Javier de Andrés era su candidato, un perfil moderado elegido cuidadosamente por su equipo para relanzar el PP vasco y sacarlo del agujero en el que lleva años sumido. Pero no ha funcionado. Al menos no como Alberto Núñez Feijóo y su equipo esperaban. El séptimo escaño por Araba y el incremento de votos hasta alcanzar el 9,23%, han sabido a poco. Especialmente para los sectores más radicales del PP, en los que Isabel Díaz Ayuso es la referencia, y a los que no gustaba la estrategia desarrollada durante la campaña y mucho menos la decisión de no hacer de ETA el eje del discurso para demonizar a EH Bildu y, por extensión, al PSOE vasco.
Génova quería pescar en los caladeros tradicionales del PNV y del PSOE agitando la bandera del antisanchismo, pero no lo ha conseguido. Es verdad que el PNV ha retrocedido, pero sigue siendo la primera fuerza en número de votos. Y el PSE, incluso ha mejorado: suma dos escaños a los diez que ya tenía y refuerza su posición en la coalición que gobernará el País Vasco durante los próximos cuatro años. `
El escenario que había previsto el PP no ha llegado. El Parlamento de Vitoria no estará liderado por EH Bildu y no serán necesarios pactos para cerrar el paso al que sería primer lehendakari de la izquierda abertzale. Se ciega así, además, la oportunidad que Feijóo buscaba de hacerse imprescindible y utilizar esa posición para reconstruir puentes con el PNV pensando en sus propias necesidades futuras en el Congreso.
Un sueño que se desvanece
Porque el sueño del líder del PP sigue pasando por una mayoría en las generales lo suficientemente amplia como para no tener que apoyarse en Vox y poder así pactar con el PNV, además de con otros grupos territoriales, como UPN y Coalición Canaria. Un anhelo que parece no tener en cuenta que los jetzales han asegurado en numerosas ocasiones que no volverán a pactar con el PP mientras mantenga acuerdos con Vox, sea cual sea la institución que se vea afectada por ellos.
Los más centralistas, los dirigentes escorados a la derecha, nunca han mirado con buenos ojos los intentos de resituar al PP en el mapa político vasco abrazando, aunque sea superficialmente, la identidad vasca. Pero aceptaron la hoja de ruta trazada por Feijóo.
La marca gallega del partido ha sabido entender a la perfección esa receta que Feijóo quería trasladar a Euskadi y a Cataluña: más pragmatismo ideológico, menos confrontación formal y la vista puesta en identificar correctamente los intereses “de la mayoría”.
El modelo ideal, explicó Feijóo a los dirigentes vascos y catalanes del partido poco después del éxito cosechado en las elecciones andaluzas de 2022, “es el que permite llegar a la mayoría de los ciudadanos”, sentenció. El de la “política útil, la que conecta con la gente y resuelve sus problemas”. El mismo que él asegura haber utilizado con éxito en Galicia y que, desde luego, no parece haber funcionado en Euskadi este domingo.
El diagnóstico del líder del PP acerca de la trayectoria del partido en Euskadi y Cataluña es muy crítico, pero ahora se vuelve contra él. Estaba convencido de que no había conseguido ser una “herramienta democrática útil” capaz de “conectar” “abriendo” y “ensanchando” la formación. No había logrado “abrirse y ensancharse” atrayendo a “sensibilidades distintas” ni había logrado conectar con la gente: “Necesitamos más presencia en el territorio, porque si no estás en el territorio no estás en el debate electoral. Necesitamos más contacto con la gente porque es la gente la propietaria de la democracia”, les dijo en su día a los dirigentes del PP en ambas comunidades.
Cuando “no te votan” hay que “pensar que hay cosas que tú haces mal”. “Probablemente, no te has explicado bien y no has interpretado correctamente las necesidades de los ciudadanos en el momento concreto y exacto en el que hay que votar”. Aceptar los errores, subrayó, “es fundamental para poder rectificar. Si crees que sólo tú tienes la razón y que la culpa es de los demás, seguirás solo. Si nadie te sigue, tienes un problema”.
Eso es, exactamente, lo que acaba de pasar en ele País Vasco. Pero nadie en Génova parece dispuesto a asumirlo ni a hacer autocrítica. Al menos en público. El portavoz del partido, Borja Sémper, ha admitido que el resultado no ha sido suficiente y reconoce que, aunque han detenido la renuencia a la baja de los últimos 20 años, el PP aspiraba “a más, a mucho más”.
Estrategia
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Pero, sobre todo, ha defendido la estrategia de no haber situado en primer plano ETA y EH Bildu, a la que Génova renunció por creer que únicamente favorecía el voto útil al PNV. Y anticipó que la voluntad de la dirección del partido es seguir el mismo camino en la campaña catalana que empieza el viernes: hablar de gestión, de sanidad, de economía, de educación y de servicios públicos antes que del conflicto territorial.
Y eso es un error, en opinión de los sectores más radicales del PP. La presidenta de Madrid ni siquiera felicitó al candidato vasco, Javier de Andrés, como sí hicieron otros barones, como Juanma Moreno (Andalucía) o Fernando López Miras (Murcia).
Algunas voces, de momento del espacio mediático de la derecha, empiezan a destacar el fracaso de Feijóo en su intento de ganar a Vox en las urnas y piden “un rearme estratégico” porque la hoja de ruta trazada no está funcionando. La extrema derecha no solamente ha conservado su único escaño, sino que también ha ganado en votos, así que ya hay quien pone en duda que el PP vaya a tener éxito en las elecciones catalanas en su objetivo de absorber a Vox para liderar la representación de unionismo catalán (los ultras lideran ese espacio desde 2021 y no parecen dispuestos a cederlo fácilmente).
Javier de Andrés era su candidato, un perfil moderado elegido cuidadosamente por su equipo para relanzar el PP vasco y sacarlo del agujero en el que lleva años sumido. Pero no ha funcionado. Al menos no como Alberto Núñez Feijóo y su equipo esperaban. El séptimo escaño por Araba y el incremento de votos hasta alcanzar el 9,23%, han sabido a poco. Especialmente para los sectores más radicales del PP, en los que Isabel Díaz Ayuso es la referencia, y a los que no gustaba la estrategia desarrollada durante la campaña y mucho menos la decisión de no hacer de ETA el eje del discurso para demonizar a EH Bildu y, por extensión, al PSOE vasco.