Pedro Sánchez tuvo claro desde el primer minuto a qué había ido al Senado: un mensaje claro y directo para los ciudadanos con la idea de presentarse como el gran garante del Estado del Bienestar y una hoja de ruta para recuperar la calidad de los servicios públicos frente a unas derechas desplegando un “plan” para socavarlos con falsas excusas y con la apariencia de bajadas de impuestos.
El presidente y el líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, volvieron a medirse la fuerzas (por sexta vez) en la Cámara Alta este martes, en el primer gran duelo del potentísimo año electoral (autonómicas, municipales y generales). Con un líder conservador rehuyendo en todo momento la economía, lo que siempre se ha presupuesto como la punta de lanza del PP para acceder al Palacio de La Moncloa, y con una estrategia de desgaste de la idea del sanchismo.
Pero este maratoniano cara a cara dibujó el mapa del relato electoral. Sánchez desplegó un discurso muy al estilo del que pronunció hace unas semanas en el Foro de Davos, con el que quiere identificar su programa como la vía para la “prosperidad” de las clases medias y trabajadoras, como antaño. Una hoja de ruta de esencia socialdemócrata, en la que la política está destinada a las dependientas o a los reponedores que no ven crecer sus salarios al mismo ritmo que los bonus millonarios de los miembros de los consejos de administración.
Sánchez vende ya su plan si es reelegido
Porque la idea de Sánchez no se trata sólo de defender durante estos meses antes de las elecciones lo que ha hecho la coalición, sino de proyectar un plan de futuro, todo lo que se puede lograr, una España en la que se entierre esa década que pesa aún mucho de la crisis financiera. Con un modelo claro: la “reindustrialización” al estilo alemán, con mejores salarios y no siendo un país que se ofrezca como “mano de obra barata”.
Esa es la promesa que tiene Sánchez para España si conserva La Moncloa: redoblar los recursos para los servicios públicos. Pensando en esa clase media y trabajadora, anunció durante el debate la subida del salario mínimo interprofesional, con acuerdo con los sindicatos, en un 8%, lo que quedará en 1.080 euros mensuales.
Sánchez tenía una piedra en el camino en el debate: la reforma de la ley del solo sí es sí. La coalición está en pleno choque para encontrar una solución después de la determinación mostrada por el PSOE de cambiar la ley en el Congreso, quiera o no Irene Montero. Las dos partes intentan llegar a un acuerdo, con Moncloa insistiendo en una rápida solución basada en el plan de Justicia para endurecer las penas. Todo debe ser cuestión de días, emiten desde el entorno del presidente.
Este era el tema precisamente que tenía marcado Alberto Núñez Feijóo en rojo en sus papeles para hacer daño al presidente del Gobierno. El jefe del Ejecutivo reconoció los efectos indeseados de la norma y volvió a confirmar que se tocará. Pero no entró en el intento del PP de ofrecer sus votos y lamentó los “insultos e improperios” de la derecha. Defendió, asimismo, las políticas que han llevado en defensa de las mujeres desde la coalición.
La idea de Sánchez estaba estructurada en partes. En la primera intervención: defensa de la igualdad, modelo progresista, denuncia del intento de las derechas de privatizar todo lo público y pedagogía sobre la necesidad de pagar impuestos. Todo ello intentando desmontar los argumentos de la derecha de la ineficacia de un Estado sobredimensionado o culpando a la inmigración. Pero en las réplicas posteriores no tuvo piedad con el expresidente de la Xunta, al que intentó arrinconar en todo momento con su modelo de gestión: “Ejercer la oposición no significa oponerse a todo”, “viven pendientes de la ultraderecha y se mimetizan”, “con usted hemos perdido todos”.
Sánchez también se mostró muy duro contra el líder de los conservadores en temas en los que está dolido, como sus declaraciones sobre de que se trata de un Gobierno “mediocre”. Entonces tiró de ironía diciendo que habría que cambiar a Nadia Calviño por Rodrigo Rato, a Yolanda Díaz por Eduardo Zaplana y a Teresa Ribera por Jaume Matas.
Feijóo explota el 'sí es sí' y se pierde en la réplica
Alberto Núñez Feijóo llegó al Senado dispuesto a poner al presidente contra las cuerdas a cuenta de la ley del solo sí es sí y la rectificación que ha puesto en marcha el Gobierno. La campaña electoral ha comenzado, faltan apenas cuatro meses para que los ciudadanos voten en municipales y autonómicas, y el PP concedía gran importancia a este primer intercambio de golpes.
