Memoria histórica
Flor Baena exige que la nueva Ley de Memoria Democrática anule la sentencia de su hermano, uno de los últimos fusilados por Franco
"Una semana más y cumpliría 25 años. Muero joven pero estoy contento y convencido". Las palabras las escribió hace más de cuatro décadas Xosé Humberto Baena. Lo hizo en septiembre de 1975, sólo un día antes de ser ejecutado por un pelotón franquista en Madrid. Fue uno de los cinco fusilados del 27 de septiembre, los últimos crímenes del franquismo. Hoy, 45 años después, sus familiares miran al anteproyecto de Ley de Memoria Democrática con esperanza pero sin poder esquivar el recelo. Las heridas han pasado demasiado tiempo sin cicatrizar.
"Cuando me fusilen mañana pediré que no me tapen los ojos, para ver la muerte de frente", decía en su última carta el joven. Hoy es su hermana, María Flora Baena, quien escribe otra misiva, dirigida al Gobierno de Pedro Sánchez. Pide que el caso de su hermano no caiga en el olvido y que la futura norma dé cobijo a quienes como ella llevan décadas luchando para que se haga justicia.
La carta, a la que ha tenido acceso infoLibre, relata la corta vida del militante galleguista y republicano. Una trayectoria que expone su hermana al otro lado del teléfono. Piter, como solía apodarle la familia, era el segundo de tres hermanos. En su familia había dos ramas opuestas: la familia paterna "era toda de derechas, la mayoría militares", mientras que la madre de los tres hermanos "era muy de izquierdas". Y aunque "de esos temas no se solía hablar en casa", el mediano de los tres hermanos "salió de izquierdas".
Baena entró a comienzos de los setenta en la Universidade de Santiago de Compostela (USC) para estudiar Filosofía y Letras. Aquello de que había salido de izquierdas no era un decir: el joven vigués participaba activamente en el movimiento estudiantil que por entonces empezaba a organizarse como uno de los estandartes de la oposición al régimen. Fue en una sentada universitaria donde lo detuvieron por primera vez. "Vino la policía a pegarles y hubo 200 detenciones, entre ellas la de mi hermano". A Baena lo dejaron salir libre, previo pago de una fianza, pero el juicio no se produjo hasta dos años después. Fue declarado inocente. Sin embargo, aquel episodio quedaría como un lastre para un joven que, después de dejar los estudios y pasar por el servicio militar obligatorio, trataba de encontrar trabajo en su ciudad natal.
Baena "tenía ideas de izquierda, era galleguista y republicano, echaba octavillas e iba a manifestaciones", en un momento en que la agonía que empezaba a intuirse en el seno del franquismo no impedía mantener un control férreo sobre cualquier disidencia. "Era un chico muy sensible, no podía ver una injusticia", recuerda su hermana. "Tenía que haberse callado en muchas ocasiones, pero él siempre hablaba para defender a la parte más débil".
Llega el Primero de Mayo de 1975. Aquel día, en medio de la movilización en la ciudad, un policía de paisano "dispara al aire y mata al trabajador Manuel Montenegro". Baena y un grupo de otros doce activistas deciden, al conocer los hechos, juntar dinero para encargar una corona de flores y publicar una esquela en el Faro de Vigo. Bajo una consigna: "Muerto por la represión policial". Aquello no pasó de soslayo para el régimen. Las autoridades iniciaron un proceso de búsqueda y detención contra los implicados, así que el joven gallego decide escapar para evitar represalias. Después de permanecer escondido, se instala Madrid. En aquel momento el militante de izquierdas solía viajar a Portugal para reunirse con su padre y recibir algunas ayudas familiares.
Sus desplazamientos fuera de las fronteras estatales no son anecdóticos: paralelamente a uno de esos viajes se produjo la muerte de un policía en Madrid. Y las autoridades señalaron a Baena como autor de los hechos, pese a no encontrarse en la capital cuando se produjeron. "Creemos firmemente en la palabra de mi hermano, pero es que además en aquellos tiempos era completamente imposible que estuviera a mediodía en Madrid después de haber pasado el día anterior en Portugal", clama Flor Baena. Las cuentas no salen. "No eran sus ideas, él era revolucionario pero no era capaz ni de matar a un animal", subraya su hermana.
Finalmente lo detienen en julio y no es hasta más de quince días después que su familia puede verle: "Había sido torturado y estaba lleno de marcas por los golpes recibidos". Entonces da comienzo un juicio plagado de irregularidades, tal como denunciaron en su momento numerosas voces internacionales. "El abogado nos dijo que había sido una completa farsa, no admitieron ninguna de las pruebas y no dejaron declarar a los testigos". De aquella "completa farsa" sale un veredicto: condena a muerte.
El padre de Xosé Humberto Baena removió cielo y tierra para poder despedirse de su hijo. Llegó a tiempo de acariciarle con su abrazo, pero no logró asistir a la ejecución. "Mi padre le dijo entonces que si supiera de su culpabilidad, dentro de lo malo, se quitaría un peso de encima". Un último intento por esquivar la insoportable sensación de impunidad. "Pero mi hermano no pudo darle esa satisfacción, él no lo había hecho". Fue la última vez que se reunieron.
