La fotovoltaica se estanca en España a pesar del crecimiento exponencial en todo el mundo

18

"Favoreceremos, para cumplir el Protocolo de Kioto, la eficiencia energética y el incremento significativo de todas las energías limpias, en particular de la energía solar y de la biomasa". Estas palabras, recogidas en el programa electoral del PSOE para las elecciones de marzo de 2004, dieron el pistoletazo de salida al auge y caída de esta fuente de energía en España. Diez años en los que nuestro país pasó de ser el segundo referente mundial a situarse a la cola de las grandes potencias. Una década de luces y sombras que han llevado a este tipo de energía del cielo al infierno de las renovables.

En apenas tres años, la potencia solar instalada en España pegó un pelotazo y se convirtió en la segunda mayor del mundo. Pasó de los 55 megavatios (MW) de 2005 a los 3.829 de 2008, según se recoge en el informe Statistical Review of World Energy 2015 que la energética BP publicó el pasado mes de junio. Sólo nos superaba Alemania, con 6.120 MW, y estábamos a una distancia importante de un Japón que nos pisaba los talones. Del total de potencia solar instalada en el mundo (16.226 MW) aquel año, un 23,6% se hizo en nuestro país. Estábamos, por primera vez desde hace mucho tiempo, a la vanguardia de esta tecnología.

Sin embargo, desde el año 2010 el desarrollo de esta fuente de energía se ha estancado como consecuencia de varios cambios introducidos en materia regulatoria. Cerramos 2015 con 5.432 MW instalados. Muy por detrás de países como China –28.330 MW–, Alemania –39.698 MW–, Japón –35.409 MW–, Estados Unidos –25.577 MW–, Italia –18.922 MW–, Reino Unido –9.071 MW– y Francia –6.557 MW–. A nivel global, hemos pasado de representar el 23,6% de toda la potencia instalada en 2008 a quedarnos en un irrisorio 2,36%. Diez veces menos. Así, España se ha continúa con el freno de mano puesto en un mundo en el que la solar fotovoltaica crece exponencialmente –de los 16.226 MW de potencia instalados a nivel global en 2008 hemos pasado a los 230.606 en 2015–.

"Es una lástima. Hemos perdido una oportunidad de oro. España tenía lo que el mundo demandaba, pero eso ahora se ha terminado", señala en conversación con infoLibre Teresa Ribera, secretaria de Estado de Cambio Climático entre 2008 y 2011 y actual directora del Instituto de Desarrollo Sostenible y Relaciones Internacionales (IDDRI) de París. Se lamenta de haber perdido ese tren: "Teníamos además toda la cadena de valor representada: una investigación básica que partió, fundamentalmente, de la Universidad Politécnica de Madrid, una demanda de proximidad, los servicios de mantenimiento e instalación... Teníamos todo para que eso hubiera funcionado bien", apostilla.

Juan Castro-Gil, secretario de la Asociación Nacional de Productores de Energía Fotovoltaica (Anpier), coincide con ella. "Es como cuando tienes un cochazo tremendo y haces un viaje con él de Madrid a Barcelona. Arrancas en primera pero se te olvida poner segunda. Ese viaje te va a terminar costando un disparate", ejemplifica. Pero, ¿por qué España dejó de estar a la cabeza? Ribera tiene claro que se produjeron fallos en las primeras fases de aprendizaje para incorporar esta energía de forma masiva en el sistema. Unos errores que, añade, "se corrigieron tarde y mal". Pero también pone el foco en una "cierta presión anti-tecnológica" procedente de "las propias instancias oficiales" que ahuyentó la inversión.

El pelotazo en 2008

Durante los primeros años del Ejecutivo de José Luis Rodríguez Zapatero el desarrollo de la energía solar fotovoltaica no fue importante. Nos encontrábamos en el quinto lugar a nivel mundial y en el segundo en una Europa donde la práctica totalidad de la potencia instalada caía sobre los hombros de Alemania. Sin embargo, el desarrollo durante los dos años siguientes nos permitió colocarnos a cierre de 2007 por delante de Estados Unidos, que tampoco echaba el freno. Sin embargo, el verdadero pelotazo se produjo entre 2007 y 2008. En apenas un año, nuestro país pasó de tener una potencia instalada de 778 MW a 3.829 MW, un aumento superior al 392%.

