"Entraba fuel por todos lados": así recogió la gente del mar el chapapote que las autoridades se negaban a ver

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Ana G. Liste (Praza.gal)

″Había unas montañas de mar tremendas y nosotros en el cascarón de una nuez″. El miedo a tener que cambiar de vida movilizó a toda la gente del mar nada más ver salir las primeras manchas negras de fuel del Prestige, que se deslizaban por la superficie del mar y se agarraba a las rocas y a la pintura de sus embarcaciones. El chapapote era espeso, denso, como la masa de un bizcocho antes de entrar al horno y que se pegaba a todo. A los pocos días, las manchas eran tan grandes, y con un temporal que no cesaba, el peligro de encallar navegando era grande. No obstante, en Arousa se movilizaron cientos de embarcaciones para impedir la entrada de fuel a la ría. Más arriba, en la Costa da Morte, vieron con impotencia cómo la marea negra teñía la costa porque era imposible salir a parar aquello con ese mar de fondo.

″Empezamos recogiendo esos cachos con las manos″, subraya el bateeiro Nito Dios. ″No sabíamos cómo recoger eso. Cogimos las palas, las horquillas, luego las horquillas con redes, las palas del mejillón que se fueron transformando. Aquí los herreros y albañiles dejaron de trabajar y ayudaron a mejorar las herramientas que teníamos para recoger el fuel. En la ría de Arousa, esos días todo el mundo dejó de trabajar, es decir, no se trabajaba más que para la causa. Los panaderos hacían pan para llevar al muelle y para que nosotros lo lleváramos al mar. Empezaron a llegar contenedores de basura de los grandes de todas partes, había gente en tierra que les quitaba las ruedas y los llevaban a los barcos más grandes. Viendo cómo funcionó, uno se sorprende de que hubiera tanta organización”, describe ahora Dios.

Han pasado veinte años, pero la memoria no perdona. Nito Dios estuvo saliendo en su lancha en busca de chapapote mucho más allá de ese primer momento, y recuerda seguir encontrando galletas de fuel en febrero y marzo del año siguiente. La sucesión de hechos de aquellos primeros días, viendo una realidad por la ventana y otra en las pantallas de televisión, le quedó grabada. ″Maneiro [patrón mayor de A Pobra do Caramiñal en ese momento] me llamó diciendo que con su lancha ya encontrara fuel a la altura de Sagres, en las afueras de Aguiño. Al día siguiente, el patrón mayor de Arousa, Ventura, y yo decidimos salir al mar para observar. Éramos cuatro en el barco y fuimos un poco a la expectativa, pero ahí ya vimos lo que después se confirmó, que estaba entrando fuel por todos lados”, recuerda.

Aún faltaba días para que el barco se hundiese y aún no había comenzando ese paseo al que las autoridades obligaron al petrolero antes de se partiera en dos. Con el Prestige a flote, la autoorganización funcionó en Arousa. Un pueblo comprometido con su mar. Así lo recuerda Nito Dios, que cuenta cómo se organizaron las lanchas, las planeadoras y las embarcaciones pequeñas para salir al mar e impedir que el chapapote entrase en su ría. ″El segundo día que salimos, el fuel ya estaba en la boca de la ría. En Sálvora. En Aguiño. Ya estaba dentro. Y, como pueblo pequeño acostumbrado a otras historias, nos organizamos. Seguían diciendo que no había fuel pero que había un barco alemán grandísimo recogiéndolo en el carreiro de Sagres. Si el petróleo entraba aquí, en la ría más rica, la destrucción sería terrorífica”, cuenta.

Aquel noviembre, el tiempo fue muy malo, tanto en tierra como en el mar, pero Nito Dios señala que la abundante lluvia jugó a su favor. ″Cuando hay mucha agua dulce, normalmente, y sin el fuel, sale dos o tres metros por encima del agua salada. Es un efecto que aquí llamamos xurro, que la marea puede ir para un lado, pero la parte de arriba, que tiene menos sal, va a otro ritmo. Fue esa agua la que fue parando el fuel en la boca de la ría de Arousa. Es como si hubiera ahí una mampara de cristal y cuando salíamos al romper el día nos encontramos en esa línea con fuel", explica.

