Corría el año 2012, Alberto Núñez Feijóo ya presidía la Xunta de Galicia y estaba en plena campaña electoral para afrontar sus segundas elecciones autonómicas. Desplazado a tierras americanas para pedir el voto a la numerosa colonia gallega en el exterior, el hoy presidente del Partido Popular no tuvo inconveniente salvar la distancia entre ciudades utilizando un jet privado puesto a su disposición por un millonario.
El avión, según la noticia publicada en su día el diario El País, era propiedad de José Benito López Carballedo, un empresario de origen gallego próximo al partido, poseedor de una firma líder en la fabricación de servicios de limpieza y de una gran explotación agrícola y ganadera, entre otros negocios. En su defensa, el propio Feijóo declaró: “No se utilizaron fondos públicos”.
Lo ocurrido entonces, que abrió un debate aún inconcluso sobre qué clase de favores debe aceptar o rechazar un cargo público y acerca de las diferentes maneras de burlar los límites de gasto de los partidos durante las campañas electorales, no merecía reproche alguno, en opinión de Feijóo. Todo lo contrario que el uso de medios públicos —como los aviones que el Ejército del Aire pone a disposición del Gobierno— para desplazarse como hace el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, también durante la campaña electoral.
Feijóo abre casi cada acto, desde que comenzó la campaña, hablando de este asunto y prometiendo que si llega a la Presidencia del Gobierno él nunca viajará “en Falcon” para acudir a un mitin del PP. Recurrir a este medio para desplazarse no es una innovación de Sánchez sino que ha sido una práctica habitual de sus antecesores, también en el caso de José María Aznar y Mariano Rajoy. El último presidente del PP lo hizo para acudir a mítines e incluso para presenciar partidos de fútbol, sin que conste condena alguna por parte de Feijóo.
Eso sin contar con que el uso de estos medios por parte del presidente del Gobierno ha contado siempre con el aval de los servicios de seguridad del Estado, cuyo trabajo —proteger al jefe del Ejecutivo— sería mucho más complicado si se utilizasen líneas regulares o vehículos privados para los desplazamientos .
Una flota al servicio del Gobierno y la Casa Real
En realidad no existe “un Falcon”, como le gusta decir a Feijóo, ni está al servicio exclusivo de Pedro Sánchez. Se trata de siete aeronaves que utilizan tanto el Gobierno como la Casa Real y que están integradas en el 45 Grupo de Fuerzas Aéreas, ubicado en la base aérea de Torrejón de Ardoz (Madrid). Son dos Airbus 310 y cinco Falcon 900B que hacen, en la actualidad, una media de 3.900 horas de vuelo anuales, según datos del. Ministerio de Defensa.
No es la primera vez que Feijóo basa una campaña electoral en comparar su supuesta frugalidad con la presunta afición al derroche de sus adversarios. Lo ensayó con éxito en las primeras elecciones que ganó en Galicia en 2009 criticando la decisión de la Xunta del socialista Emilio Pérez Touriño de sustituir los viejos y agotados Audi oficiales blindados de Manuel Fraga que se dejaron de usar con 221.403 y 157.305 kilómetros recorridos. El “Falcon” sustituye ahora al Audi, pero el mensaje es el mismo: el presidente vive lujosamente mientras los ciudadanos pasan dificultades.
En su afán por mostrarse como el campeón de la austeridad, el PP presumió esta semana de que su líder viaja en vuelos de bajo coste. Y este martes, en un acto de campaña junto al candidato a la Alcaldía de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, dio una vuelta de tuerca más a este mensaje al asegurar que, aunque le gustan mucho los coches, nunca ha podido comprarse un vehículo de alta gama porque no ha ganado lo suficiente después de 32 años ocupando cargos públicos, la mayoría en puestos ejecutivos. Y eso que en los últimos años ha multiplicado su patrimonio.
“Si a uno le interesa mucho el dinero, no le recomiendo que se dedique a esto”, aseguró en referencia al servicio público. “La política y el atesorar un patrimonio, no es posible”. Feijóo confesó que le gustan los coches y que cuando estaba en Galicia se preguntaba cómo era posible que directores de obras que él inauguraba como presidente de la Xunta tuviesen “un coche fantástico”. Y se hacía, a continuación, la siguiente reflexión: “Coño, con lo que gano, y soy el número uno, no me lo puedo comprar”.
La conclusión, explicó Feijóo, es que hay que poner bajo sospecha a cualquier funcionario o político cuyo dinero no proceda de su familia o de su pareja. “Lo debemos decir de manera clara: La política y el enriquecimiento son incompatibles”.
El patrimonio de Feijóo
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Feijóo sostiene que no puede adquirir un coche de alta gama a pesar de que, de acuerdo con la declaración patrimonial que él mismo depositó en el Senado el año pasado, además de dos viviendas (una en Madrid y otra en Vigo), un garaje en Vigo y una finca rústica cerca de Santiago de Compostela, posee casi un millón de euros entre cuentas corrientes, depósitos, acciones y fondos de pensiones.
Y de que, según el régimen de retribuciones del Senado, cobra de la Cámara Alta 72.952,6 euros al año. Son 5.210,9 euros mensuales de los que 2.037,07 se los embolsa en concepto de “indemnización” por “los gastos que le origine la actividad de la Cámara” al haber sido elegido fuera de Madrid a pesar de que ha fijado su residencia en la capital y no tiene que desplazarse desde Galicia. Son 28.518,98 euros al año “exentos de tributación” porque están destinados a “cubrir gastos”.
Entre tanto, el PP sigue sin explicar si Feijóo recibe algún sueldo, en dinero o en especie, como presidente del partido, igual que sus antecesores en el cargo, a pesar de que la Ley de Transparencia obliga a sus dirigentes a hacerlo.
Corría el año 2012, Alberto Núñez Feijóo ya presidía la Xunta de Galicia y estaba en plena campaña electoral para afrontar sus segundas elecciones autonómicas. Desplazado a tierras americanas para pedir el voto a la numerosa colonia gallega en el exterior, el hoy presidente del Partido Popular no tuvo inconveniente salvar la distancia entre ciudades utilizando un jet privado puesto a su disposición por un millonario.