Ocho días después el cuerpo embalsamado del joven militante comunista llegó a suelo gallego. Su padre murió siete años más tarde. "Mari, ¿será él quien esté enterrado aquí?", solía repetir a la menor de los tres hermanos. Su madre, que falleció en 2003, también se fue con el peso de la incógnita. Ninguno había podido llegar a ver sus restos. "Entonces mi única obsesión era saber si era mi hermano el que estaba enterrado". Flor Baena pidió los permisos pertinentes para averiguarlo y así lo hizo. "Fue mi niña, mi hija, conmigo. Abrieron la tumba, lo vimos en la caja y era él. No tenía tiro de gracia, tenía cinco tiros en el pecho y uno en el brazo derecho. Llevaba un jersey que le había hecho su novia". Flor Baena lo recuerda como un día agridulce. "Lo pasé muy mal, pero después me entró paz: descansaba allí donde él quería".
"Váyase para casa y estese callada"
El proceso para la búsqueda de justicia y reparación comenzó sólo un año después de los fusilamientos. Entonces, el padre de la familia tuvo conocimiento de una testigo que había intentado desmentir la autoría de Xosé Humberto Baena en el asesinato del policía. "Intentó explicarlo, pero las autoridades sólo le dijeron: váyase para casa y estese callada, están todos en el mismo saco". La familia pidió reabrir el caso a principios de 1976, pero sus esfuerzos cayeron en saco roto.
No fue hasta el año 2000 que Flor Baena logra reunir el coraje para intentar reabrir el proceso. Recurre al Tribunal Constitucional, pero determinan que "en aquella época en España no había Constitución y no podían hacer nada". Tampoco prestan más atención en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos ni en las Naciones Unidas. Más tarde la esperanza de la familia se situó en el proceso argentino, pero todo "fueron palos en las ruedas" y los culpables de aquello se van llevando su responsabilidad a la tumba conforme pasa el tiempo.
"No nos defraude como pasó en 2007"
En su carta al Gobierno, la hermana del joven antifranquista pide que no le "defraude como pasó en 2007". En este contexto, señala directamente al anteproyecto de Ley de Memoria Democrática aprobado a mediados de septiembre por el Consejo de Ministros. Concretamente a su artículo 5.3, por el que se plantea la nulidad de las condenas por "motivos políticos, ideológicos o de creencia" pero deja fuera otras razones. Aunque el trasfondo ideológico de la sentencia contra Xosé Humberto Baena es evidente, los familiares temen que una interpretación sesgada determine que su condena no se sustenta en "motivos políticos, ideológicos o de creencia". Flor Baena sugiere corregirlo mediante una enmienda al texto o a través de la actuación de oficio de la Fiscalía de Sala, creada específicamente para la investigación de los hechos producidos en la guerra y la dictadura. Este jueves Flor Baena recibió una primera respuesta de la Vicepresidencia Segunda: "Tenga la seguridad de que nos ponemos de inmediato a trabajar en ello con el objetivo de reparar esa injusticia".
El magistrado emérito del Tribunal Supremo José Antonio Martín Pallín, señala en conversación con infoLibre que "tal y como está redactado el artículo, se habla de delitos cometidos por motivos ideológicos y hay que tener mucho cuidado con las expresiones". Si bien lo cierto es que "hubo un porcentaje mayoritario de condenas por pertenecer a grupos y organizaciones políticas", también se produjeron condenas por delitos de sangre. "Te pueden decir que asesinar a un policía o a un cura no eran motivos ideológicos", teme el magistrado emérito. Sugiere, como alternativa, "recalcar el efecto anulatorio de la absoluta falta de garantías procesales", motivo que considera más que suficiente.
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El abogado memorialista Eduardo Ranz estima que "la nulidad de las sentencias es la parte menos realista" de la norma. "Un Gobierno puede hacer una declaración, pero el único órgano que puede anular una sentencia es el judicial que la dictó", señala. Y muchos desaparecieron hace años, de manera que habría que "buscar a su equivalente o superior". La opción de dejarlo en manos de la Fiscalía de Sala, opina el letrado, "es un camino que de entrada tiene que coger todos los semáforos en verde", pero que podría ser positivo. "Puede ayudar muchísimo que el Ministerio Fiscal investigue y recomiende la instrucción", aunque a día de hoy la nulidad está en manos del órgano judicial, reitera.
Para Flor Baena, gran parte del camino quedaría allanado con "voluntad política". "Si se molestan en averiguar un poco lo que pasó, sabrán que esos juicios fueron una farsa y que estaban condenados desde el principio", así que "no es justo que queden fuera de esa ley". La hermana del militante vigués ha escrito a los portavoces y portavoces adjuntos de la Comisión Constitucional de la Cámara Baja, encargada de tramitar la norma. Algunos, como Mertxe Aizpurua (EH Bildu) y Odón Elorza (PSOE), ya han respondido exponiendo su compromiso con el caso. Otros grupos, como Más País, también han garantizado la inclusión de enmiendas para blindar sus demandas.
Baena se mueve entre la esperanza y el escepticismo. "Yo siempre dije que no se arreglaría nada hasta que no pasaran dos generaciones: quienes están ahora son los herederos directos" de los responsables. La mujer encuentra, no obstante, momentos en los que concederse una tregua. "A veces digo que a ver si al final, por fin, podemos descansar en paz".