Pronto se dieron cuenta de que las manchas de chapapote podían engañar en la superficie, las que aparentemente eran más pequeñas podían tener varios metros de profundidad. Navegar con embarcaciones tan pequeñas, con el temporal que había y tan cerca de esos bloques concentrados de fuel solo era posible cuando se conoce muy bien el entorno. ″A estas alturas es muy difícil entender cómo fuimos capaces de quitarlo todo. Los barcos que salían de Cabo de Cruz, de A Pobra, de O Grove o de Vilagarcía iban reconociendo el mar para que no se nos colase ninguna mancha. Alguna entró en la ría, pero puntualmente y pequeña”, reconoce el bateeiro.

El olor era más que intenso. Entre el mar picado y el chapapote, muchos marineros, incluidos los veteranos, se mareaban y vomitaban por la borda. Pero siguieron trabajando. ″Los primeros días salimos muy temprano, algunos subieron a los barcos más grandes, pero mucha gente se mareaba, sobre todo en las planeadoras″, recuerda Nito Dios, quien también guarda en la memoria cómo no les llegó ni un solo traje de protección, ni una sola mascarilla, ni siquiera un par de botas, ni guantes ni gafas. Usaron la ropa de trabajo de agua que ya tenían.

Sin protección 

″Y nadie nos dio una sola recomendación de cómo actuar con el fuel. Nadie. Desde el momento en que niegas que hay fuel... Lo peor no es que mintieran, se puede meter la pata al principio y después ver que es necesario actuar. Era necesario que la Administración echase una mano y no lo hizo, eso lo sabemos todos. Los primeros días, la gente no tenía para comer en el mar, se pasaba hambre, hasta que nos organizamos y comenzaron a llegar bocadillos. Lo mismo que con la gasolina, los botes se quedaron sin combustible y tuvimos que buscarlo e ir con otro bote para llevarlo. Además, hubo muchas averías en los motores porque se atascaban con el fuel".

Nito Dios todavía se sorprende de que no hubiese accidentes graves aquellos días. ″Nos tiramos desesperados al mar", asegura. ″Cuando el barco se hundió ya no había grandes manchas en la desembocadura de la ría de Arousa, se veía algo pero las grandes manchas se movieron hacia arriba, hacia Fisterra y más allá, y eran tremendas″, apunta. Era 19 de noviembre de 2002 y habían pasado seis días desde que el petrolero monocasco griego con bandera panameña avisara de que estaba en apuros por un golpe de mar frente a la costa gallega.

Con el chapapote encima

El armador Javier Sar era el patrón mayor de Muxía cuando en la madrugada del 14 de noviembre el olor a chapapote llegó hasta la Costa da Morte. Conocían el aviso que envió el Prestige el día anterior, pero la alerta fue mayúscula al ver cosas que no eran normales en el radar de superficie. ″En 10 o 12 horas teníamos el chapapote encima. No sabíamos bien lo que estaba pasando, pero lo que iba a pasar ya lo sabíamos al amanecer cuando vimos una cantidad impresionante de chapapote en la superficie del mar. Era todo una situación de impotencia", asevera.

En la Costa da Morte, antes de que hubiera voluntarios, no pudieron recoger nada del chapapote. Javier Sar confirma la impotencia de la gente del mar, que tuvo que quedarse en tierra debido al mal tiempo mientras la marea negra cubría todo a su paso. ″En la primera marea negra, no nos dio tiempo absolutamente a nada. Los días 15 y 16 ya estaba todo negro, no había nada que hacer. Después pudieron salir algunos barcos, pero antes ya habían llegado los primeros voluntarios. En las cofradías nos dimos cuenta rápidamente que no había muchas decisiones que nosotros pudiéramos tomar, por lo que también nos centramos en atender lo mejor posible a toda la gente que desinteresadamente vino a ayudarnos a sacar el chapapote. Teníamos las reuniones en la lonja, hicimos equipo con Protección Civil y habilitamos el polideportivo para que durmiesen allí. Las mujeres de los marineros organizaron una cocina de campaña y la cofradía sirvió de comedor", recuerda.

Hubo días en que los voluntarios retiraron más de diez toneladas de fuel en la zona de Muxía, todas las manos eran necesarias. ″Aquí se vio una solidaridad como nunca antes. Las únicas personas a las que les tenemos que agradecer algo son a las que vinieron como voluntarias. No sé si aprendimos algo, pero era mejor que hubiesen aprendido los políticos que son lo que nos tienen que guiar, para que algo así no vuelva a pasar. A día de hoy, desconozco que haya un protocolo comunicado e informado a la gente del mar si nos volvemos a ver en una igual. Se hizo el puerto exterior de A Coruña, que se supone que es un puerto de abrigo, pero seguimos sin saber, al menos que yo sepa, la mejor forma de actuar en un caso como este", crítica Javier Sar.

