Memoria histórica
Enrique Cayuela, el 'topo' que salvó su vida oculto a la vista de todos en el reloj de la estación de autobuses de Pamplona
Julio de 1936, Pamplona. Las tropas sublevadas recorren la avenida del Ejército para continuar por la de Conde Oliveto al caer la noche. En esta calle, el viejo reloj en lo alto de la estación de buses alinea sus agujas para marcar las doce. Desde la acera, ningún soldado parece reparar en él. Aunque si lo hicieran, jamás imaginarían lo que se oculta tras el tic-tac de la esfera: entre los engranajes, en un cubículo de un metro de ancho y de largo, un hombre se esconde para salvar la vida. Su nombre es Enrique Cayuela y ha sido secretario del Ayuntamiento de la ciudad navarra durante la Segunda República. Miembro de Izquierda Republicana, tras el golpe del general Emilio Mola en Navarra, se resguardará en el recoveco donde se alza el reloj cada noche, durante tres meses, hasta huir de Pamplona para llegar a Francia.
Su hermano Natalio, presidente del Club Atlético de Osasuna durante la década de 1920, no conseguirá esquivar a la muerte. Será fusilado en la matanza de Valcaldera junto al tercer hermano de la familia Cayuela y otros 50 hombres. La historia de Natalio, de Enrique, del escondite que le permitió huir de la represión franquista y del equipo de fútbol pamplonés tras el estallido de la Guerra Civil puede redescubrirse casi nueve decadas después gracias a Y el tiempo se detuvo: Natalio Cayuela, Osasuna y Justicia (Txalaparta), libro que vio la luz en septiembre de este año y cuya presentación se ha celebrado este miércoles en el Parlamento de Navarra, antiguo Palacio de Justicia de la época en la que vivieron sus protagonistas.
La historia de los topos, los republicanos que se ocultaron durante meses, a veces años, tras la sublevación del bando nacional, cuenta con cientos de testimonios de aquellos que vieron sus vidas limitadas a un escondite con tal de no enfrentarse a una muerte segura. Los huídos -así se les llamó una vez pudieron regresar, cuando fueron descubiertos o después de haberse entregado- permanecieron en el silencio del campo en establos, en fosas excavadas, en conejeras y todo tipo de habitáculos improvisados, incluso hasta ya entrada la década de los sesenta en muchos casos. Enrique Cayuela encontró aquel viejo reloj y esperó pacientemente a que llegara el momento para escapar. Pero no solo el lugar donde se resguardó hace del relato algo fascinante. Las personas que le ayudaron, los numerosos viajes que hizo en busca de la libertad o la historia de su hermano Natalio, muestran la realidad de los que fueron represaliados.
La supervivencia constante
El ingenio de Cayuela le llevó a considerar el hueco donde estaba instalado el reloj como un refugio y la perseverancia le permitió salir de Pamplona con vida. A todo lo anterior se suma la colaboración de las personas que vivían en el edificio donde residía con su familia. Todos los vecinos eran afectos al nuevo régimen pero sorprendentemente, lejos de desvelar el paradero de Enrique, utilizaron sus influencias para ayudarle: el contacto que tenían con las nuevas autoridades les permitía saber si había alguna orden para arrestarle e ir a por él. Una vez recibía la alerta, Enrique subía al piso de su edificio que daba al hueco del reloj y se ocultaba tras la trampilla que había construido. La sirvienta de la casa era la encargada de abrir la puerta del domicilio de Cayuela a los falangistas que, tras preguntar por el señor y no encontrar respuesta, se marchaban. En aquel recoveco, minúsculo para un hombre, se escondieron cada día dos personas: Enrique no estuvo solo, su compañero Ramón Díaz-Delgado, propietario de la casa que conectaba con el reloj, se resguardaba junto a él cada vez que venían a buscarles. Ellos dos eran los únicos vecinos del bloque en peligro. Díaz-Delgado fue miembro de Acción Republicana y más tarde de Izquierda Republicana.
Tres meses después llegó el momento de dejar Pamplona. Cayuela viajó primero a Francia, de la que se marcharía para regresar a nuestro país, con València como destino y con la misión de ayudar al bando republicano, ejerciendo como juez. Cuando los sublevados ganaron la guerra regresó a Francia para viajar a Chile. En 1973 Pinochet perpetró su golpe de estado, obligándole a escapar junto a su familia a Argentina. La paz le duró poco. Tres años más tarde, el general Videla y otros militares tomaron el país a través de las armas e instauraron la dictadura. Finalmente volvió a Chile para pasar allí el resto de sus días. Cuenta la familia de Cayuela que se trataba de un hombre con una historia de película. En uno de los viajes para escapar se encontró con un río. Al no poder sacar la cabeza fuera del agua por miedo a ser descubierto, logróbucear con la ayuda de una pajita.
