Las farmacias, salvavidas frente al covid-19 y único asidero en la España más rural

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Son una de las arterias todos los días del año, pero su función es si cabe más vital durante el estado de alarma. Trabajan en zonas rurales y en ocasiones sus farmacias se yerguen como el único centro sanitario de los alrededores. Los farmacéuticos de zonas rurales han visto cómo sus labores se han vuelto imprescindibles, especialmente para la población más envejecida o para quienes no tienen fácil acceso a los hospitales.

De acuerdo a los datos más recientes del Consejero General de Colegios Oficiales de Farmacéuticos, 5.267 oficinas de farmacia están ubicadas en el medio rural, lo que constituye aproximadamente una de cada cuatro del total nacional. De todas ellas, 3.938 se encuentran instaladas en municipios rurales con menos de cinco mil habitantes y más de la mitad de estas echan raíces en territorios con menos de mil.

Vicente Jairo Álvarez es el único farmacéutico de O Bolo, un pequeño municipio perteneciente a Valdeorras, en Ourense. Los vecinos que lo pueblan apenas alcanzan los 900 y todos ellos acuden a la farmacia de Álvarez cuando necesitan medicamentos, pero también consejo. Descuelga el teléfono para atender a infoLibre cuando la botica le concede un momento de tregua. Al frente sólo está él, de manera que en ocasiones, especialmente ahora, el trabajo se acumula.

"Acabo las jornadas agotado, saliendo a las 22:00 o a las 23:00", reconoce al otro lado del teléfono. "Agotado como nunca estuve en mi vida y eso que la gente sigue siendo la misma, el almacén es el mismo, las facturas son más o menos las mismas", comenta el también vicepresidente del Colegio Oficial de Farmacéuticos de Ourense y vocal de la Sociedad Española de Farmacia Rural. "Eso no cambia, pero sí cambia el grado de estrés: esto nos está dejando agotados".

Los vecinos son los mismos, pero el nerviosismo lógico ha hecho mella en ellos también. "La gente está nerviosa y demanda mucha información", así que los farmacéuticos tratan de "tranquilizarles, aparte de cumplir con el trabajo habitual", que en añadido se ha adaptado a las circunstancias. Álvarez se encarga de llevar la medicación a los domicilios de quienes no pueden desplazarse. Especialmente de la gente mayor. Son ellos, los más mayores, quienes curiosamente expresan mayor tranquilidad. "Veo más nerviosismo en la gente joven", relata el farmacéutico, "la gente mayor es bastante razonable".

Raquel Casado es vocal de Farmacia Rural del Colegio Oficial de Farmacéuticos de Madrid. Su farmacia está en un pueblo de la sierra norte, Buitrago del Lozoya, con una población que no suma los dos mil habitantes. Alrededor, explica la farmacéutica, se levantan otras muchas poblaciones "muy pequeñitas y muy dispersas". No todas esas zonas, de apenas dos centenares de habitantes, cuentan con farmacia propia y otras tantas han tenido que cerrar sus puertas. Por eso Casado ha decidido coger su coche y diseñar una ruta para ir casa por casa. Con las secuelas que conlleva. "Llevo desde el 13 de marzo así, trabajando desde primera hora y cada vez me cuesta más seguir el ritmo, empiezo a notar muchísimo el cansancio", reconoce en conversación con este diario.

La farmacéutica echa el cierre de su centro alrededor de las 20:00 horas y es entonces cuando atiende a domicilio a aquellas personas que lo requieren. "Todos los días llevo medicinas a las personas que no pueden acercarse y hago también una asistencia farmacéutica domiciliaria", detalla a este medio. E insiste: su labor no consiste en repartir la medicación, sino en quedarse además con la gente. "Estoy con ellos, me preguntan lo que quieren, llevo la farmacia a las casas de las personas que tienen que estar en su domicilio".

Vocación de servicio

La farmacia de Álvarez funciona no sólo como centro de distribución de medicamentos y productos sanitarios, sino también como una suerte de espacio de asistencia sanitaria y social. "Al final atendemos las pequeñas consultas y dudas", explica el farmacéutico. "Estamos complementando más que nunca la Atención Primaria", a través de consejos y atención de sintomatologías menores.

En O Bolo han empezado a repartir mascarillas quirúrgicas de manera gratuita a los vecinos. "Para tranquilizarles un poco", detalla Álvarez. Reconoce que la estrecha relación con el equipo sanitario del centro de salud ha posibilitado la disposición del material de protección. Álvarez habla de las duras condiciones que impone el estado de alarma, pero también recalca que la suya es "una labor preciosa". En circunstancias duras, los farmacéuticos dicen darse cuenta de la ayuda que ofrecen. "Ser farmacéutico en un pueblo significa también ser una persona muy querida, la gente confía plenamente en nosotros". De ahí la labor social que también sacan adelante.

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Las voces consultadas admiten lo duro de las condiciones y recuerdan con resquemor las palabras del director del Centro de Coordinación de Emergencias y Alertas Sanitarias, Fernando Simón, cuando a finales de marzo descartaba suministrar material de protección a las farmacias, por no considerar a su personal grupo de riesgo. Poco a poco han ido afianzando las medidas dentro de sus farmacias, pero no ocultan sentirse decepcionados, en palabras de la farmacéutica madrileña. Las jornadas interminables comienzan a dejar secuelas y alimentan el estrés que padecen, pero Casado insiste en que ahora es el momento "de sumar e ir todos a una".

Rita de la Plaza se apresura a elogiar la labor de sus compañeros: "Para mí son auténticos héroes en primera línea de contención". Preside el Colegio Oficial de Farmacéuticos de Cantabria y en conversación con este diario coincide en que las farmacias en no pocas ocasiones constituyen el único centro sanitario que queda en el pueblo. En Cantabria, expresa De la Plaza, las farmacias han colaborado "desde el minuto uno con la Consejería de Sanidad para automatizar la receta electrónica o acercar los tratamientos de diagnóstico hospitalario, con la ayuda de la distribución farmacéutica, a pueblos que están a dos o tres horas" de los hospitales.

La presidenta de los farmacéuticos cántabros recalca igualmente que son ellos los que tienden a resolver buena parte de las dudas cotidianas, incluso telefónicamente. Al final se entreteje, en las boticas rurales, una suerte de "labor asistencial y labor social imprescindible", reforzada por los lazos con los vecinos. "Aunque ahora las farmacias no están para ir a sentarse y conversar, los farmacéuticos siguen siendo el referente", añade y recalca la "vocación de servicio excepcional" que atesoran y que se expresa, con mayor intensidad, durante los días de emergencia sanitaria.

Son una de las arterias todos los días del año, pero su función es si cabe más vital durante el estado de alarma. Trabajan en zonas rurales y en ocasiones sus farmacias se yerguen como el único centro sanitario de los alrededores. Los farmacéuticos de zonas rurales han visto cómo sus labores se han vuelto imprescindibles, especialmente para la población más envejecida o para quienes no tienen fácil acceso a los hospitales.

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