Consecuencias en el mar

En los días previos al aniversario del desastre del Prestige, el mar estuvo bravo en Galicia. El marinero Manolo Maneiro dice que los recuerdos de lo que sucedió son mayores en estas fechas, aunque en estos días siempre se te mete algo en el cuerpo. ″Aunque no lo quieras, está ahí, en tu cabeza. En el fondo, tienes sentimientos encontrados: rabia por lo sucedido pero alegría por la solidaridad y el compañerismo. Aunque la podredumbre trajo cola, la marea negra obviamente tuvo un impacto, a pesar de que no se estudie, y los que nos echamos a la mar sabemos perfectamente que es así. Esta marea negra fue espectacularmente mala, pero la superamos porque toda la sociedad fue capaz de sacar la mierda antes de que causara más daño. Si llega a quedarse más tiempo en el mar, no sé si hubiera habido forma de sacarlo", afirma.

Manolo Maneiro era en ese momento el patrón mayor de A Pobra do Caramiñal y fue uno de los primeros en encontrar chapapote en el mar. ″Cogimos una embarcación pequeña y salimos para fuera, nos dirigimos hacia Sálvora por una zona que se llama Pegar y encontramos todo el pastel. Llamamos a tierra y comenzamos a recoger el chapapote con los ganapanes que teníamos en el barco. Pensamos que encontraríamos algunas galletas, pero rápidamente chocamos contra una chota y nos quedamos tontos. Guardo muy mal recuerdo de todo eso, vimos lo peor que se puede ver de la humanidad porque se negó la evidencia mientras se aplicaban criterios que solo buscaban el beneficio económico para cuatro. Después tuvieron que mover el barco porque se equivocaron con el cuento y dijeron eso de mandarlo al 'quinto pino'. Aquí vimos cómo se tomaban decisiones que eran lo contrario a lo que te cuentan en todos los cursos y manuales que hay. Un despropósito tras otro... y hasta ahora", lamenta.

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Para este marinero, el impacto en el mar es evidente. Defiende que ″la caída productiva está ahí, aunque las autoridades no lo reconozcan″ y que la catástrofe para el mar va más allá del propio Prestige, porque para limpiarlo también se usaron sustancias contaminantes que dejaron rastro, como pasó con personas implicadas en limpias la costa. ″Piensa en lo que afecta correr al lado de una carretera donde no dejan de pasar coches y compáralo con tener la cara en el chapapote día tras día. Y piensa en que teníamos que limpiarnos con gasolina para sacárnoslo de la espalda, al principio se lavaban los neoprenos con una escoba mojada en un capacho con gasolina y disolventes ya que era la única forma de quitar la mierda. Después llegaron otro tipo de productos y jabones, pero durante muchos días eso fue lo que hubo”, destaca. 

Seis generaciones de la familia de Manolo Maneiro se hicieron a la mar antes que él, que vivió la mayor movilización ciudadana de la historia reciente de Galicia y, a pesar de todo lo malo que pasó, hoy anima a su hijo a seguir con la tradición. "Todo esto debe quedar impreso en la educación de nuestros hijos, que se vea que el pueblo gallego es solidario, que se vea que la gente se puede organizar y lograr cosas”, defiende.

Aquí puedes leer el texto original en gallego.

″Había unas montañas de mar tremendas y nosotros en el cascarón de una nuez″. El miedo a tener que cambiar de vida movilizó a toda la gente del mar nada más ver salir las primeras manchas negras de fuel del Prestige, que se deslizaban por la superficie del mar y se agarraba a las rocas y a la pintura de sus embarcaciones. El chapapote era espeso, denso, como la masa de un bizcocho antes de entrar al horno y que se pegaba a todo. A los pocos días, las manchas eran tan grandes, y con un temporal que no cesaba, el peligro de encallar navegando era grande. No obstante, en Arousa se movilizaron cientos de embarcaciones para impedir la entrada de fuel a la ría. Más arriba, en la Costa da Morte, vieron con impotencia cómo la marea negra teñía la costa porque era imposible salir a parar aquello con ese mar de fondo.

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