"El Estado español procedió a establecer normas que impulsaban la instalación con la intención de alcanzar los objetivos que establecían varias de las normativas comunitarias", cuenta Castro-Gil. Se ponen así en marcha las famosas primas con el objetivo de que la solar fotovoltaica pudiese competir en el mercado. "Si, por ejemplo, en aquel entonces el precio de producir un megavatio por hora era para las fotovoltaicas de 400 euros y el precio fijado por el mercado era más bajo, entonces se pagaba a través de un bonus la diferencia para así fomentar la inversión", explica José Donoso, director general de la Unión Española Fotovoltaica (UNEF). "Pero no sólo había estas primas, sino que además estaban publicadas en el Boletín Oficial del Estado con unos plazos claros de cumplimiento", añade Sara Pizzanato, experta en el sector de las renovables en Greenpeace.

Había, por un lado, un tejido industrial perfecto para el desarrollo de la fotovoltaica en España y, por otro lado, una intensa campaña para promover las renovables por parte del Ejecutivo socialista, con una cierta seguridad establecida a través del BOE. Comienza, en ese momento, el desembarco de inversión en el sector. Los proyectos eran baratos –con 30.000 euros era posible montarse una instalación– y, además, tenían procesos de maduración relativamente cortos. "Probablemente fue un error hacer un llamamiento a todo aquel que quisiera instalar a un precio prometido", señala a este diario la exsecretaria de Estado de Cambio Climático. El objetivo de contar con 400 MW de potencia instalada para 2010 se rebasó en 2008 ampliamente.

Pero con la llegada de la crisis, la predicción del incremento progresivo de la demanda de la electricidad (se esperaba que por encima del 2% anual) se rompió. Cae la demanda y las renovables cada vez aportaban más al mix eléctrico. "Entonces nos encontrábamos con unas centrales de ciclo combinado de gas que apenas entraban en funcionamiento y no podían recuperar la inversión. Y, en ese momento, llegó el choque de inversiones", explica Pizzanato. 

"No se conocían bien las características de esta nueva tecnología y no se reguló de forma adecuada", lamenta Donoso. "No se hizo bien", coincide la experta de Greenpeace, que además critica que se estableciera una fijación de primas lineal a lo largo del tiempo: "Una instalación que entrase en funcionamiento en 2006 o 2007 no podía tener la misma prima que una que entrase en el año 2010", apunta en conversación con este diario. Esta regulación, que según el director general de la UNEF había funcionado "bien" en el caso de la eólica –que cuenta con un proceso de maduración largo y un coste de entrada elevado– había fracasado estrepitosamente.

La parálisis

A partir de ese momento, el crecimiento se estanca. A pesar de producirse subidas moderadas de la potencia instalada en los años 2009, 2010 y 2011, ya nada volvió a ser como antes. "Cuando se es consciente del problema que existe, se intenta corregir. Pero, de nuevo, se hace de manera parcial y tarde. Y, además, en lugar de corregir a futuro se hace también revisando el pasado", explica Ribera. Entonces, con un déficit de tarifa en aumento (por encima de los 20.000 millones de euros aquel año), el Ejecutivo socialista pega el primer hachazo a las renovables estableciendo en 2010 una limitación a las horas primadas, de modo que si se excedía el tope había que venderlas a precio de mercado muy inferior. "Las renovables no eran las responsables de todo el déficit de tarifa, sino de un cuarto más o menos. Se nos hizo pagar el pato", asevera Donoso.

"Con esta medida se establecía que las fotovoltaicas iban a sufrir un recorte de los ingresos del 30% durante los tres años siguientes y del 10% durante el cuarto", recuerda Castro-Gil. "Y eso quebró la confianza de los inversores", apunta Ribera, que lamenta que lo que antes había sido un riesgo tecnológico que se había logrado paliar con el establecimiento de primas se convirtiese entonces en un "riesgo político": "El Estado español dejó de ser fiable en la apuesta por las fotovoltaicas", dice la exsecretaria de Estado. Algo que incluso puso de manifiesto el portavoz del entonces comisario europeo de Energía, el alemán Günther Oettinger: "Las políticas que fijan tarifas y luego las reducen generan incertidumbre y minan el objetivo de renovables de la UE", señaló en declaraciones a Bloomberg.

Los golpes a las renovables continuaron durante la primera legislatura de Mariano Rajoy. Con el Ministerio de Industria en manos de José Manuel Soria, el Gobierno del PP aprobó dos meses después de imponerse en las urnas el Real Decreto Ley 1/2012 por el cual suspendieron los incentivos para los nuevos proyectos de renovables y el sector fotovoltaico se estancó definitivamente. A esto se le sumó, en 2013, la aprobación de la reforma del sistema eléctrico. Una normativa que incluía el conocido como impuesto al sol, un gravamen para los consumidores que instalen placas solares para producir su propia electricidad. 