Natalio Cayuela y el fútbol como asignatura pendiente
Quizás lo más llamativo del relato de los Cayuela sea el lugar donde Enrique dio a parar con tal de no perder la vida. Pero lo cierto es que su hermano, Natalio, guarda consigo una historia de una persecución de la que pocas veces se habla: los crímenes del franquismo en el mundo del fútbol.
Mikel Huarte, uno de los escritores de Y el tiempo se detuvo, siguió la pista de la memoria del Osasuna y encontró entre sus protagonistas al presidente del club en la década de 1920, Natalio Cayuela. El libro en el que participa es para él "una pequeña aportación a la Ley de Memoria Democrática desde el Osasuna". Sabe que la historia que conocemos es la versión de los que ganaron la guerra. Las muertes registradas, en numerosas ocasiones, solo atienden a las bajas del bando nacional. La realidad es otra: en la junta de octubre de 1935 del equipo pamplonés hubo tres asesinados sin un juicio previo. Un hombre más murió en la cárcel. Dos fundadores del club también perdieron la vida junto a un vicepresidente, un portero de fútbol y un jugador que falleció en un bombardeo. Huarte, con todo lo anterior, advierte: "Si todo esto sucedió en el Osasuna, imagina en otros equipos. Se hablaba de cuatro muertes del bando nacional porque eran los que contaban con fichas. Habría posibilidad de hacer esto en muchos clubs, si se hiciera un libro sobre los represados del Madrid o el Barcelona saldrían más casos. Se trata de tirar, tirar, las muertes están ahí".
Natalio Cayuela fue liberado de la cárcel de Pamplona el 23 de agosto de 1936. Después de ser trasladado hasta Cadreita, los falangistas le hicieron salir del camión en el que lo transportaban para fusilarlo. De los 53 hombres a los que dispararon, solo uno consiguió salvar la vida. El único superviviente, Honorio Arteta, pudo contar la historia de lo que más tarde se llamó la matanza de Valcaldera. La muerte de Natalio es una más. Pero hay algo en su asesinato que nos acerca a la crueldad del franquismo. Cayuela no solo fue el presidente del Osasuna durante una década. Conocía personalmente a Modesto Font, quien antes del estallido de la guerra ejercía como secretario del gobernador civil. Cuando Emilio Mola perpetró el golpe en Pamplona ascendió a Font como gobernador, en julio de 1936. Font compartió momentos con Natalio, la familia Cayuela conserva fotos en las que se puede ver a los dos en el campo de fútbol de San Juan del Osasuna. Tras la toma de los golpistas, y asumiendo la tarea de nuevo gobernador, Font fue el encargado de firmar la "liberación" de 53 presos para asesinarlos, acabando con la vida de Natalio.
La familia Cayuela en el campo de San Juan de Osasuna junto a Modesto Font, quien acabaría siendo Gobernador bajo la ordenanza del general Mola, 1935. | Luis Cayuela
Un testimonio que no puede quedarse en la aldea
Con la colaboración de Mikel Huarte, Eduardo Martínez Lacabe como autor y Kirmen Uribe Urbieta junto a Jose Antonio Martín Pallín como prologuistas, Y el tiempo se detuvo: Natalio Cayuela, Osasuna y Justicia es el resultado de una búsqueda no solo a través de lo histórico, sino también de lo humano.
Para sacar adelante la publicación investigaron el padrón de Pamplona, contactaron con los descendientes de los protagonistas y se trasladaron hasta el reloj para comprender lo relatado en primera persona. Huarte recuerda el momento en el que la familia de los Cayuela –nietos y bisnietos después de tanto tiempo– entró en el recoveco que le salvó la vida a Enrique, "llorando y abrazándose al descubrir el lugar". Hablaron también con la hija de aquella sirvienta que, valiente día tras día, se enfrentó siempre a la misma pregunta, arriesgándose a dar siempre la misma respuesta: "El señor está de viaje". Con todo, los autores insisten en que la historia "no puede quedarse en la aldea, debe salir de Pamplona".
La presentación del libro ha contado con las organizaciones a las que pertenecieron en vida los hermanos Cayuela como la Cruz Roja o La Casa de la Misericordia de Pamplona. Han acudido además el presidente del Club Atlético Osasuna, Luis Sabalza, junto a miembros de la familia de los protagonistas, el presidente de la Cámara foral Unai Hualde, la consejera de Relaciones Ciudadanas Ana Ollo y miembros de distintos grupos del Parlamento foral. En un principio, la localización del reloj no debería haberse revelado hasta el momento de la celebración. Pero tras la visita de los familiares, la emoción fue tan grande que resultó imposible mantener el secreto.