El guion, sin embargo, no salió del todo como Génova había previsto. El líder del PP no tuvo más remedio que improvisar una respuesta a la posición defendida por Sánchez en materia de política económica, atención social y pacto de rentas y acabó, en su segunda intervención, defendiéndose de los críticas a su gestión, primero como presidente de la Xunta y después como máximo responsable del Partido Popular.
Feijóo no consiguió llevar a Sánchez al debate sobre la ley del solo sí es sí y, en particular, a si el presidente sabía que la norma iba a rebajar las penas a agresores sexuales y condenados por violación, como deduce el PP de las palabras pronunciadas por la exvicepresidenta Carmen Calvo el lunes en la Cadena Ser. Su objetivo era proclamar que este es el Gobierno “pasará a la historia por quien dio un paso atrás en la lucha del feminismo en España”.
“¿Qué clase de feminismo justifica haber rebajado las penas a centenares de agresores sexuales a sabiendas?”, se preguntó. “No da marcha atrás por decencia, sólo lo hace por miedo. No le importa tanto el daño causado a las mujeres como las encuestas”, proclamó, con una norma es el resultado de la “insensibilidad” de Sánchez y de su “irrelevancia como presidente”.
Fuentes de Génova aseguran, con todo, que Sánchez se retrató al convertir su segunda intervención en un intento de examinar a Feijóo en vez de responder al desafío que plantea la ley del sólo sí es sí'
Las debilidades de Feijóo
Muy a la defensiva, Feijóo trató de presentar como un ataque al Estado autonómico las críticas del presidente a la política del PP de desmantelamiento del Estado de Bienestar y, en concreto, la política sanitaria y de atención social que desarrollan allí donde gobiernan. “Su discurso rezuma populismo, menos mal que España ya no le cree. Vengo aquí a defender el Estado autonómico. Un poco de respeto por el Estado autonómico de su país”, acertó a decir.
Obligado a responder al anuncio de la subida del salario mínimo, una decisión que da cumplimiento a uno de los compromisos adquiridos por el Ejecutivo al comienzo de la legislatura, reprochó a Sánchez que todavía no haya sido capaz de sacar adelante un pacto de rentas mediante un gran acuerdo entre sindicaros y empresarios.
Ver másSánchez ahonda en su discurso de Davos contra Feijóo: subida del SMI y garantía de servicios públicos
Muy duro en sus reproches a Sánchez, Feijóo intentó desmentir lo que llamó “los tres mitos del sanchismo”: su “inquebrantable respeto a palabra dada”, su “inusitada capacidad de gestión” y su “enorme prestigio internacional”. Nada de eso, sostuvo, es cierto.
Claramente molesto con los argumentos que el presidente utilizó contra él, Feijóo volvió a demostrar que las cifras no son lo suyo. Echó en cara a Sánchez hacer cesado a 40 ministros cuando en realidad son 16 y varios de ellos por decisión propia (Josep Borrell, Pablo Iglesias y Salvador Illa dimitieron para ser candidatos, Meritxell Batet para ser nombrada presidenta del Congreso y Manuel Castells por motivos de salud). Y contó hasta trece comunidades autónomas gobernadas por el PSOE, cuando en realidad son nueve. De sus nervios dio más pistas: en su última réplica titubeó a la hora de evocar algo tan personal como la rama familiar —paterna o materna— de su abuelo panadero.
En cambio, desde el círculo del presidente se dio por vencedor a Sánchez tras el cara a cara. "Ha ido muy bien", resumieron fuentes de La Moncloa, que subrayaron que el líder del PP "perdió los papeles": "El presidente se lo ha comido con patatas". En el Ejecutivo sostienen que les favorecen estos debates y se mostraron abiertos a seguir pidiendo comparecencias de este tipo.
Pedro Sánchez tuvo claro desde el primer minuto a qué había ido al Senado: un mensaje claro y directo para los ciudadanos con la idea de presentarse como el gran garante del Estado del Bienestar y una hoja de ruta para recuperar la calidad de los servicios públicos frente a unas derechas desplegando un “plan” para socavarlos con falsas excusas y con la apariencia de bajadas de impuestos.