a favor y un 29% en contra).
Y es el votante del PP, además, el único que aprueba a la monarquía en Cataluña, con un 5,2 de nota media. Ni siquiera Cs (3,1) y Vox (3), que defienden a la institución en sus actos, le dan buena nota. La ultraderecha incluso le pone peor nota que el electorado del PSC, que le entrega un 3,2. Los que apoyan a la CUP sólo puntúan a la institución con un 0,2, en tanto que coinciden en un 0,8 los que respaldan a Esquerra, Junts y los comunes.
"Impacto negativo y transversal del discurso"
Ana Sofía Cardenal, profesora de Estudios de Derecho y Ciencia Política de la UOC, subraya que “la baja puntuación se explica por el discurso del rey del 3 de octubre de 2017, que tuvo un impacto muy negativo que aún dura en la valoración de los catalanes de la monarquía y del nuevo rey”. “Este efecto negativo fue bastante transversal, no sólo se localizó en los independentistas”, indica.
Ese discurso fue uno de los momentos más críticos del reinado de Felipe VI. Lo llevaba preparando días, según relata José Antonio Zarzalejos en su libro Un rey en la adversidad. El texto fue consultado con La Moncloa, que dio el visto bueno pero Mariano Rajoy expuso siempre sus reticencias con otros líderes políticos como Pedro Sánchez, que era el jefe de la oposición. El socialista le pidió que incluyera una referencia expresa al diálogo, algo que el monarca incluyó a medias con una llamada a la entrega a la conciliación y el entendimiento. El discurso tuvo una buena acogida en muchas partes de la sociedad fuera de Cataluña, pero no en la autonomía.
La Casa Real poco a poco ha ido intentando volver a estar presente en Cataluña volcándose en aspectos culturales y citas económicas, además de tratar un acercamiento de la princesa Leonor, que suele pronunciar parte de sus discursos en catalán y que es el hilo conductor de los premios Princesa de Girona. A pesar de que ya no hay concentraciones cuando los miembros de la realeza van a Cataluña, su valoración no consigue salir de los números bajos (apenas han ganado tres décimas respecto al 1,7 que tenían en otoño de 2017).
En el barómetro del CEO se recoge también que los hombres son más proclives en estos momentos a una república (casi cuatro puntos por encima de las mujeres), pero eso no significa que ellas estén más a favor de la monarquía, sino que, en estos momentos, están más indecisas. Por tramos de edad, los más republicanos son los de la generación que va de entre los 25 a los 34 años, seguidos de las franjas que van desde esa edad hasta los 65 años. Precisamente, entre los mayores de 65 años y los más jóvenes (de 18 a 24 años) es donde hay más apoyo a la casa real en Cataluña, con un 17,8% y un 19,8% respectivamente.
"No ha sido un instrumento de diálogo"
Xavier Arbós, catedrático de Derecho Constitucional de la Universitat de Barcelona, señala: “El discurso del 3 de octubre rompió muchas esperanzas”. Según narra, a sectores fuera de Cataluña les gustaron mucho esas palabras, pero también muchas personas que no eran independentistas en Cataluña “arquearon la ceja”. A su juicio, mucha gente esperaba alguna llamada al diálogo e incluso de condena de los incidentes policiales en una situación “tan dramática”.
Fue un “error”, prosigue, que ese discurso de “firmeza y de defensa de la unidad de España” no estuviera acompañado de un “espíritu de integración”: “El tono era únicamente recriminatorio”. Para él, hubiera sido necesario que el rey se mostrara también como un “instrumento de diálogo para la sociedad”. “No puso en valor el papel que puede tener un monarca parlamentario”, indica, para comparar la sensación que tuvo mucha gente ese día con la que se vivió con la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut. “Había gente que quería ver al monarca como un elemento de recomposición del diálogo pero lo que se encontró fue una bronca monumental al independentismo y ningún mensaje conciliador”, resume.