Todo esto acompañado, se quejan desde Greenpeace, de un intento de implantar en la sociedad la idea de que las renovables en España eran insostenibles. "[El Gobierno de Rajoy] no ha tenido ninguna intención de desarrollar políticas energéticas", asevera Ribera, que añade que lo que se ha impulsado es una "política empresarial". "Entiendo que se impulse una política empresarial en un momento de gran crisis económica para evitar que te caigan las empresas que cotizan en Bolsa. Pero no me diga usted que esa decisión la ha tomado por motivos energéticos o porque las renovables sean muy caras...", critica la exsecretaria de Estado.

Pleitos internacionales

Así, con los cambios normativos y el aumento de la incertidumbre, el sector se resintió. La contribución de la fotovoltaica al PIB se desplomó: pasó de 3.344 millones de euros en 2012 a 2.704 millones en 2015 –2.610 millones en 2014, el peor dato de los últimos cinco años–, según las cifras recogidas en el Estudio del impacto macroeconómico de las energías renovables en España 2015, elaborado por la Asociación de Empresas de Energías Renovables (Appa). Los puestos directos de trabajo, según la UNEF, han caído desde los más de 40.000 en 2008 a los cerca de 5.000 del año 2014.

Pero, tal y como recuerda Jorge Morales de Labra, ingeniero industrial, esos cambios regulatorios han derivado "en un montón de pleitos internacionales". "Tenemos problemas ahora con todos los grandes fondos de inversión extranjeros, pero, sin embargo, hemos dejado desprotegidos a todos esos pequeños inversores que colocaron sus ahorros en este producto como consecuencia de la garantía del Estado que había detrás", sostiene Ribera. El pasado mes de agosto, España acumulaba 27 demandas internacionales que reclamaban miles de millones de euros por el tajo a las renovables. Una oleada que comenzó a partir de la reforma del sistema eléctrico del Ejecutivo conservador.

El futuro es de las renovables

El pasado año, según datos recogidos por la UNEF, había en España un total de 61.346 instalaciones de energía fotovoltaica. Sin embargo, su presencia en el mix eléctrico –fuentes de energía que cubren el suministro eléctrico de un país– continuó siendo irrisoria. Tal y como se refleja en los últimos datos de Red Eléctrica Española (REE), la fotovoltaica cubrió en 2016 el 3% de la demanda peninsular, por detrás de la nuclear (22%), eólica (19,2%), hidráulica (14,1%), carbón (13,7%), ciclo combinado (10,4%) y cogeneración (10,1%). Sólo superó a una solar térmica todavía incipiente (2%), a otras renovables (1,4%) y residuos (1,2%). (El 2,9% restante corresponde al saldo importador de intercambios internacionales).

"El futuro son las renovables sin ningún género de dudas", exclama Castro-Gil. Algo con lo que coincide Ribera: "España reúne las condiciones físicas para ser un paraíso de las renovables. Además, tiene una voluntad y un activismo social en esta línea muy interesantes". Además, a nuestro país no le queda otra que apostar por estos modelos energéticos si no quiere incumplir con Bruselas. Se comprometió a través de la directiva 2009/28/CE a que en el año 2020 un 20% del consumo de energía final bruto procediese de las renovables. Según los últimos datos de la Comisión Europea recogidos por la Appa, en 2014 estábamos en el 16,2%. Hemos cumplido un 81%.

Pero, ¿qué futuro tiene en concreto la fotovoltaica? "Ya no pedimos primas, sólo que nos dejen competir en igualdad de condiciones", reclama Donoso, que explica que este tipo de tecnología ya no es tan cara como en 2007-2008 y señala que actualmente es la renovable "más barata". "Se han reducido los costes en más de un 85%", concluye en conversación telefónica con este diario. "Nosotros la pagamos cuando era cara. (...) Pero en las últimas subastas internacionales la fotovoltaica se ha impuesto al resto al ser la más barata. (...) Tenemos que reengancharnos a ese tren perdido, aunque no sea fácil", sentencia Morales de Labra.

"Favoreceremos, para cumplir el Protocolo de Kioto, la eficiencia energética y el incremento significativo de todas las energías limpias, en particular de la energía solar y de la biomasa". Estas palabras, recogidas en el programa electoral del PSOE para las elecciones de marzo de 2004, dieron el pistoletazo de salida al auge y caída de esta fuente de energía en España. Diez años en los que nuestro país pasó de ser el segundo referente mundial a situarse a la cola de las grandes potencias. Una década de luces y sombras que han llevado a este tipo de energía del cielo al infierno de las renovables.

Más sobre este tema
>