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Terremoto en el PP

La estrategia de Casado sin Casado: el PP acusa a Sánchez de usar Ucrania como “coartada”

La coordinadora general del PP, Cuca Gamarra, este miércoles en el Congreso. A su lado, el escaño vacío de Pablo Casado.

El tono fue más reposado que el de costumbre, pero no el fondo. El estreno de Cuca Gamarra como antagonista del presidente Pedro Sánchez en la sesión de control del Congreso no incluyó esta vez referencias a ETA ni a la ilegitimidad del Gobierno. Pero sí una petición expresa para que eche del Ejecutivo a los ministros de Unidas Podemos, en la misma línea que había venido defendiendo Pablo Casado desde el inicio de la legislatura, y una acusación de grueso calibre, la de que está tratando de utilizar la guerra para ocultar su responsabilidad en la situación económica, que pareció molestar especialmente a Sánchez.

En el PP no saben muy bien cómo gestionar la figura de Casado durante estas semanas de transición. El presidente del partido no aclara su futuro y sigue formalmente en primera línea. Así que Gamarra no tuvo más remedio que asumir su primer cara a cara con Sánchez desde su escaño de número dos del grupo y en presencia elocuente del escaño vacío de quien hasta hace dos semanas era su líder.

La estrategia del PP en este primer pleno de control sin Casado en su asiento quedó clara desde el primer momento: acusar al presidente de ocultar su supuesta mala gestión económica detrás de la pandemia de la covid-19, primero, y tras la invasión rusa de Ucrania, después. Un enfoque en el que coincidió también el portavoz de Vox, Iván Espinosa de los Monteros, empeñado, gráfico en mano, en tratar de demostrar que este es el peor gobierno desde la Guerra Civil, incluyendo todos los de la dictadura franquista.

“Ya le conocemos, usted es el presidente de las mil coartadas. Primero utilizó la pandemia y hoy vemos que está dispuesto a utilizar la guerra”, remarcó Gamarra al jefe del Ejecutivo”. Según la coordinadora general del PP, la elevadísima inflación, el alza de los precios de los combustibles, del gas y de la luz no son consecuencia de la invasión rusa de Ucrania ni de la tensión política y económica de los meses precedentes sino de “los errores” de este gobierno, “el peor posible en el peor momento”, remató.

El respaldo al Ejecutivo a la hora de afrontar la invasión de común acuerdo con la Unión Europea y con la OTAN, que la semana pasada llegó al extremo de respaldar, antes incluso de que se haya planteado, la posibilidad de enviar soldados españoles a la zona de conflicto, brilló esta vez por su ausencia. Gamarra y sus diputados prefirieron concentrarse en la denuncia de la supuesta complicidad de Unidas Podemos y de dos de sus ministras, Ione Belarra e Irene Montero, con el presidente ruso, Vladímir Putin, al que el parlamentario del PP Mario Garcés llegó a llamar presidente “comunista” en su pregunta a la vicepresidenta Yolanda Díaz. 

Los españoles “no merecen” que sigan como ministros los que apoyan a Putin y “desestabilizan a España”. Por su culpa, la credibilidad del presidente del Gobierno está “por los suelos”, subrayó Gamarra. Un discurso que siguió casi al pie de la letra el argumentario de Casado, incluidas sus propuestas de solución: “bajar impuestos” y hacer “política útil” en vez de “seguir obsesionado en recaudar”.

El todavía presidente del PP se limita estos días a acudir al Congreso a votar, igual que su ex número dos, Teodoro García Egea, pero mantiene parte de su agenda como máximo representante del primer partido de la oposición como si nada hubiera pasado.

En esa línea tiene previsto asistir este jueves a la cumbre del PP europeo que se celebra en París y que previsiblemente será su última oportunidad de conversar con los líderes de la derecha europea. Haber sido desahuciado de su puesto como jefe de filas del PP no le impedirá participar en la preparación de la reunión informal de jefes de Estado o de Gobierno de la Unión Europea.

No obstante, aunque las elecciones primarias y el congreso extraordinario para sustituirle todavía no han tenido lugar, Casado ya reconoce implícitamente el liderazgo del presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, con quien se mantiene en permanente comunicación.

Feijóo en campaña

Feijóo ya está en campaña. Y en el mismo acto de formalización de su candidatura, este miércoles en la sede de Génova 13, ha demostrado que todo va a ser un mero trámite. Los 50.000 avales con los que ha acompañado su presentación como aspirante representan aproximadamente un 75% de los militantes con derecho a voto en las primarias del partido. Semejante volumen de apoyo garantiza al todavía jefe del Gobierno de la Xunta salir elegido presidente del PP sin necesidad de esperar al congreso extraordinario de abril. El respaldo masivo convertirá la votación de compromisarios de Sevilla en un acto formal en el que materializar el sueño de Feijóo: hacerse por aclamación con las riendas del partido.

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En la rueda de prensa posterior a la presentación de su candidatura y antes de iniciar una gira que le llevará a visitar todas las Comunidades Autónomas, Feijóo actuó ya como presidente electo. Y como tal se atrevió a decir que el PP debe reclamar el derecho a presidir las Cortes de Castilla y León en la sesión constitutiva que tendrá lugar este jueves en Valladolid. Algo que, en el caso de que el PSOE llegue a un acuerdo con Unidas Podemos y otros grupos minoritarios, el PP no podrá conseguir sin un pacto previo con Vox, que reclama para sí ese puesto, el mismo que los conservadores cedieron a Ciudadanos en 2019.

No descartó expresamente la posibilidad de un gobierno de coalición PP-Vox, como exige la ultraderecha, pero sí se mostró genéricamente en contra de compartir el ejecutivo con otra fuerza política. “No creo en ese tipo de política de pactos”, afirmó, la que da lugar a coaliciones “y que no permite nombrar y cesar” discrecionalmente a miembros del gobierno. 

Por eso defiende gobiernos en solitario del partido más votado, en este caso el PP. Y pide al PSOE que facilite la investidura de Mañueco. Exactamente lo contrario que su partido hizo en 2018 y 2019 cuando, habiendo perdido las elecciones en Andalucía, Madrid, Murcia y Castilla y León, llegó a acuerdos con otros partidos para impedir que gobernase el PSOE.

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