Pero señala otra vertiente que tiene como consecuencia que los votantes de Vox en Cataluña no aprueben la monarquía: “También hay gente que esperaba que siguiera con ese tono y tuviera una actitud más proactiva y abierta contra la amnistía y las cesiones a los independentistas”. Pone como ejemplo las manifestaciones en la calle de Ferraz, donde hubo insultos contra Felipe VI y pancartas que decían “La Constitución rompe la nación”. “Se sorprenden de que el rey no eche el freno, pero es que eso es no entender la monarquía”, añade el catedrático.
Y vuelve a la situación de la sociedad catalana tras el discurso del 3 de octubre: “A partir de ahí ya le puedes dar una princesa que habla muy bien catalán, pero se ha pasado la época de los versos de Maragall por parte de Juan Carlos I, que entonces podían tocar una emoción. Veníamos de la dictadura, pero ahora hay cosas que se dan por supuestas. La cuestión no es tanto la relación del rey con Cataluña, sino la propia funcionalidad de la monarquía. Estamos en un momento de polarización y de crisis institucional. En estas condiciones hay incluso una discusión entre constitucionalistas sobre cuál debe ser el papel del monarca: estar puramente callado o tener un buen gesto que contribuya al funcionamiento de las instituciones. Por ejemplo, deslizar de algún modo que está preocupado por la polarización o por la no renovación del Consejo General del Poder Judicial”.
“En el momento en el que se le viera como un factor de mejora, se podría abrir la puerta, por la vía de utilidad, para que parte de la sociedad catalana lo mire con interés o incluso con esperanza”, apostilla Arbós.
"Debe demostrar que la casa real ayuda a Cataluña para que esté cómoda en España"
Óscar Álvarez, presidente de la Asociación de Comunicación Política (ACOP), se adentra en la escasa valoración en Cataluña de la institución. Y habla de un conjunto de factores, empezando por los históricos: “Ya en el siglo XVIII Cataluña luchó contra los Borbones y en 1934 se proclamó Estado dentro de la República, es decir, el recelo viene de lejos y se ha pasado de generación a generación”.
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“En segundo lugar, en una sociedad con una cultura independentista tan fuerte, que el representante del Estado español (que se supone que debe guardar neutralidad política), avalara públicamente y con dureza la aplicación del artículo 155 en Cataluña es notorio que no goza de la simpatía mayoritaria”, añade, para enlazar el “factor político”: “El 72% se muestra favorable a la república como forma de gobierno. Incluso los votantes de partidos de derechas valoran con escaso entusiasmo la monarquía”, desgrana.
¿Y puede crecer en valoración o está todo perdido? Álvarez responde: “Las monarquías no lo tienen fácil en la sociedad actual. Deben luchar contra la creencia de que son una institución anacrónica y demostrar que son útiles. En Cataluña, además, tiene que levantar otro muro importante, deben convencer que no son el enemigo de nadie”, contesta Álvarez, para indicar: “Hay mucho margen de mejora en cuanto a valoración social y, sin duda, su estrategia de comunicación deberá esforzarse en demostrar que la institución es clave para ayudar a que Cataluña se encuentre más cómoda en España”.
A lo que añade: “La estrategia de comunicación debe ser de lluvia fina, debe ser de presencia constante y amable. No obstante, no se nota el efecto Leonor porque la percepción negativa es mayor contra la institución que contra sus representantes. Puede ser que la princesa de Asturias, o incluso Felipe VI, mejoren su imagen en Cataluña, pero no deben centrarse única y exclusivamente en mejorar su Imagen personal. Para cambiar la percepción social, su estrategia debería añadir a la institución. Como decía antes, la sociedad debe comprender para qué sirve la monarquía en el 2024”.
Un dos sobre diez. Esta es la nota que tiene la monarquía entre los catalanes. Y, de esta manera, es la institución en la que menos confían en esta autonomía, donde los ciudadanos sitúan en los puestos más altos a los ayuntamientos, la Unión Europea y el Parlament. Ni el llamado efecto Leonor ni la situación de normalización política en Cataluña han ayudado para que la Casa Real levante cabeza en una comunidad donde sigue muy presente el recuerdo del discurso de Felipe VI el 3 de octubre de 2017.