Poco a poco, día a día, declaración a declaración, Alberto Núñez Feijóo va borrando la línea divisoria que hasta hace pocas semanas separaba al Partido Popular de Vox. El último charco lo cruzó este jueves cuando puso en duda que asesinar a los hijos de una mujer pueda ser considerado “violencia machista” y deba calificarse de “violencia intrafamiliar”, la expresión con la que la ultraderecha trata de negar la existencia de una violencia dirigida específicamente contra las mujeres por el hecho de serlo.
El presidente de la Xunta trató después de matizar sus declaraciones a través de Twitter, a la vista del incendio desatado y de que sus palabras contradicen no sólo la legislación española y los pactos que el PP ha suscrito contra la violencia de género sino incluso la ley que él mismo impulsó en 2021 en Galicia para reconocer la violencia vicaria como violencia machista.
“Cuando un padre mata a un hijo que está pegando a su madre o una madre comete un parricidio”, eso es violencia intrafamiliar, inrentó enmendarse a sí mismo. “Que nadie dude de que lucharemos contra todas las violencias y que no daremos ni un paso atrás en la lucha contra la violencia machista”.
Pero ya era tarde. Su primera versión ya había disculpado las declaraciones en las que el consejero de Salud y Familias de la Junta de Andalucía, Jesús Aguirre, aseguró preferir hablar de “violencia intrafamiliar” antes que de violencia de género.
Desde que confirmó su candidatura a la Presidencia del PP, que obtendrá formalmente dentro de dos semanas en Sevilla sin nadie que le dispute el puesto, Feijóo está borrando la línea divisoria entre su partido y Vox.
Primero avaló el pacto suscrito con la extrema derecha en Castilla y León por el barón local, Alfonso Fernández Mañueco, que por primera vez dará acceso a Vox a tareas ejecutivas en un gobierno.
Después, haciendo suyo el discurso trumpista de Isabel Díaz Ayuso que tanto gusta a los votantes ultras, cuando se confesó “impactado” por la “entereza y solvencia” de la presidenta madrileña y confesó estar deseando “volver a vivir en Madrid” porque es una ciudad que “ama la libertad”.
Y ahora asumiendo el léxico que utiliza Vox para negar la violencia contra las mujeres, en línea con el acuerdo suscrito en Castilla y León que, además de afirmar la existencia de “adoctrinamiento” en las escuelas de la comunidad, que el PP gobierna desde hace casi cuatro décadas, oficializa la decisión de este partido de dejar de distinguir cualquier especificidad en los asesinatos machistas.
La satisfacción de Vox
La distancia con Vox, decretada por el todavía presidente del PP, Pablo Casado, durante la moción de censura que Santiago Abascal presentó en 2020 contra el presidente Pedro Sánchez, ha desparecido. La formación ultra ya ni disimula su satisfacción con el cambio en el liderazgo del PP y la política de no agresión con la que Feijóo se está presentando ante sus militantes y con la que se dispone a dirigir Génova 13.
Abascal y los suyos, conscientes de que con el nuevo PP no habrá cordones sanitarios y se les abrirán las puertas a los gobiernos autonómicos y municipales e incluso la Moncloa si en 2023 sus escaños son decisivos para una investidura, extreman estos días el cuidado en las formas y evitan cuidadosamente las críticas que tan a menudo dirigían contra el PP mientras Casado era su líder.
El presidente de la Xunta suma ya diez días de mítines por toda España en los que, además de atizar el malestar de los ciudadanos contra el Gobierno por el alza de los precios, especialmente de la energía, que sigue desvinculando de la tensión internacional derivada de la política de Vladímir Putin, extiende cada vez más las contradicciones de su discurso y trata de presentarse como un líder que aspira a gobernar en solitario.
Este jueves en Oviedo, la descripción que hizo de cómo entiende él un gobierno, con la que intentaba desacreditar a Pedro Sánchez, sonó inevitablemente a enmienda a la totalidad a Mañueco. Porque Feijóo cree en “un gobierno sin cuotas, imposiciones ni vetos. Cuando un presidente no puede nombrar a sus ministros, cuando tiene que asumir a personas que no conoce, cuando tiene que aceptar imposiciones y vetos, no puede liderar el gobierno”, remarcó pasando por alto que será Vox quien decidirá a quién tendrá que nombrar Mañueco como vicepresidente de Castilla y León y para ocuparse de tres de sus consejerías. “Yo a mis conselleiros los nombro y los ceso yo”, proclamó enfáticamente entre aplausos de los asistentes.
En su diatriba diaria contra el Gobierno, Feijóo ridiculizó su apuesta —que es también la de Europa— por completar una transición energética que haga a España menos dependiente de energías contaminantes que además en su mayor parte dependen de materias primas que hay que importar de otros países. “La transición energética se ha convertido en uno de los fracasos más absolutos de este gobierno”.
La decisión del Ejecutivo de cerrar las centrales térmicas de carbón es lo que ha provocado la subida del recibo de la luz, aseguró aprovechando que estaba en Asturias y pasando por alto que es el gas el que está provocando, por culpa del mecanismo de fijación de precios del mercado energético, el alza de los precios de la factura.
El gobierno no toma decisiones, repitió como lleva haciendo estos días, antes de detallar algunas de las medidas que acaba de tomar el Gobierno de la Xunta para ayudar a las familias más vulnerables a la subida del IPC y tratar de paliar con anticipos y rebajas en el cobro de algunas tasas las consecuencias que la crisis derivada de la guerra de Putin está teniendo en sectores como la agricultura, la ganadería y la pesca.
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La visión de Feijóo es que durante la pandemia Sánchez “se escondió detrás de las Comunidades Autónomas y ahora lo hace detrás de la Unión Europea”. El Gobierno ha incumplido, según él, el acuerdo al que llegó con los presidentes autonómicos en la isla de La Palma para rebajar impuestos —algo que Feijóo reivindica como un compromiso que “le arrancó” personalmente a Sánchez— y advirtió, en referencia al apoyo que el Ejecutivo está buscando en el Congreso para poner en marcha su plan de medidas para paliar las consecuencias de la guerra: “No vamos a firmar papeles en blanco a nadie”.
Allí, en medio de la euforia con la que esta días le arropan los militantes y cargos del partido, el presidente de la Xunta escuchó la primera crítica, aunque apenas unos segundos porque inmediatamente fue acallada por gritos, pitos y abucheos. “La actitud que está teniendo viniendo aquí a dar este discurso es lo peor que podía hacer, después de todo lo que ha hecho Pablo Casado por este partido”, le reprochó un asistente al acto.
Feijóo ni siquiera respondió. Eso sí, a pesar de que dice ser un político serio que desprecia los tuits, una hora más tarde publicó uno diciendo lo siguiente:
Poco a poco, día a día, declaración a declaración, Alberto Núñez Feijóo va borrando la línea divisoria que hasta hace pocas semanas separaba al Partido Popular de Vox. El último charco lo cruzó este jueves cuando puso en duda que asesinar a los hijos de una mujer pueda ser considerado “violencia machista” y deba calificarse de “violencia intrafamiliar”, la expresión con la que la ultraderecha trata de negar la existencia de una violencia dirigida específicamente contra las mujeres por el hecho de serlo.